Esa mañana la sensación que tuvo fue la de querer arrasar con una topadora toda su vida, olvidarse de aquella mala cosecha y comenzar una nueva siembra. Ya no podía dimensionar la distancia entre aquel inquieto niño destructor de juguetes, por el solo hecho de saber que los hacía funcionar, y su presente vejez y frustración. Se autodenominaba inventor, aunque ninguno de sus inventos había logrado ser exitoso. Arrumbado en una esquina de su soledad convivía con miles de trastos viejos, futuros donantes para sus frustrados intentos, que constituían un tesoro para él.
Para algunos un loco, un acaparador de objetos inservibles para otros un genio, un soñador incomprendido. Para la Sra Morris, su vecina, definitivamente un “mal vecino”. La cual no dudó en demandar, después de aquel incidente en que su prometedora “Máquina para volar” se estrellara en su tejado matando a «Nino» su gato. A pesar que la demanda de la señora Morris próspero y el viejo debió pagar una abultada suma de dinero acompañada de la promesa de jamás volver a intentar poner en funcionamiento dicho artefacto, nunca pudo perdonarlo.
Sus cuestionables títulos académicos y sus teorías tan poeticamente argumentadas hacían dudar si aquel se trataba de un delirante o un genio. Invitado a aquella convención, posiblemente por error, ante la mirada de una veintena de “Superman”, no menos “Hombres Araña” y la presencia femenina de una cuantas “Mujeres Maravilla” el disertó sobre la posibilidad de la construcción de una máquina del tiempo.
Un joven, “Clark Kent” de anteojos, saco y corbata, amante de la ciencia ficción, obsesionado por la respuesta de la existencia de otras vidas fuera de este planeta, trabajaba de voluntario en el centro de observación y búsqueda de inteligencia extraterrestre. En frustrada y aburrida soledad pasaba sus guardias nocturnas soñando que algún día, el menos esperado, tal vez esa noche, recibiría el mensaje tan anhelado y sería él el primero en saber la tan previsible pero oculta respuesta. Sentado en la primera fila, totalmente seducido por la teoría del viejo, con sus ojos a punto de escaparse de sus órbitas escuchaba cada palabra con atención renovada. Aún temiendo su rechazo tomó la decisión de interceptarlo apenas descendiera del escenario. Acostumbrado al rechazo de las personas nada tenía que perder y para su sorpresa apenas cruzaron palabras, conectaron. El joven no podía creer que él le prestara atención, y al viejo le costaba creer haber captado la atención genuina de aquel joven. Esto lo estimuló profundamente, a tal punto de dejarse convencer en compartir una charla café mediante con el.
-¿Como llego la idea? -Sin reparo atacó el joven con su primera pregunta
– En realidad el concepto de la posibilidad de viajar en el tiempo es muy sencillo, lo difícil es llevarlo a la práctica.-antecedió el viejo antes de responder a su interrogante con otra pregunta.-¿Alguna vez haz visto una rueda girar a altas revoluciones?
– El joven respondió afirmativamente.-¿y que has visto?- continuó interrogando el viejo El joven ante la pregunta, quedó sin respuesta. Luego de algunos segundos de espera el viejo comenzó su disertación: -Pues lo que ves, es como la línea del tiempo se interrumpe y pega un salto hacia atrás. Mientras tu lógica te indica que la rueda gira en un sentido, al alcanzar cierta rotación comienzas a ver todo lo contrario. La rueda comienza a girar en el sentido inverso, ese es el momento preciso en que después de interrumpirse la línea lógica del tiempo se produce un salto hacia el pasado. El joven tratando de enlazar conclusiones, pregunto: -¿osea que todo consiste en poder adherirse a una rueda y generar la revoluciones adecuadas y el individuo saltara al pasado? -Básicamente es así joven, el problema radica en cómo someter a un individuo a tales circunstancias sin que sus órganos ejerzan una extrema presión aplastándose unos contra otros. Una vez resuelto este inconveniente, no dudo en que es posible lograr un viaje en el tiempo. Totalmente convencido de los argumentos del viejo preguntó si ya había tenido la posibilidad de experimentar su teoría con un ser vivo. Antes de emitir una respuesta el viejo reprodujo en su cabeza aquella calurosa tarde en que con gran dificultad había anexado un enorme motor a un viejo lavarropas.
Aquel ratón por un momento se sintió afortunado al encontrar un enorme pedazo de queso, sin sospechar que la columna que sostenía el moderno y diminuto restaurante estaba rodeada por un finísimo cordel, el cual se deslizaba hasta las manos del viejo, quien bajo el umbral de la puerta sostenía un pequeño espejo adosado a una vara de metal y observaba pacientemente que el ratón se ubicará en el lugar preciso. Luego de varios intentos fallidos finalmente tiró del cordel logrando su cometido. Al instante rodeando con sus manos la caja, lo atrapó y sosteniéndolo en su puño frente a sus ojos, exclamó: -Tu no lo sabes, pero hoy te convertirás en un héroe -El pobre ratón solo emitió un par de chillidos pues la mano del viejo lo apretujaba fuertemente casi sin dejarlo respirar.
Un largo cable se extendía desde el viejo lavarropas hasta la ficha de la pared más alejada, las patas se encontraban fuertemente abulonadas al piso, aquellas mínimas precauciones aseguraban al viejo de cualquier imprevisto que no hubiese tenido en cuenta. Luego introdujo al pequeño ser vivo en el tambor, se encaminó hacia la lejana pared e inserto el enchufe en la ficha. El aparato nutrido de energía comenzó a dar innumerables vueltas adquiriendo mayor velocidad en cada una de ellas. Una vez que se aseguro que no corría peligro se acercó a la precaria “Máquina del tiempo” y observó detenidamente hasta verificar visualmente la inversión del giro. cuando esto se produjo, miró fijamente su reloj pulsera hasta determinar que había transcurrido el tiempo suficiente para verificar su teoría. Giró sobre sus pies dando la espalda a su invento y se dirigió hacia la pared de donde el artefacto se surtía del necesario suministro eléctrico.
En ese momento el pobre ratón salió despedido proyectando un veloz giro helicoidal y no se detuvo hasta estrellarse en el techo. De retorno para verificar el resultado del experimento, y al confirmar la desaparición del pequeño pasajero en el tiempo, no pudo evitar estallar de alegría festejando a los saltos y gritando -¡Eureka, eureka lo he logrado! Mientras para el viejo el pobre ratón experimentaba un viaje en el tiempo, sus órganos reventados lo sostenían pegado al cielorraso. Con el objeto de retornarlo al “presente” en el preciso instante en que el viejo se dirigía a reconectar el artefacto, por efecto de la gravedad la masa amorfa que otrora había sido un simpático ratón se desprendió del techo cayendo en línea recta nuevamente en el tambor del lavarropa.
Al regreso de su reconstrucción mental de aquella tarde el viejo fue categórico en la respuesta, ante la pregunta que le había formulado el joven.
-Sí, desde luego que si, los resultados han sido extraordinariamente positivos confirmando que es posible viajar en el tiempo, solo que aun debo perfeccionar la cápsula y la indumentaria para poder completar el éxito del experimento en su totalidad. A partir de ese momento pactaron mantenerse en contacto.
Esa noche el viejo reflexiono sobre la frustración que compartían. El imposibilitado de concretar un invento exitoso y el joven noche tras noche esperando un mensaje que probablemente nunca llegaría. Pero al igual que su prometedor colaborador, renovó su ilusión y sus esperanzas en que aquella máquina del tiempo resultara exitosa.
Una semana después ante la constante insistencia del joven de visitar su guarida y poder observar y participar de la evolución del experimento, el viejo accedió a su requerimiento. Luego que lograron cazar un ratón ambos se encontraron dispuestos. Enfrentados, uno a cada lado del artefacto observaban el giro del tambor que comenzaba a revolucionar velozmente hasta alcanzar la suficiente energía como para invertir el giro de rotación, repentinamente el aparato comenzó a vibrar alocadamente, y mientras uno trataba de enroscar el cable en su pierna para desconectarlo el otro se aferraba fuertemente al borde del tambor, sus caras denotaba una mezcla de excitación temor y exaltación.
El tiempo transcurrió y lograron forjar una férrea amistad, habían transformado la frustración embarcándose en un excitante proyecto que los hacía sentir vivos. Frecuentemente realizaban viajes al pasado, pero aquella noche al volver del pasado en que juntos rememoraron aquella tarde en que la “Máquina del tiempo” se descontrolo arrancando los bulones que la mantenían aferrada al piso y los despidió uno para cada extremo del taller, permaneciendo desmayados por un par de horas, su joven amigo percibió el peso de la mano muerta del viejo y la acomodo a un costado de su cuerpo. Sus labios delineaban una sonrisa, el joven forzó sus párpados para cerrar sus ojos, al mismo instante que un agudo maullido interrumpió la escena. Un hambriento gatito había ingresado por la ventana de la habitación en busca de comida. La Sra morris alertada por el monitor del box de enfermería ingresó en la habitación y palpo la carótida del viejo, de pronto sobresaltada gritó:-¡MIERDA!.-El pequeño felino cuya entrada no había sido advertida por ella se enroscó en su pierna tratando de llamar su atención. Al advertirlo tomo al gatito y mientras lo acurrucaba entre sus brazos le dijo: -Que lindo eres, te llamaré “Nino II”, aquella pequeña bola de pelos logró suavizar su rostro que se había endurecido con la pérdida de su antigua mascota. Presintiendo que el pequeño era una ofrenda de disculpa del viejo antes de partir, inclinó su cuerpo besando su frente y susurrándole al oído. -Te perdono-.El joven que a pedido de la antipática enfermera permanecía fuera de la habitación, abrió la puerta en el momento en que esto sucedía y sin comprender vio como la mujer besaba la frente del viejo y luego de susurrarle algo al oído se le dibujaba una enorme sonrisa en su rostro, creyendo inoportuno el haberla abierto sin golpear, sigilosamente volvió a cerrarla.
Aquella situación lo dejó reflexionando, semanas más tarde al retornar al proyecto que lo hacía tan feliz, mientras trataba de perfeccionar la sofisticada “Máquina del tiempo” el muchacho pensó: Por fin el viejo logro inventar una máquina exitosa, solo en algo se equivocó , aquella no era una “Máquina del tiempo” sino una “Máquina para ser feliz”.
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