Las batallas son difíciles; pero mas son las que duran años, temporadas, recuerdos. La voz de Ana Ramírez, era escasa, ella tenia que esforzarse para que la escucharan; pero es su mente habían ciento de gritos, lagrimas… era algo frecuente. Sin esfuerzo. Después todo eso su vida era una mierda.
Se llevo las manos a las oreja, no quería el sonido del motor del bus, esperando arrancar, no quería ver a la personas subiendo, y señoras llorando por un asiento y maldiciendo mientras llevan la biblia debajo del brazo. No quería escucharse respirar. No quería nada mas en ese mundo .
El ambiento era negro y las ventanas mostraban un paisaje opaco, deprimente; pero sobre todo oscuro. Los arboles se agitaban y las hojas bailaban en el aire. El bus, freno violentamente, la puerta automáticamente se abrió, entro una chica sonriente, el cabello le caía sobre los hombros, unos ojos vivos de esperanzas, y con gesto jovial le pago al chófer delicadamente, que hasta hizo que le pareció arte para Ana. Pero sobre todo, se sintió vigilada así misma, porque esa chica era idéntica a ella, era su doble. La única diferencia era, que ella se veía radiante, a diferencia que las preocupaciones, golpes, humillaciones y los días oscuros eran unas utopías en su vida, y no una realidad macabra, eso….eso…. le parecía la gran diferencia.
Se sentó a tres filas adelante de Ana, una muchacho con el cabello rubio y rizado, volteo para mirarla, el le sonrió y ella le devolvió la sonrisa, ella estaba fresca y Ana se sentía en decadencia; pero era igual ella. ¿Porque debería estar ella así? Odio. Cayo sobre su corazón en una punzada seca, el odio era justificado, y ella no se sentía culpable por sentirlo. Se sintió mas ansiosa, y fría al mismo tiempo
La chica parecida a ella se bajo en la próxima parada. Ana lo hizo igual y la empezó a seguir. Su doble caminaba, como ella lo hacia, se le movía el pelo, como ella lo hacia, se veía feliz como ella lo hacia y vivía como ella lo hacia. Ana de la parte trasera, saco su arma, una calibre 38 y si pensarlo le disparo en el momento en el cual su doble volteaba. La sangre le cubría el pecho, cuya mancha roja daba el aspecto de ver una media luna roja. La sonrisa de aquella chica muy parecida a ella, se extinguió; y en ese momento vio que aquella chica era ella, era como verse en un espejo, ya no se veía feliz, ya no se veía radiante; se veía como ella. Ana agacho la cabeza, y vio que su pecho estaba caliente, cubierto completamente de sangre. Cayo de rodillas y aquella chica ya no estaba, había desaparecido ya hace muchos años; y ella fue la que la mato, se lo recrimino, mientras la sangre de su corazón rodaba por el suelo y le besaba la mejilla; como solía hacerlo su madre.
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