Caminando sobre rosas.

Caminando sobre rosas.

Vladimir Blandón

19/07/2019

Andar por este mundo, es igual que caminar sobre un campo de rosas con los pies descalzos. Mientras caminas sobre esos suaves y delicados pétalos, una sensación de placer recorre tu cuerpo, te sientes a gusto, desearías que esa sensación jamás termine, pero luego recuerdas que debes dar el siguiente pasó. Caminas sobre espinas, das un paso rápido y vuelves a estar sobre los pétalos, te asusta la idea de volver a sentir dolor, pero debes seguir, no puedes evitar avanzar, no puedes quedarte en medio del sendero.

Pisas las afiladas espinas, esta vez la espina queda clavada, el dolor te invade, la sangre fluye y cae al suelo manchándolo de rojo, aquella maravillosa sensación se desvanece, ahora solo queda un profundo dolor. Pisas de nuevo los pétalos, pero ya no es igual, esta vez puede más el dolor que la felicidad, saca la espina, no la dejes perforar aún más tu ser… ¿Puedes escucharme?… No; no puedes, porque ya estoy muerto.

Lamento haberte dejado sola, lamento dejarte con esta espina clavada en lo más profundo de tu alma, lamento haberte dejado como último recuerdo, una rosa blanca teñida con mi sangre, no llores por mí y sigue adelante, no te quedes estancada en ese cruel recuerdo; quizás encuentres a alguien que ocupe el lugar que he dejado, quizás encuentres a quien escuche tu llanto y te consuele, quizás encuentres quien saque esta espina… Puedes escucharme… No; no puedes, porque haz cerrado tu corazón a todo, y las palabras solo las lleva el viento.

Te has encerrado en aquel momento cuando erramos más felices, el día en que te propuse que pasaras el resto tu vida a mi lado. Recuerdas bien, cada detalle, recuerdas que te cité una noche en medio del parque, todo estaba en silenció, no había nadie más que nosotros, la luna llena nos iluminaba, recuerdas el momento en me levante de la banca, puse una rodilla en el suelo y saque de mi bolsillo una pequeña caja, viste dentro de ella un anillo de oro, lloraste, y yo llore contigo, no podíamos contener nuestras lágrimas; sin decirte nada, tu entendiste todo.

Recuerdas la promesa que te hice. Te prometí que te amaría hasta el último de mis días… Cumplí con ella, aunque no pensé que fueran tan poco tiempo. Corté una flor blanca, la más hermosa de todas, te la entregue y la sujetamos con ambas manos. Un estruendo se escuchó en medio de la oscuridad, sangre brotó de mi boca manchando tu rostro, caí al suelo, aún con vida quise sujetar tu mano, pero el miedo te había paralizado. De la oscuridad salió un sujeto con un arma en su mano, se acerca a nosotros y sin decir nada tomó el anillo y se fue tal como vino. Antes de que mi corazón dejara de latir, vi como por tu rostro corrían sangre y lágrimas, que mancharon aquella inocente flor.

Fue una estupidez, el haber pedido verte de noche en un solitario lugar, fue culpa mía que ahora tu sonrisa desapareciera de tu rostro, fue mi culpa, que derramaras tantas lágrimas, lamento todo el dolor que has tenido que sufrir por mi imprudencia, pero sé que pronto llegará el día en que ese recuerdo se desvanezca, que tu sonría vuelva y que abras tu corazón a un amor que sea eterno.

El mundo es cruel, y a la vez es tan bello, vale la pena sufrir, porque pronto el dolor se ira, vale la pena esperar por un fugaz momento de felicidad, porque la tristeza no es eterna. Sentir el viento en tu rostro, escuchar una melodía que te haga bailar, ver los colores del otoño y la blancura del inverno, sentirte como un niño al saltar sobre una pila de hojas que con mucho esfuerza alguien había apilado, y luego correr para que no te golpearan con un rastrillo. Días lejanos a los que no podemos regresar, pero que nadie asegura, que no volverán. Siempre sale el sol, y eso es seguro, espero que algún día lo comprendas.

Sé que aún llevas contigo aquella flor, que se ha marchitado por el tiempo. En una noche fría y tormentosa, se puede ver una silueta, esta de rodilla frente a una lápida, apretando contra su pecho una flor marchita, la penumbra oculta su figura, la lluvia esconde sus lágrimas, y los estruendos de los truenos silencian sus gritos. No quiero que me olvides, pero tampoco que sufras por mi recuerdo, solo quiero que aprendas a vivir en este cruel, y bello mundo.

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