Amar o Querer

Nacieron el mismo año pero en diferentes meses, cada nacimiento trajo la alegría a cada familia. Vivían en el mismo barrio, eran vecinos, sus padres se conocían pero no eran allegados ni mucho menos amigos. Era un barrio modesto, de un aspecto propio a los suburbios, varias casas tenían un aspecto rústico y algunas tenían un pequeño jardín. Por las tardes se escuchaba la alegría de muchos niños, quienes invadían la calle con juegos y risas.

Pasaron unos años, el jardín, el nivel inicial de educación, abría sus puertas para recibir a los nuevos niños, deseosos de aprender y conocer más sobre este mundo. La profesora, una mujer agraciada, joven y amable, la cual llevaba un traje azulado y unos lentes que resaltaban su encanto; recibía con una gran sonrisa y un saludo afable y amical a cada niño y niña. Fue ahí donde se encontraron y se conocieron; ella era una niña tímida de cabello negro laciado, sus ojitos tiernos eran de color marrón, de tez clara y llevaba vestida una polera rosada con el rostro de una graciosa vaca. Él era un niño hiperactivo, sacaba de sus casillas a la profesora y hasta a su misma madre, cabello lacio de color marrón que casi siempre estaba despeinado, sus ojos marrones reflejaban la alegría de su corazón, tez clara y llevaba un uniforme azulado.

– Eres una linda niña, la más bonita que vi – le dijo mientras le sonreía, luego se fue corriendo.

Ella se sonrojó y se cubrió su rostro con sus pequeñas manos, luego sonrió. Era la primera vez, aparte de su mamá, que alguien lo llamaba linda y bonita.

Éste fue el inicio de una gran amistad y por qué no decirde un sincero amor. Durante el tiempo que estuvieron en el jardín, jugaron, hicieron travesuras, aprendieron a cantar y a leer y sobretodo se hicieron amigos. Juntos pasaron a la escuela y todo ese tiempo se fue fortaleciendo aquella amistad. No era raro verlos caminar juntos por el barrio rumbo a la escuela, o a un juego.

Pasó el tiempo, la escuela se despedía de ellos y ahora el colegio abría sus puertas para recibirlos. Ambos cambiaron, tanto en lo físico como en lo mental; ella se hizo más bonita, la niñez quedaba muy atrás y la adolescencia estaba cerca, le gustaba llevar el cabello largo y suelto, su forma de vestir cambio mucho, ahora una nueva palabra: moda, regia su forma de vestir. Él dejó de ser aquel niño hiperactivo y se aisló un poco, amaba la soledad pero también amaba la compañía de su gran amiga. El colegio los unió más, compartían más tiempo juntos, las tareas las hacían juntos, los trabajos de investigación también, en los recreos comían juntos, en los viajes de excursión se sentaban juntos, se volvieron casi inseparables. Sus padres pensaron y hasta llegaron a creer que en un futuro cercano serían familia y eso acercó un poco estás dos familias.

Ambos llegaron a sentir un sentimiento especial, pero de manera muy diferente. Ella se enamoró de él y deseaba entregarse a él, suspiraba mucho al pensar en él; élluchaba contra ello, no quería destruir aquella bonita amistad por sus sentimientos equívocos, era un amor que a su punto de vista era prohibido. Tanto al uno como al otro les gustaba estar juntos e inventaban cualquier excusa para encontrarse.

– Sabes… – Le dijo ella en una ocasión mientras hacían la tarea en casa de ella – Tengo algo que quisiera decírtelo de una vez… – le dio una mirada fija a los ojos.

– Primero terminemos la tarea, luego escucharé lo que tengas que decirme – Le dijo él de manera indiferente mientras resolvía un problema matemático.

Pasaron las horas y la tarea fue terminada, ella estaba dispuesta a confesarle todo lo que sentía por él, ese sentimiento quemaba su corazón, era un fuego difícil de soportar, como si un volcán estuviese a punto de erupcionar; ella estaba dispuesta a hacer lo sea por calmarlo. Lentamente se acercó hacia él y lo agarró de la mano, él llego a sentir una extraña sensación pero se quedó callado. Cuando ella estuvo a punto de hablarle, la puerta principal de la casa se abrió, eran los padres de ella que regresaban; ella tuvo que soltarle rápido la mano y alejarse un poco, él los saludó, recogió sus cosas y se marchó. Ella lo miró retirarse en silencio, una tristeza invadía su corazón, una ráfaga fría enfriaba su ser.

Los años pasaron y ellos estaban cerca de culminar el colegio, el quinto año los recibía. Ahora cada uno pensaba en lo que iba a ser de ellos al culminar el colegio, cada uno tenía metas y anhelos en esta vida

– Llegamos hasta acá – Le dijo él a ella en una hermosa tarde en el colegio – te has vuelto más hermosa, tu cabello negro es lindo – Dijo mientras acariciaba su cabello.

– Nací así… – Dijo ella, luego sonrió. Su corazón latía mucho al sentir la mano del hombre que amaba acariciar su cabello.

– ¿Qué estudiaras al terminar el colegio? – Preguntó él mientras le apretaba con suavidad la mejilla derecha.

– Ya no soy una niña para que aprietes mi mejilla – Dijo ella y alejó su mano – Pero puedo dejar que me aprietes otra parte de mi cuerpo – Dijo mientras ponía una mirada lujuriosa, movió las cejas coquetamente y luego sonrió. Él se sorprendió mucho por aquella actitud.

– Deseo estudiar ingeniería – Dijo ella, recuperando la cordura, mientras miraba al horizonte – Sé que será un poco difícil entrar a la universidad, pero es mi sueño y anhelo. ¿Tú qué estudiaras? – Pregunto ella volviendo la mirada hacia él. Él escucho la pregunta, por un momento se quedó en silenció pensando en no sé qué, cuándo iba a responderle, apareció el profesor y apurados entraron al salón de clases.

Ella seguía amándolo y cada día lo amaba más, deseaba compartir su vida con él, quería ser su mujer y formar una familia con él, su sueño era él, su anhelo era él, su deseo era él; se podría decir que si le diesen a escoger entre una gran carrera, con los más altos grados, y a él, sin pensarlo escogería a él. Él la amaba en secreto, se ilusionaba con ella, hasta llegó a soñar con ella, pero luchaba y reprimía ese sentimiento; era su amiga de infancia, era como una hermana para él, una hermana a quien debía proteger y aconsejar, y nunca jamás podría verla como mujer.

– No quiero perder su amistad, ella es como mi hermana, no puedo desearla de esa manera – Se dijo él a sí mismo una noche, mientras unas lágrimas recorrían sus mejillas – Sé que la amo y quiero estar con ella pero no… No puedo… – sentía un dolor grande en el corazón.

Los meses pasaron y el colegio terminaba (¿Cómo es el tiempo, no? Pasa tan rápido delante nuestro que ni siquiera nos damos cuenta), y se acercaba la fiesta de promoción. Ella le pidió que fuese su pareja de baile, él aceptó encantado, ya que él iba a hacer lo mismo; ella compró un hermoso vestido morado con brillantes incrustados y él consiguió un ternoazulado, los preparativos estaban listos solo quedaba esperar el día del evento.

El día de la promoción llegó, ella estaba feliz porque sabía que está noche ella lo iba a confesar todo lo que había en su corazón y le iba a besar por primera vez, había imaginado con ese momento toda la semana y en sus sueños ya había probado el sabor de sus besos. Por la mañana un mensaje le llegó al celular, era un mensaje de él, confirmando que si iba a estar ahí, que era la noche tan esperada por él y que además él la iba a recoger; ella sonrió al leerlo y hasta suspiro, era como si el destino estuviese encajando todas las piezas en su lugar. Las horas pasaron y la anhelada noche llego.

Ella lo esperaba, miraba el reloj y cada vez el tiempo avanzaba, la hora para el inicio de la fiesta estaba cerca y él no aparecía.

– Tal vez se quedó dormido – Dijo ella a sus padres – Iré a buscarlo… – Dijo mientras salía. Su padre le agarro de la mano y la convenció de que fueran de una vez ya que si no se iban a hacer tarde.

Salieron de la casa con dirección hacia aquel lugar, al llegar encontró a la mayoría de sus compañeros de clases, todos vestidos para la ocasión, con trajes de gala y vestidos; el local estaba decorado de un color azul, un azul que simbolizaba el cielo, el mar; había muchas mesas decoradas y cubiertas con un hermoso mantel azul, aquellas fueron preparadas para los familiares e invitados; a un extremo cerca del estrado, donde estaban los músicos, había un arreglo de tortas, eran varias tortas acomodadas en dos columnas de manera helicoidal, como formando unas escaleras que se encontraban en sus cúspides y en el centro de ellas una pequeña fuente que emanaba un líquido dulce y azulado. Ella miró en todas las direcciones buscándolo pero no había rastros de él, ni ningún familiar de él había asistido. Las horas pasaron y él no llego a aparecer. Cuando era el momento de aquel tradicional baile, aquel hermoso vals de los recuerdos, ella lo evito, se negó a bailarlo, aun ni su padre pudo convencerla y eso que hasta él mismo se ofreció como su compañero de baile. Ella llego a entristecerse mucho, sentía como si el corazón se le fuera a partir en pedazos, se sentía muy mal, desecha, despreciada; quería desaparecer de ahí, que la tierra le tragase, quería morirse de una vez, deseaba nunca haber nacido. Todo lo que había anhelado para esa noche se iba desapareciendo, igual al humo de un cigarrillo. Huyo hacia el baño, se cobijó a la soledad de aquel lugar, y al compás de la música de aquel vals, lloró, las lágrimas le brotaban de lo más profundo de su alma. Él le había decepcionado.

A la mañana siguiente muy temprano, él tocaba la puerta de la casa de ella, estaba algo raro y extraño, su padre salió a abrirlo y le dijo que ella aún estaba dormida; él insistió mucho, deseaba hablar con ella, pedía que le dejase entrar, pero tras varios minutos se retiró, triste. Ella logró oír su voz pero se mantuvo indiferente, no deseaba verlo por el momento, aún le dolía lo de ayer.

La ceremonia de clausura del colegio había comenzado, ella miró por todos lados como buscándolo, como queriendo saber de él, buscaba por lo menos calmar su angustia con la imagen de su rostro, pero no lo encontró; todos los alumnos recibieron sus diplomas, algunos recibieron algún certificado, pero él no, ningún familiar suyo se apareció por ahí. Al salir del colegio ella pasó por la casa de él, estuvo en la puerta pero no se atrevió a tocar, el dolor de ayer le impidió hacerlo.

Los días pasaron y una mañana ella escucho hablar a su madre sobre un velorio en la casa de un vecino, ella lo presto poca importancia, creyendo que sería otro vecino. Pero cuando su madre le confirmo que era en la casa de su amigo, ella salió rápido hacia allí; al llegar no podría creer lo que sus ojos miraban, un féretro negro estaba en medio, varias personas estaban sentadas alrededor con sus rostros tristes, algunos lloraban. Muchas preguntas le venían a la mente pero lo que quería saber era quien estaba dentro de aquel ataúd. Entró a la casa, caminó hacia el ataúd, un ambiente lúgubre, melancólico y silencioso reinaban, además una pequeña capa de humo cubría el lugar; todos le miraban cuando llegó al costado del ataúd, quiso ver quien estaba adentro pero éste estaba cerrado, solo una foto encima del ataúd revelaba quien estaba dentro.

Miró un buen tiempo la foto, su semblante fue cambiando de a poco y una gran tristeza invadía su corazón. Era la foto del padre de aquel amigo, aquel amigo que amaba; su corazón le impulso a buscarlo y ella obedeció, giró su mirada por todo el lugar intentando dar con la imagen de él, hizo una minuciosa búsqueda visual pero fue en vano, él no estaba ahí, ni ninguno de los presentes le daba razón alguna.

Pasaron dos días y fue el entierro, una pequeña caravana, de familiares, vecinos y amigos acompañaron el féretro hasta el cementerio; ella formaba parte de esa caravana. Fue deseando poder verlo y darle un abrazo, un abrazo que más de pésame sería de amor; lo buscó en medio de toda esa gente, miró cada rostro, lamentablemente otra vez se decepcionó, él no estaba ahí. Luego de la sepultura todos se volvieron a sus casas, ella se quedó sola hasta las primeras horas de la noche.

– ¿Dónde estás? ¿Has muerto tú también? – Se preguntaba mientras veía la lápida y leía el nombre del padre de él – Quiero verte, quiero un abrazo tuyo… quiero estar contigo… – Dijo mientras se abrazaba, luego cerró los ojos y lloró.

Ya el colegio había terminado, la universidad ahora los esperaba. Ella no sabía nada sobre él, aquella casa donde él vivía ahora parecía abandonada, siempre que llamó a la puerta nadie abría.

– Ya no están ahí, creo que se fueron después del entierro – Le dijo una vecina, en una de esas ocasiones en que llamaba a la puerta. Al oírlo ella se retiró con una gran tristeza.

Pasaron unos días y cuando volvió a pasar por aquella casa le llamó la atención un letrero, la tristeza lo embargo cuando lo leyó, en aquel letrero anunciaban la venta de aquella casa. Antes de una semana aquella casa fue vendida, una nueva familia se mudó a aquel barrio. No supo nada más de él, lo único que ella deseaba era volver a verlo aunque sea en la universidad.

Ella decidió estudiar ingeniería, era el anhelo que ella y su familia tenían de su futuro. Cada uno tomaron caminos paralelos; éltambién ingreso a la universidad, la facultad de medicina lo acogió. Los horarios eran diferentes, la ubicación de las facultades era muy distantes y la gran cantidad de estudiantes dificultó mucho que se vuelvan a encontrar. Poco a poco la universidad los alejó en lo físico.

Ella aún lo amaba, su corazón aún latía por él, no lo había visto por un buen tiempo pero anhelaba ese encuentro, lo deseaba tanto. Él pensaba en ella pero le era difícil olvidar aquella noche en que la decepcionó, recordar eso le producía mucha tristeza; aún la miraba como una amiga, amiga a la cual deseaba encontrar. Durante tres años los estudios ocuparon por completo el tiempo de ambos, estaban sumergidos en el aprendizaje de un nuevo conocimiento; nunca imaginaron que su encuentro sería en la cafetería de la universidad. Era una mañana, una fría mañana, cuando ella lo miró a lo lejos; él comía una ligera comida, unos panes y un jugo. El corazón de ella, palpitó aceleradamente, y le decía que se acercara, que fuera hacia él pero su mente le decía no; se quedó viéndole un buen rato hasta que él terminó de comer, y lo vio retirarse. Ella decidió seguirlo, lo seguía a lo lejos, desde las sombras, deseaba saber en qué facultad estudiaba. Atravesaron varios parques, varios pasillos, varios pabellones de otras facultades y a la final lo vio entrar al pasillo que llevaba a la facultad de medicina humana.

– Ya sé dónde podré encontrarte… – Dijo ella con alegría mientras le miraba perderse en aquel pasillo. Luego regreso a la cafetería a comer algo.

Ella pensó en encontrarlo a la salida pero ese plan no se vio realizado, sus amigas de facultad le pidieron ir juntas a casa y ella tuvo que aceptar. Pasaron varios días para que otra vez ella lo volviera a ver en la cafetería, aquella mañana una pequeña llovizna cayó sobre la ciudad; él estaba sentadoacompañado de algunas chicas, compañeras de su facultad; ella miraba de lejos y aquella escena le provocaba muchos celos, no podría comprender que hacía él con aquellas chicas. Durante todo ese tiempo ella comió muy despacio, no es que disfrutara el sabor, sino que estaba al pendiente de lo que acontecía en aquella mesa, ni por un segundo le quitó la miraba; después que terminaron de comer ellos salieron apurados de la cafetería. Durante ese tiempo ella estuvo muy irritada, molesta y algo triste, no le gusto en nada lo que había visto.

– Pero… ¿Porque me siento de esta manera? – Se preguntó ella sin saber la respuesta. Solo sabía que aquello que vio le provoco esa actitud.

Él también sabía que ella estaba en la universidad, ya que era la única universidad de la ciudad, solo que decidió no buscarla, se sentía mal por aquella noche en la que lo decepcionó pero por más que intentaba no lograba aceptar que ello no era su culpa. Durante todo ese tiempo de alejamiento del barrio y de algunos recuerdos de la infancia, nunca dejó de pensar en ella, nunca la olvido; él lo amaba pero reprimía sus sentimientos por temor a perderla, por eso siempre la vio como a una amiga. Antes de que acabaré el año, él decidió encontrarla, a su mente venia aquella tarde en la que él le pregunto qué iba a estudiar terminado el colegio. Algunos amigos de su facultad le informaron que había una chica que lo seguía, cual si fuese un detective, y que en varias ocasiones la vieron seguirle desde la cafetería; él al oír esa información intuyo que era ella, entonces decidió sorprenderla. Esperó el momento adecuado, la vigiló hasta que ella se descuidara, le tomó varios minutos; luego con pasos sigilosos se acercó hacia ella, ella estaba de espaldas, distraída, pensando en no sé qué; él le cubrió los ojos con las manos.

– ¿Adivina quién soy? – Dijo él mientras le cubría los ojos. Ella escucho aquella voz y se quedó en silencio, había pasado varios años que dejó de oír su voz pero en ese momento lo reconoció claramente, ella sabía de quién era aquella voz; por su mente paso un lejano recuerdo de cuando eran niños, cuando jugaban de la misma manera.

– Adivina quién soy o no te soltaré – Dijo él, luego sonrió. Aquel silencio de ella se transformó en una acción, ella le dio un fuerte pisotón, él lo soltó de inmediato.

– Auch! Eso me dolió, ¿Porque hiciste eso? – Dijo él mientras se agarraba el pie. Ella solo lo miró en silencio.

Durante ese corto tiempo no hubo palabra alguna, ambos se miraban en silencio ni la bulla que hacían los demás los afectaba, era como si estaban encapsulados en otra atmósfera, o en otra dimensión, donde el tiempo y sonido se detuvieron. Ambos habían cambiado en lo físico, él se volvió flaco, pelucón y más alto; ella se volvió más hermosa, su cuerpo adoptó una perfecta silueta femenina, su cabello negro era un encanto, ya no era la adolescente de antaño, ahora era una mujer. El silencio y aquellas miradas penetrantes ocupaban el ambiente, estaban frente a frente, cual eternas estatuas mirándose sin pestañear; hasta que al fin ella cedió, lentamente giró la mirada hacia otra dirección y se marchó. Él la vio alejarse mientras aún presionaba su pie, una tristeza invadió su corazón, aquella sorpresa que él quería darle término muy mal, en un fracaso.

– No te vayas… por favor… – Dijo él mientras lo veía alejarse. Ella no alcanzó a oírlo.

Aquella noche ella no podía entender porque reaccionó de esa manera, si anhelaba tanto aquel encuentro; sentada sobre su cama pensaba en ello, abrazó un pequeño peluche que tenía la forma de un pequeño oso y le vino a la mente aquel recuerdo de cuando él en uno de sus cumpleaños le regaló aquel peluche.

– Espero que te guste, él te acompañara por las noches – Fueron las palabras que él le dijo cuando ella abrió el regalo y vio al peluche. Recordando esto ella se entristeció y una lágrima recorrió su mejilla hasta caer sobre el peluche.

– No entiendo porque hice eso – Se decía ella mientras abrazaba con fuerza al peluche. Un dolor le brotaba del corazón, un dolor que iba a ser insoportable, poco a poco sus ojos se humedecieron por completo, las lágrimas al descender mojaban al peluche. Estuvo en ese estado hasta altas horas de la noche.

– Creo que no fue buena idea encontrarla… no debí haberla buscado – Se decía él mientras que estaba acostado en su cama – Tal vez ella me odia, si tan solo pudiera ser sincero con ella, si tan solo pudiera decirle que la amo – recordaba aquella tarde cuando aún estaban en el colegio, cuando acarició su cabello negro.

– ¿Siempre será mi amiga? ¿Alguna vez llegará a ser mi mujer? O ¿la veré irse con otro? – Se preguntaba sin llegar a tener las respuestas. Pensó, meditó y recordó muchas cosas hasta altas horas de la noche.

Después de aquel primer encuentro desastroso, se volvieron a encontrar de nuevo, esta segunda vez el encuentro fue más agradable, más tranquilo; luego de ello fueron muchas las ocasiones que se volvieron a reunir, ella pensó y hasta llegó a creer que todo esto sucedió porque el destino los estaba uniendo y de que ahora si él lo amaba. Él lo amaba en secreto, pero se propuso a nunca decirlo, tenía miedo de perder la amistad con ella, amistad que tanto valoraba; pero muy en el fondo él lo deseaba como mujer. Él le dijo donde vivía ahora y la llevó a conocer su casa. Era una buena casa, ubicada en el centro de la ciudad, tenía un bello jardín a la entrada.

Ambos pensaron que iban a estar más unidos todo el tiempo que faltaba pero no fue así, los años siguientes se dedicaron de lleno a sus carreras, tenían muchas tareas, muchos trabajos que hacer, investigaciones que realizar, excursiones que asistir y solo a veces cuando tenían algo de tiempo se daban una llamada telefónica. Todo ese tiempo la universidad los separó y hasta llegó enfriar un poco el corazón de ella.

Una tarde ella lo llamó, estaba algo desesperaba e inquieta; “quiero pasar un momento especial contigo y deseo entregarme en cuerpo y alma a ti”, fueron las palabras que ella le dijo. Él la escuchó y se quedó en silencio, no podía creer que aquellas palabras vinieran de ella, cortó la llamada y apagó el celular. Aquel silencio le destrozó el corazón, ella deseaba revivir aunque sea en algo aquel fuego que se iba apagando, ese fue el principal motivo que le impulsó a llamarlo, ella lo necesitaba más de lo que él se imaginaba.

– Oye, si no quieres nada con aquella chica, déjala libre – Le dijo su madre a él, una mañana mientras desayunaban. Él no respondió nada.

Su madre le había propuesto que una vez que culminará de estudiar su carrera se mudarían a otra ciudad, donde empezarían una nueva vida. Él no respondió a ello, pensó en que si hacía eso llegaría a perderla para siempre a ella.

Pasaron los años y por fin llegó el momento de la graduación, ambos terminaban de estudiar sus carreras. Fue una noche fría cuando fue la graduación de ella, él asistió de manera voluntaria sin que ella lo invitará; sentado en la parte más lejana del auditorio, miraba como se cumplía el sueño de aquella mujer a la que amaba, de aquella que solo en sus más ocultos pensamientos la hacía su mujer pero en la realidad era tan solo su amiga. Ella estaba muy alegre, muy feliz, había logrado realizar aquel sueño que se había propuesto. Se tomó muchas fotos con sus familiares y amigos de facultad, todo era alegría. Él la apreció y se encantó con ella, estaba muy bonita, aquel traje hacia contraste con su belleza, se veía como una mujer, una preciosa mujer a quien desear, él la deseaba, la quería, la amaba.

– Hola, señorita ingeniera… mis más grandes felicitaciones – dijo él mientras se acercaba a ella para darle un abrazo. Ella sintió aquel abrazo y ya no produjo nada en ella, solo era un simple abrazo de felicitación.

– Gracias… – Dijo ella de manera fría. Luego se alejó de él. Aquella noche él regreso rápido a casa, entendía que no tenía nada que hacer ahí ni en la fiesta de celebración que realizó la familia en honor de ella.

Dos días después era la graduación de la facultad de medicina, muchas personas llegaron esa noche al auditorio; él estaba muy alegre, llegó a cumplir el sueño que su difunto padre lo propuso, su madre se acercó hacia él para felicitarlo, durante el abrazo él dirigió la mirada por todos lados buscándolo a ella pero no lo encontró. Esa noche ella tenía otros planes. Fue triste su desilusión al notar su ausencia, él creyó que ella iba a venir. Ni las palabras de felicitación de los catedráticos lograron cambiar su semblante.

Pasaron unas semanas y cada uno se enrumbo hacia sus destinos; él se quedó solo en su casa ya que su madre y su pequeño hermano se mudaron a otra ciudad, consiguió trabajo en el hospital de la ciudad, cambio mucho durante aquellas semanas. Ella consiguió trabajo en una prestigiosa constructora de la ciudad; durante aquellas semanas luego de la graduación, nunca llegaron a hablarse. Una tarde mientras él estaba en su consultorio pensó en ella, ya tenía una profesión, ya era adulto, hasta ya tenía una casa, pero le faltaba algo; entonces decidió atreverse a enamorarla. Ella durante todo ese tiempo puso la mirada en otro, sacó de su corazón a él, aunque eso no le fue nada fácil.

Pasó un largo año para que retomaran otra vez la comunicación. Una mañana él decidió llamarla, la invitó a salir, ella aceptó gustosamente. Él la llevó a una heladería, él sabía que a ella le gustaban los helados, un recuerdo de antaño lo confirmaba; mientras comían el helado hablaban de muchas cosas, recordaban cosas del pasado, algo del trabajo. De pronto sonó el celular, ella procuró contestar rápido, él se quedó en silencio escuchando en algo la conversación, luego ella pidió disculpas y se retiró dejándolo solo a él.

A la mañana siguiente otra vez él la llamó, quiso invitarla a salir otra vez pero esta vez la respuesta fue negativa: “no puedo, quizá la próxima semana”. Él deseaba luchar por ese amor, un amor que había refrenado durante toda su vida, ahora sí lo miraba como a una mujer, ya no la quería solo como amiga ni mucho menos como hermana, quería hacerla suya, quería formar una familia con ella. Ahora fue ella la que empezó a verlo como a un amigo, aquel amigo de la infancia, aquel amigo que nunca se fijaría en ella. Durante toda una semana él lo llamó sin recibir respuesta. Decidió ir al barrio, aquel barrio que le traía muchos recuerdos, pero una emergencia le impidió hacerlo.

– Discúlpame por no haberte respondido, toda esta semana estuve muy ocupada… – Le dijo ella al llamarlo una mañana. Muchas cosas pasaron por la mente de él.

– No te preocupes – Fue lo único que él pudo responder antes de cortar la llamada. Una tristeza invadió su corazón.

Pasaron dos años, durante todo ese tiempo él la invitó a comer y a pasear muchas veces; él pensó que la tenía muy cerca y que con todos aquellos detalles le había demostrado su amor, creyó haber estado conquistándola, se imaginaba y soñaba una vida con ella. Era él quien ahora estaba muy enamorado, dispuesto a entregarlo todo, absolutamente todo. Pero nunca le pudo decir que la amaba, aún se guardaba ese sentimiento, aún era cobarde.

– Tengo que decirle que la amo, ya no puedo quedarme callado, ya no más, luego la pediré que se case conmigo – Se dijo él una noche después de haber regresado de una salida con ella. Él sonreía pensando que ya la tenía en sus manos. Esa noche él soñó con ella.

Una mañana un sobre cerrado entro por debajo de su puerta, lo recogió, vio que estaban escritos su nombre y su dirección, lo guardó sobre la mesa, pensó leerlo más tarde y se retiró al hospital. Todo ese día pensaba en el contenido de aquel sobre y se preguntaba quien le había enviado. Por la noche, llegó a casa, comió una pequeña cena, tomó el sobre en manos y se dirigió a su dormitorio, pensaba leerlo acostado en su cama. Abrió aquel sobre y grande fue su sorpresa al saber su contenido.

– No puede ser…. Esto no es posible… No… Seguro es una broma – Dijo mientras miraba el contenido de aquel sobre. Estaba muy impactado, desesperado y algo molesto. Dentro de aquel sobre había una tarjeta de invitación para un matrimonio.

– Pero si ella… ella… Iba a ser mía, iba a ser mi mujer – dijo mientras algunas lágrimas recorrían sus mejillas y mojaban aquella tarjeta al caer.

Ella se casaba este fin de semana, cada vez que leía su nombre, aquel nombre que estaba escrito con letras doradas, se le partía el corazón; tanto era el dolor que sentía que justo en ese momento le vino a la mente aquella noticia que recibió hace dos semanas anunciándole que su madre y su pequeño hermano murieron en un accidente automovilístico, igual que su padre; todo eso produjo en él una angustia tan grande que lloró como un niño y emitió unos gemidos de dolor, un dolor que ningún analgésico podría calmar. Se desveló aquella noche.

A la mañana siguiente recibió una llamada de ella, él no contesto se quedó viendo cómo timbraba su celular hasta que se terminaba la llamaba, fue muchas las ocasiones que hizo eso. Durante los días que faltaba ella lo llamó muchas veces, le escribió muchos mensajes los cuales él los borraba sin leerlos; el último mensaje que recibió de parte de ella fue en la mañana de aquel día, lo último que alcanzo a leer antes de borrarlo decía: “quiero hablar contigo, por favor ven”.

Esa mañana llego a su casa uno de sus amigos, el cual traía un pequeño paquete en la mano, un encargo que él le había pedido hace dos días.

-Acá está tu pedido, amigo. Solo espero que sepas cómo usarlo y no hagas locuras – Le dijo mientras le entregaba aquel pequeño paquete.

– No te preocupes, tú sabes que con la inseguridad de hoy en día uno tiene que tener algo de protección – Dijo él mientras abría el pequeño paquete.

– No me fue tan difícil encontrar uno para ti, en el mercado negro hay de todos los tamaños y gustos – Dijo su amigo y luego soltó una carcajada. Él contemplaba aquel objeto que había dentro de aquel paquete.

– ¿Tiene munición llena? – Pregunto él mientras sacaba aquella pistola dorada. La levantó y comenzó a apuntar en varias direcciones.

– Si la tiene, está llena – Dijo su amigo mientras lo miraba – Oye, ten cuidado con eso, se te puede escapar un tiro – Dijo su amigo mientras se ocultaba detrás de él.

– No te preocupes, no pienso matarte a ti… – Dijo él mientras hacía una sonrisa macabra – lo más probable es que otro muera – Dijo y realizó un disparo. La bala salió con tanta fuerza que logro perforar una parte de la pared y quedarse clavado en lo profundo; sus oídos aún sentían ese retumbe, producto del disparo, y un olor a pólvora invadía la habitación.

– ¿Por qué has hecho ese disparo? – Le increpó su amigo un poco molestó – Me has dejado el oído algo sordo y además los vecinos han oído ese ruido ¡sabes que estaremos en problemas si llaman a la policía! – Dijo furioso su amigo. Él no le respondió nada.

Las horas pasaban y él solo pensaba una cosa, rescatar a la mujer que amaba de manos de un rufián ladrón. Durante la tarde estuvo practicando con el arma sin hacer disparo alguno, ya que no quería llamar la atención de algún vecino. De pronto miró aquella tarjeta, la cual él lo había dejado sobre su mesita de noche, lo agarró, lo miró con una tristeza, aún no lo podría creer. Largo rato leyó una y otra vez el nombre de ella, luego en una reacción de ira rompió en pedazos aquella tarjeta arrojándolo a la basura.

En primer lugar él pensó no asistir a esa boda, “no tengo nada que hacer ahí, ¿acaso yo me voy a casar?” pensaba pero a la final decidió ir porque era el mejor amigo de ella y porque pensaba acabar con aquel ladrón. La hora era para las ocho de la noche, él llegó quince minutos antes a la iglesia, se sentó lo más alejado que pudo; aquella iglesia que estaba vacía cuando él llegó, poco a poco se fue llenando de invitados, familiares y amigos. Pasaron los minutos y la ceremonia llegó, poco a poco desfilaron los pajes y las damas, luego pasaron los niños, el novio fue llevado por su madre y luego de tanto esperar sonó aquella música que anunciaba el ingreso de la novia; aquella música taladrada su corazón, muchos recuerdos pasaban por su mente y cada uno de ellos lo ponía más triste, por un momento dirigió la mirada al piso y lentamente gemía de dolor, movió su mano como tocando su pantalón y ahí estabaaquella pistola dorada. La novia avanzaba muy despacio, similar a los pasos de una tortuga, llevaba por su padre hacia donde estaba el novio y el sacerdote que los iba a casar, ella llevaba un gran vestido blanco, se veía muy hermosa, un ramo de flores en la mano, un pequeño velo transparente cubría su rostro; él la miró sin pestañear durante todo aquel recorrido y recordó aquel sueño lejano, cuando aún estaban en el colegio: ella y él se casaban justo en esta iglesia, ella llevaba un hermoso vestido blanco como el de ahora, él lo esperaba alegre en el altar; ese recuerdo le produjo más tristeza. “tú eras para mí y yo era para ti. Éramos el uno para el otro” se dijo así mismo. Una vez que la novia llegóal altar y fuese entregado al novio, él se puso en pie, metió la mano en el bolsillo derecho de su pantalón y estaba por sacar el arma, cuando algo lo paralizó, no sabía qué hacer y de manera sigilosa salió del lugar. Nadie se percató de su salida ni de su ausencia. Caminó varias calles sin entender el motivo que lo paralizó, no deseaba ver el beso que se iban a dar los novios, eso lo atormentaba.

– Yo debería estar ahí con ella y no ese bastardo – Decía furioso mientras caminaba por la calle. Deseaba que todo esto fuese una pesadilla y que al despertar ellos aún estuviesen en el colegio.

Llegó a una pequeña cafetería, tomó un café y comió un pedazo de torta, intentaba calmar su angustia pero no podía hacerlo. Después de un tiempo regresó a la iglesia, ya había terminado la ceremonia, ella y aquel ya eran marido y mujer, él miraba como se tomaban las fotos de recuerdo.

– Oye hijo, ven tómate una foto con ella – Le dijo el padre de ella mostrándole una sonrisa mientras tenía en la mano una cámara fotográfica. Él aceptó, más que por placer lo hizo por obligación.

Mientras se tomaba aquella foto junto a ella, él fingió una sonrisa y una alegría, pero en lo profundo su corazón lloraba y no podía soportarlo más, deseaba agarrarla ahí y besarla, besarla con una gran pasión, pasión que refrenó por años y decirle que la amaba. Se alejó de ella luego de la foto. Poco a poco la iglesia se quedaba vacía como al inicio, muchos se habían dirigido hacia donde sería la fiesta; él no supo si ir a aquel lugar, lo pensó mucho y al final decidió ir. Cuando llegó al lugar, el ambiente estaba muy alegre, la música y la comida invadían el lugar; él busco una mesa alejada y ahí se sentó. Cuando los novios llegaron se hizo un silencio, ella entró tomada de la mano con aquel y todos le aplaudieron menos él; la pareja bailo aquel baile tradicional, ella arrojó su bouquet hacia un grupo de chicas, una preciosa chica llegó a atraparlo; recibieron muchos regalos. Las horas se hicieron largas y transcurrían despacio, él se quedó hasta el final pero antes que la pareja se retirará hacia su luna de miel, él tuvo un momento para hablar con ella.

– Sabes, yo siempre te amé… Desde que nos conocimos te guarde un gran cariño, en el colegio tú eras mi todo, te amaba tanto… Durante la universidad nunca deje de pensar en ti, me ilusionaba contigo… En estos días que pasaron te llamaba porque deseaba que tú me dijeras que estaba tomando una decisión errada, deseaba que tú me hicieras entrar en razón, deseaba que me dijeras que nos fuéramos lejos y huyéramos de esto, deseaba oír tu voz, no sabes cuánto luché conmigo misma…. – Unas lágrimas recorrían sus mejillas mientras ella hablaba, lavando un poco aquel maquillaje – No sabes cuánto anhele ser tu mujer, la madre de tus hijos, yo deseaba una vida contigo… Deseaba envejecer a tu lado, mis padres siempre pensaban que tú…. – comenzó a llorar – Pero tu silencio y tu indiferencia me alejaron de ti, yo pensaba que tú no me querías, pensé que yo no era lo suficiente mujer para atraerte y conquistar tu corazón, me atormentaba diciéndome que era fea, lloraba por ti; aquel fuego que había en mi corazón tú lo apagaste… – Luego de decir eso ella se alejó de él.

– Yo también te amé y aún te amo… todo este tiempo me reprimía a mí mismo – Dijo él mientras ella se alejaba. Ella lo escuchó y se detuvo a unos metros de él.

– Sabes, ya es muy tarde. Ya el tiempo pasó, hoy ya hay otro en mi vida, otro es el dueño de mi corazón, otro comparte mis sueños y anhelos – Dijo ella mientras volteaba la miraba hacia él – Si tan sólo me lo hubieras dicho antes, si tan solo hubieras tenido el valor suficiente; hoy hubiera sido nuestra boda, hoy yo hubiera sido tu mujer… – dijo ella luego se marchó con una gran tristeza. Esa noche ella se enteró que él lo amaba.

– Por favor… no te vayas…

Él la vio alejarse en silencio, aquellas palabras destrozaron por completo su corazón, era él quien acabó con todo esto; durante todos estos años él creyó que hacía mal si la miraba como mujer y por eso refrenaba sus sentimientos, fue tarde cuando se dio cuenta que ella también lo amó. La fiesta llegó a su fin, los novios ya se habían ido, aquel local poco a poco se quedaba en silencio, a oscuras.

Salió de aquel lugar, caminó solo por las calles sin dirección alguna, cual un perdido, con la mirada en el piso, su consciencia lo reprendía a cada instante; las palabras que ella le dijo se volvían a repetir una y otra vez en su cabeza, cual un disco malogrado, y eso le taladrada hasta el alma. Estaba muy triste, en una gran angustia, deshecho en sus emociones y sentimientos; muchos recuerdos le venían a la mente, recordaba aquel momento muy lejano cuando la conoció en aquel jardín, cuando le dijo lo bonita que era, las excursiones que hizo con ella durante el colegio, las muchas veces que la tuvo a su lado, aquella vez que por accidente la vio desnuda, cuando le regaló aquel peluche, cuando la invitó unos helados, cuando acaricio su cabello; cada recuerdo era como un golpe bajo, un poderoso golpe, que lo lastimaba más y más. Sentía como si el tiempo se hubiese detenido y todo fuese lento a su alrededor, no escuchaba ningún sonido, solo la voz de ella; él deseaba que nunca llegase el amanecer que esta noche fuese eterna. De pronto comenzó a llover sobre la ciudad, como acompañando su tristeza, él seguía caminando, había perdido el sentido de vivir; la lluvia poco a poco mojaba su elegante traje, eso no le importaba. Él no pudo soportarlo más y comenzó a llorar, lloraba como un niño, sin consuelo, aquellas lágrimas brotaban de lo profundo de su ser, de un corazón desecho, de uno en la agonía más grande; y se mezclaban con el agua de la lluvia al caer. Solo deseaba poder volver el tiempo atrás y hacer lo que no hizo, remediar las cosas, deseaba tener un genio y pedirle un deseo, o una máquina para viajar en el tiempo.

Lo único que entendía era que estaba solo en este ancho mundo, había perdido a su padre, a su madre, a su pequeño hermano y ahora a la mujer que había amado toda su vida. Siguió caminando sin rumbo en esa fría y lluviosa noche, solo deseaba desaparecer en la oscuridad, ser absorbido por ese silencio, desaparecer para siempre; en eso recordó que llevaba consigo aquella pistola dorada, sonrió al tocarlo.

Agradecimiento especial a Day

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