El precio de existir

El precio de existir

Joao

08/07/2019

Al amanecer despiertas sólo, en un lado de la cama, abrazando unas sabanas, sumido en la tibieza que da la tristeza. En el camino de la vida has sido un sobreviviente de tus propios pasos, sobrepasaste todo límite establecido por la sociedad que pretendía alinearte a una vida especifica.

Cuando lo notas no eres más un niño y estas cerca de los treinta, casi tres décadas de vida, la utopía se esfuma. Lo que era antes maravilloso, deja de serlo y te quedas en el vacío constante de lo que significará, todo lo que está por acontecer. El entorno hace una ola de condenas sobre lo que nos depara, nos clasifica acorde facultades y apariencia; algunas personas creen que la juventud, aquella clásica, se ha perdido, y con ella la esperanza de decencia.

De pronto te llenas de reuniones laborales y normas que debes seguir, horario y rutinas que desgastan los días. Algunos más te miran como un solterón, asegurando que, a estas alturas de la vida, la paternidad y el pacto donde la lógica escasea frente a un altar, son los pocos caminos que te quedan por recorrer y, para cómo van y se ven venir las cosas, lo más seguro es terminar cerca de una soledad que solo la muerte acabará.

Lo siento, debo decirlo, solo o acompañado, la soledad siempre llega, cierta o incierta. Ser libre duele, sin importar la ideología que tengas. Somos víctimas de puyas disfrazadas en palabras encandiladas y más aún, un futuro solterón independiente, un acto de suicidio amoroso. En mi experiencia, las mujeres han consumido bastante de mi tiempo y gozan de acapararlo, en su totalidad es algo excitante.

El amor no lo es todo, y mucho menos podrá serlo, porque el amor son las ganas infinitas de querer estar contigo siempre, una compañía constante. Y por momentos parecerá que lo es todo, pero no, no lo es.

La vida nos pertenece y estará con nosotros quien deba estar, quien mire ese brillo y no se asuste ni se opaque. Quien nos mire y reconozca en nosotros sus ganas de vivir.

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