El árbol de los ojos

El árbol de los ojos

Griss Narváez

03/07/2019

No estaba bien. Sí en el lugar correcto y en el momento indicado pero yo, no me sentía bien. Como siempre la confusión ganándome y la ansiedad por correr no se alejaba. Te pensé como todos los días lo hago y te esfumabas.

Ahí estaba yo, tirada al piso. Acostada bajo el manto café que flotaba por momentos y me sacudía. Los mareos me hacían la mala jugada y mis manos siempre inquietas por querer tocar tierra, buscando lo palpable, buscando aquello que me hiciera entrar en razón.

Mantenía los ojos cerrados para sentirte mejor, pero no; no estabas ahí. Ponía la mano al centro de mi pecho y latías, sólo eso. De ahí llegó un mareo que quiso salir por la boca. Abrí los ojos directo al cielo y estaba el árbol tapándolo y entre esas ramas difusas, tus ojos verdes color tristeza estaban clavados en mí. En ese instante supe que seguías en mí.

El corazón se sintió apretujado, mi espalda pareció desprenderse y mi cuello se encogía y sentí asfixia. ¿Qué me provoqué al buscarte? Entendí lo tuyo, entendí tu latir, qué espejo tan más claro al verte, al vernos, al sentirnos aunque siempre he sentido más yo que tú.

Cerré los ojos de nuevo, te sentía y dolías. No se iba la pesadez en el pecho e imploraba que pasaras, que te marcharas de una vez. Volví abrir los ojos y el árbol seguía ahí con los tuyos clavados en mí. Los rodeaban colores en tornasol y de pronto desapareciste quedándote en gris.

Busqué descansar, quitarme la pesadez y solo los colores me tomaban para marearme y hacerme pisar firme. Los latidos retumbaban a los lejos y los graznidos del cuervo llegaban al oído, el relincho del caballo anunciaba otra llegada.

Nuevamente alcé la mirada buscando respuesta y no había nada. Solo seguía ese árbol, firme de raíz; ese árbol que clavó tus ojos y que presentó a otros un fin. Llegaron los colores y sólo se dibujó el viento ligero que tocó mis cabellos y se fue, así como ya te has ido tú.


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