Una prostituta y una confesión

Una prostituta y una confesión

Albano

02/08/2019

Caminando por aquellas calles abarrotadas de vendedores mirando toda clase de artículos, desde ropa hasta droga, yo seguía mi camino sin realizar contacto visual con aquellos vendedores, quería conocer aquella ciudad que tanto había escuchado hablar, era una ciudad limpia, con grandes obras de arte en el parque y donde se esculpía una inmensa catedral, la cual solo con mirar su punto más alto perdías el equilibrio, llegue hasta ese parque y camine, vi varios vendedores de llaveros, otras cuantos emboladores lo más normal de todas las ciudades. Seguí caminando hasta que me topé con un lugar de lo más singular, donde el cielo y el infierno estaban tan solo a 20 metros de distancia

En aquel lugar se encontraba una capilla pequeña, algo deteriorada que seguía en funcionamiento, casualmente estaban en misa y tan solo a veinte metros de ahí se encontraban varios burdeles con mujeres de la moral desviada (prostitutas) fuera de ellos, algunas para mi gusto eran feas,debido a su sobrepeso y a que eran un poco morenas, pero también habían unas muy hermosas con cabellos dorados, maquillaje negro y cuerpo delgado, algunas tenían unos senos pequeños y bien definidos, con un buen trasero y una voz que te embobaba cuando ellas te hablaban.

En aquel momento mi pasado volvió a mi mente, aquellas noches de mujeres, donde solo reinaba el placer del sexo y el alcohol, un pasado que quería dejar atrás pero siempre volvía a mi cabeza y me descontrolaba, todos aquellos vicios se habían convertido en una adicción y ahora como buena adicción era difícil de dejar, pero lo había logrado habían pasado dos años desde la última vez.

Con todos estos pensamientos en mi cabeza me alteré un poco y decidí calmar mis nervios con un cigarrillo, un placer que solo me lo permitía en situaciones extremas, le di una onda calada a mi cigarro, y mire a aquel burdel que estaba enfrente mío, no lo había visto, tal vez los nervios me habían segado, vi salir varias mujeres pero hubo solo una que logró llamar mi atención, ella era rubia, blanca, de contextura delgada, labios rojos, maquillaje negro, con senos prominentes un poco alta y con varios tatuajes, su ropa era transparente lo cual a simple vista podía observar sus senos y su entrepierna, la cual para mi sorpresa no tenía nada, ¡Dios, solo tenía aquel vestido transparente como ropa! Era la prostituta de mis fantasías sexuales, y la había encontrado en aquel sitio.

Fume nuevamente y me gire para no verla más, la carne es frágil pero el espíritu es fuerte me decía en aquel momento de debilidad, cerré los ojos y al cabo de unos instantes los volví a abrir, y ella estaba a mi lado, tan cerca que casi escuchaba su corazón palpitar, la volví a detallar unos instantes más, un tatuaje de águila que tenía en la espalda y uno de una flor que caía desde sus senos hasta la entrepierna, aquella mujer era una obra de arte, mi corazón palpitaba cada vez más rápido y la presión se me subía, empecé a sudar y ella comenzó a mirarme, no se el porqué de su mirada, pero me atravesó el alma y pudo penetrar hasta lo más profundo con aquellos bellos ojos azules, por mi parte le di otra calada a mi cigarrillo.

Después de vacilar con nuestras miradas ella comienza a pronunciar unas palabras, las cuales no logré capturar, ya que todavía me encontraba idiotizado con aquel vestido que dejaba ver todo su ser, finalmente recapacité y escuché aquella voz que se dirigía hacia mí, -«Vamos para la pieza mi amor», dijo ella, yo me quede paralizado, totalmente nervioso, mi pulsó aumentaba y el calor comenzaba a hacerse presente cada vez más y más; me decía a mí mismo que era pecado y uno de los más graves, pero mi moral se había ido y en su lugar estaba la conciencia pervertida del pasado logrando quebrantar mi fuerza de voluntad, todo esto sucedía por dentro, por fuera era un mar de calma y cuando el pasado ganó dije: -¿Cuánto por el polvo?, ella sonrió de manera pervertida y dijo: – Siete dólares, más dos de la pieza. Yo me quede paralizado estaba económica la propuesta, iba a ser unas de mis pocas oportunidades de poder estar con una mujer como esas y dentro de mi cabeza se desato una lucha por tomar la decisión acertada. Para el placer de mi segunda cabeza mi moral había viajado y la batalla la gano la perversión. – Cinco dólares y vamos para la pieza, respondí, ella me miraba, vaciló unos momentos y acepto la oferta, al fin de cuentas nadie me conocía en aquella ciudad me dije.

Mi nerviosismo volvió a atacar esta vez con más fuerza al percatarme que ya no había marcha atrás, ella me llevo hasta un motel, en la entrada entre en razón y pregunte: -¿Y los condones?, ella me sonrió (tal vez ella pensaba que yo era virgen o tal vez un idiota por la pregunta) y dijo :-En la habitación los dan corazón; Esas palabras recorrieron mi mente y mis recuerdos, recuerdos que creí olvidados, un condón roto en el pasado había supuesto una condena para toda la vida de no ser porque lo había hecho con una mujer virgen, no confiaba en esos malditos condones de motel que te regalan, le hice un gesto con mi mano y le dije que esperara que no confiaba en esos condones, no escuche su respuesta y camine a la droguería más cercana, la cual casualmente estaba al lado del motel.

Caminaba torpemente, traté de tranquilizarme respirando a fondo y pausado, pero no conseguí corregir mi caminar nervioso hasta aquella droguería. Llegue y compre dos unidades de condones el total fue de cuatro dólares (ya había invertido once dólares en aquel momento), compre los más caros ya que no quería volver a repetir situaciones del pasado, esperé hasta que el tendero me diera el cambio, era un hombre de unos treinta años, cabello claro y piel blanca, me dio el cambio y me dispuse a caminar nuevamente hacia ella la cual se encontraba en la entrada del motel, ya no estaba tan nervioso , mi paso era más tranquilo y cuando llegue hasta ella su voz me pareció miel en mis oídos.

Subimos aquellas escaleras de mala muerte, olía a cloro y llegamos hasta la recepción, nos atendió una mujer de unos cuarenta años, con una voz amigable y trato cortes, yo pedí la habitación y dos cervezas, la cual ella (la mujer con la cual yo estaba) rechazo fervientemente y pidió en cambio un jugo de fruta , tomamos aquel jugo y aquella cerveza, la recepcionista nos mostró la pieza, era un cuchitril de unos seis metros cuadrados, donde tenía una cama la cual el tendido estaba agujereado, un televisor el cual no utilizamos, y el baño. Entramos en la habitación y ella me pido el dinero, se lo di dando cuatro dólares en billetes y un dólar en monedas (solo eso me quedaba había gastado hasta el último centavo) , acto seguido ella entro en el baño para lavarse su entrepierna, no quería ni pensar cuantos pitos aquel dia habían pasado por aquella mujer, su desnudes fue bastante rápido y me obligo a detenerla, no estaba acostumbrado a esas cosas así de rápidas, la detuve y yo empecé a subirle aquel vestido transparente, lastimosamente no dejaba nada a la imaginación, fui subiéndolo suavemente mirándola,perdiéndome en sus ojos.

La observe de arriba abajo, ¡Qué hermosa creación del universo! Me dije en silencio, pase mi mano sobre sus senos, eran totalmente naturales, observe aquel tatuaje de flores que poseía en su pecho, baje un poco más hasta llegar a su entrepierna, allí terminaba aquel tatuaje con las raíces de las flores. Miré un poco su entrepierna, le había afeitado dejándose únicamente una línea vertical con unos bellos dorados como el sol, los cuales solo se podían observar de cerca. Posteriormente ella comenzó a desvestirme con suavidad, me quitó la camisa y después me bajo los pantalones, y por último la ropa interior, al bajármela dio una pequeña risa juguetona, me coloco el condón y empezó a besar a pepe ¡oh placer infernal de la naturaleza humana!

Aquel placer que no recordaba, que solo vivia ya en mis recuerdos lujuriosos del pasado, pero en ese instante volvía a mí, tan irreal como una fantasía sexual, la miraba, ella retrocedía y avanzaba casi con tanta naturalidad que parecía estrella porno, mis sentimientos de moral quedaron sepultados bajo los instintos animales de mi ser, ya no había marcha atrás, la levante y la tiré a la cama, quería probar nuevamente de aquella fruta prohibida de antaño, la coloque en cuatro y empecé el acto, al comienzo no recordaba muy bien los movimientos, pero ella se movía como lo que era, una puta, y empecé a coger confianza. Le cogí el cabello y empecé a susurrarle al oído, ella empezó a gemir, a medida que gemía le daba pequeños golpecitos en las nalgas y cada vez le apretaba más fuerte los senos, ¡Por Dios parecíamos animales sedientos de placer! Las gotas de sudor empezaban a descender por mi cuerpo hasta llegar al de ella, ella empezaba a ponerse cada vez más caliente, hasta que empezamos a mojar las fundas de la cama con nuestro sudor.

Cambiamos de posición ella subió y empezó a moverse, yo ya me había cansado , aquel movimiento de cintura que te proporciona uno de los mayores placeres de la vida, yo le agarraba los senos, era insaciable aquella mujer pensé, y cada vez más rápido se movía, las flores de su pecho se movían con sus caderas al punto de que danzaban en mi cara, ella gritaba, gemía, yo la nalgueaba y le apretaba los senos con mayor fuerza cada vez, parecía que me iba a venir cuando ella soltó un último grito de placer sus piernas se estremecieron y paró, al instante siguiente yo me vine. Aquel sexo carnal violento había durado más de una hora.

Ella se había venido en mi cintura, yo estaba lleno de aquel líquido de mujer y el condón estaba también lleno, nos apartamos, me limpie, ninguno pronuncio palabra alguna, ella se limpió y se colocó su incipiente vestido, acto seguido se marchó cuando yo me colocaba el pantalón, eso era el sexo casual aquel que te da placer durante unos minutos y te deja una gran sensación de remordimiento durante varios días. Mi moral había vuelto y en aquel instante solo pude sentarme y reflexionar acerca de lo estúpido que había sido al dejarme llevar por mis impulsos más animales.

Creía haber superado aquella etapa de mi vida, creía a ver dejado todo eso atrás, pero a la menor sensación de sexualidad volvía a caer, pero ¿De qué me servía estar allí sentado dándome golpes de pecho?, de nada eso no cambiaría el hecho de haber cometido aquel acto , aunque mi moral me carcomiera por dentro (debido a la educación que tengo) tenía que salir rápido de aquel lugar y enmendar cuanto antes aquel error, pero ¿Cómo podría enmendar aquello?, solo me quedaba una cosa por hacer, buscar el perdón de Dios mediante la confesión, siendo católico sé que la confesión sirve para liberarse de cargas de conciencia y a la vez reparar el acto cometido, además de recibir recomendaciones para no volver a caer en aquel pecado mortal.

Salí de aquel motel , nervioso y con la culpa carcomiéndome, mi moral me destrozaba una y otra vez en aquellos instantes, llegue a la calle y empecé a caminar hacia donde se encontraba la capilla, sentía que la gente me miraba me sentía sucio, pero no de esa suciedad que arruina la ropa si no de la que arruina el alma, tantas veces había leído sobre la teoría del descarte, que simplemente usamos y tiramos, en aquel lugar había usado y tirado a una persona, a un ser humano, una mujer, que podría ser mi hermana o una prima, no pensé en nada de esto sino hasta después de calmar mis instintos animales. Seguí caminando, el sol todavía estaba en su esplendor, hacía calor y miraba a varias personas en la calle pidiendo algo para comer, mis sentimientos fueron aún más desalentadores, con lo que había gastado en placer le habría quitado el hambre a una persona, en esos momentos recordé que al hombre no le duele gastar, después que le de placer o alguna gratificación, pero si duele gastar para ayudar a alguien, vaya individualismo en el que vivimos. Por fin llegue a la capilla y entre, casualmente estaba terminando la misa, y había una persona del clero en la entrada, le pregunte por el horario de confesiones, el me comento que después de la misa me podría confesar, además miré que tenía una tabla con nombres anotados, -¿Una rifa? Le pregunte, él asintió con una gran sonrisa, y añadió que era para los pobres de la parroquia. Le compre dos, al menos con eso enmendaba algo el daño realizado por el pecado.

Dentro de la capilla me percaté que ya estaban en la oración final, esta ya es la etapa final de la misa, esperé un poco y el padre termino, cuando acabo, me santigüe y entre donde él se encontraba, me mando a esperar unos instantes, al cabo de dos minutos salió con la indumentaria sacerdotal. Realice el acto de contrición y me pregunto por mis pecados, padre dije, entre sollozos casi se me salían las lágrimas, es como si hubieras cometido una falta a la persona que amas, a esa persona que te confía todo, que siempre ha estado en los momentos de dificultad y en los momentos de alegría, esa sensación se compara un poco a la que tenía en aquellos momentos, le había fallado a Dios, al más grande amor que un hombre puede tener, comencé a llorar y añadí –He fornicado padre, y me arrepiento de la manera más sincera posible, esa confesión fue una liberación para mi alma, poder decirle al padre aquel acto tan atroz, tan degradante fue una gran liberación.

El padre continuaba mirándome con gesto de comprensión y cariño, por fin dijo: -Tranquilo hijo mío Dios te perdona por todo lo malo cometido, sécate esas lágrimas y de ahora en adelante vete y no peques más. Aquellas últimas palabras las cuales el mismo Jesús le había dicho a aquella adultera en los evangelios resonaron en mi cabeza, si padre lo prometo dije. El me dio la absolución de los pecados, en aquel momento todas las cargas desaparecieron, me sentía renovado y mi moral me dejo tranquilo, realicé la penitencia, la cual fue un padre nuestro, dos aves María y un gloria. Salí de aquella capilla con una nueva mirada al horizonte, yo no me sentía ni nervioso ni melancólico, ni mucho menos culpable, ahora me sentía con confianza, con amor dentro de mi corazón.

Saliendo de la capilla divise nuevamente aquel paisaje donde el cielo y el infierno se encuentran a tan solo veinte metros, mire ambos lados sabiendo que a aquellas mujeres de los burdeles había que ayudarlas a salir de aquella vida y reintegrarlas a la sociedad mediante la educación. Por ahora necesitamos crecer más espiritualmente para evitar caer en la tentación del enemigo, me dirigí al metro por la acera de las monjas, no mire en ningún momento para la acera contigua, hasta llegar a la estación del metro.

Estando en el metro tomé asiento, respiré profundamente, cerré los ojos y hablando con mis pensamientos dije: ¡No más de mujeres fáciles! O tal vez si, ¡No, no más!, ya está decidido pepe.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS