Estaba sentado en un bar bebiendo una cerveza tranquilo. Una vieja televisión estaba colgada en la pared y estaban pasando las noticias, decían que acababa de ser arrestado el jefe del cártel de los Líderes Unidos, una banda sanguinaria que controlaba tráfico y distribución de drogas en la capital y se manejaba como una empresa multinacional generando millones de dólares en ganancias. Lo estaban presentando ante los medios de comunicación, cuando apareció su cara en la pantalla algo me pareció muy familiar y aunque no recordaba de dónde o por qué, di un largo trago a mi cerveza y comencé a hacer memoria:
Un día de primavera de 1998:
Había visto el anuncio en el periódico:
«Se solicitan personas con ganas de superación que quieran ganar hasta 8000 pesos, capacitación, posibilidad de crecimiento en la empresa y prestaciones de ley, solo 3 lugares disponibles»
En el anuncio venía un número de teléfono a donde llamé y en donde me habían dado una cita para la entrevista.
Salí de la estación del metro a las 17 horas y las calles de Ciudad de México estaban infestadas de carros y peatones.
El sol estaba comenzando a ocultarse, lo que le daba un tono melancólico a la luz que rebotaba con pereza en el asfalto y los edificios.
Caminé cerca de 100 metros por Av. De los Insurgentes. A cada paso que daba los edificios parecían un poco más deteriorados y más pobres. Había muchos aún con estragos del terremoto del 85 y tenían las fachadas con los vidrios rotos y las paredes cuarteadas.
Por fin llegué, el edificio era el peor de todos. Una puerta con un vidrio reventado y unas escaleras que parecían la entrada de una cueva abandonada me dieron la bienvenida, mientras dos cucarachas enormes salieron felices de la oscuridad y un anciano de unos 80 años estaba sentado en una silla de metal escuchando las noticias en un pequeño radio. Me acerqué a él y pregunté:
-Vengo a una cita con … –
-Sí, sí, 5to piso por el elevador – contestó sin mirarme.
Cuando el elevador abrió sus puertas me vi frente a un pasillo oscuro en donde al final había una puerta de madera vieja entreabierta de donde salía una voz que tarareaba una cumbia de los Ángeles Azules. Me asomé discretamente:
Un joven de unos 18 años estaba sentado sobre una mesa de lamina, tenía el cabello tieso por el exceso de gel, era moreno, muy delgado y bajo de estatura. Tenía la espalda ligeramente encorvada y estaba leyendo una historieta de traileros.
No me dio confianza. Cuando estaba a punto de dar media vuelta y salir de ahí la puerta se abrió de golpe.
Era él:
-¡Muy buenas tardes! ¡Bienvenido! pase, pase, soy Rodrigo Colosio – dijo.
-Vengo por el empleo, me dieron una cita- contesté con desconfianza.
-Pasa por favor y siéntate ahí en la sala de juntas- me dijo – En un momento comenzamos.
Pasé a la «sala de juntas» era un cuarto de unos 20 m2 con varias sillas viejas de fonda formadas en 2 filas. Una mesa de plástico en el fondo en donde había 3 cajas grandes de cartón reposaba arriba de una minúscula tarima.
En poco tiempo llegaron algunos otros incautos a sentarse conmigo en la sala. Dos señores grandes de unos 50 y tantos años. Una mujer en los 30s, dos jóvenes y yo. Todos con la misma cara de incredulidad y desesperanza.
De pronto las luces se apagaron (aunque todavía había algo de luz) y por la puerta entró Rodrigo Colosio y 4 jóvenes vestidos con camisas blancas tipo mesero de bar y pantalones negros viejos. Entraron con una grabadora pequeña a todo volúmen tocando la música de Rocky y aplaudiendo. Se pararon frente a nosotros y comenzarona a gritar y aplaudir. Los dos viejos que estaban sentados enfrente comenzaron también a aplaudir.
– ¡YO PUEDO! gritaba Colosio y los otros le contestaban al unísono -¡YO PUEDO!
-¡SOY UN GANADOR! – ¡SOY UN GANADOR!- le contestaban.
La música terminó. Colosio comenzó a hablar:
-¡Bienvenidos al primer día del resto de sus vidas! ¡Los recibimos con un caluroso saludo y felicitandolos por haber tomado la decisión de tomar las riendas de su destino y comenzar su propio negocio- dijo categórico mientras levantaba un puño.
-Vamos a comenzar por presentarnos, soy el gerente regional de ventas de la empresa VAM Ventas al Menudeo y el día de hoy tengo una excelente oportunidad que ustedes no pueden dejar pasar.
Debo de reconocer que el tipo realmente sabía vender.
-Estamos presentando un nuevo producto innovador que no tiene competencia y que va a revolucionar el mercado papelero!
El tipo siguió hablando, comencé a ver a detalle sus zapatos, estaba hablando de éxito financiero y estaba peor vestido que yo:
Traje color gris rata, antiguo, el pantalón le apretaba y creaba un pequeño bulto obsceno a la altura de los huevos. El corte acampanado dejaba en claro que eran de manufactura setentera. El saco parecía dos tallas más pequeño y las solapas y corbata emitían un brillo opaco cortesía de miles de pasadas de plancha casera. Llevaba unos calcetines blancos y zapatos negros que querían desesperadamente ocultar su uso debajo de una gruesa capa de grasa y un reloj grande que parecía de plástico con el cual intentaba desviar la atención de las carencias de su atuendo.
Los otros lo miraban con una admiración genuina, los asistentes lo escuchábamos aburridos y todos le estaban dejando de poner atención.
Uno de los viejos se levantó y se fue sin decir nada, el joven lo miró salir y habló más fuerte:
– ¡Hay personas que no saben identificar una buena oportunidad cuando la ven por eso es que no tienen éxito en la vida!- dijo con tono arrogante señalando al viejo por la espalda con el dedo – ¡FUERA DE AQUÍ! gritó con indignación.-¡FUERA DE AQUÍ! le respondieron sus compañeros.
La mujer se puso de pie y salió de prisa sin mirar atrás y los dos jóvenes atrás de ella.
Quedábamos un viejo y yo. Estaba a punto de levantarme cuando el joven orador me miró directo a los ojos y vi que me estaba suplicando con la mirada que me quedara a escucharlo. El viejo que estaba en la primera fila estaba dormido y prácticamente yo era el único espectador que le quedaba. Decidí quedarme, no tenía otra cosa que hacer.
Entonces sacó algo de las cajas de cartón: Eran bolsas pequeñas con dos bolígrafos y una pequeña libreta de papel.
-Tal vez no lo parezca pero este producto aquí los puede hacer ganar muchísimo dinero- Dijo mientras sus compañeros lo miraban con respeto e interés. El viejo de la primera fila despertó.
-Ahora les voy a dar la lección más valiosa de sus vidas- dijo. Luego tomó una de las cajas y salió de la sala de juntas mientras sus compañeros caminaban atrás de él.
-¡Vamos!- gritó desde afuera, el viejo y yo nos pusimos de pie y caminamos siguiendolos en silencio.
Salimos del edificio y nos dirigimos hacia el metro. La suela del zapato de Colosio se despegó y comenzó a rebotar en el pavimento.
Llegamos hasta el metro y nos paramos en la salida. Nos miró a mi y al viejo y nos dijo:
-Pongan atención si quieren llegar lejos y cumplir sus sueños-
Me di cuenta de que tenía una cicatriz grande en la nariz y que su ojo izquierdo era ligeramente más oscuro que el derecho.
-El secreto del éxito está en no desistir, aquí voy a ofrecer una bolsa a cada una de las personas que salgan del metro y por 10 que me digan que no una me va a decir que sí – dijo convencido-ese será su trabajo. Finalizó.
Me dio tristeza, en verdad el tipo estaba convencido de lo que decía y tenía ese «no se que» que tienen los grandes vendedores pero la gente pasaba sin siquiera mirarlo.
El viejo se marchó yo me quedé con ellos cerca de una hora, ninguno vendió nada, me acerqué a él y le dije:
-Estoy seguro de que eres un gran vendedor- hice una pausa- pero esto no es para mí, deberías intentar otra cosa, estás perdiendo el tiempo aquí, no está bien engañar así a las personas.
Me miró con profunda decepción y luego su mirada cambió y se volvió arrogante:
-Un día voy a ser rico- me dijo y los pendejos como tú se van a tragar sus palabras – Él me dio la espalda y yo me marché.
Ahora el tipo en la TV se veía arrogante, satisfecho, convencido. La televisión disfrazaba un poco la diferencia de color de sus ojos pero la enorme cicatriz continuaba visible en medio de la nariz:
«Cae El Colosio, el sanguinario líder del cártel de la Líderes Unidos» decía con letras grandes en la pantalla.
-Bueno dije mientras levantaba mi cerveza para brindar con la pantalla- al final conseguiste lo que querías y si, llegaste más lejos que yo- acabé mi cerveza, pagué mi cuenta y salí del bar tragándome mis palabras como El Colosio me lo advirtió aquella tarde de 1998.
FIN
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