La Estación del Olvido

Era una pálida noche

en la estación del olvido

un tren oscuro de luto

entre vapores se abría

al sonar la campanilla

del andén número dos.

Maletas de madera y cartón

de roña empedernidas

ajadas cestas de mimbre

para el pan y la tortilla

Entre besos, abrazos

y adioses: triste partida

frente al oscuro

tren del olvido

lazos separados

al pié de la escalerilla.

El tren se iba moviendo

entre flameantes pañuelos

como velas encendidas

el tren se fue alejando

de la memoria perdida.

El vagón se removía

su mecer nos fue durmiendo

recostados en la herida

de un sueño entrecortado

por el dolor de costado

y la cabeza torcida.

Y entresoñando fuimos meciendo

la muerte que recorría

por los carriles desiertos

de una guadaña fría.

Sobre su filo

fuimos muriendo

en el corazón que ardía

de la máquina de hierro:

un dragón sobre las vías

negro como el carbón

que al fogonero cubría.

El tren nos fue purgando

sobre la vía dolorosa

el pecado de haber nacido

en una tierra sin pan

en la estación del olvido.

Al cabo de muchas horas

tan largas como el dolor

y el hambre que porfía

una roca nos tragó

en boca entenebrecida

un túnel nos engulló

en su entraña vacía.

Fue cuando llegó el momento

de la asfixia estremecida

cuando el humo se coló

por la abierta ventanilla.

Toses, quebrantos suspiros

en medio de una agonía

que nublaba la mente

y al pecho lo sacudía.

-¡Cierren las ventanillas!-

se oyó

y al grito todos corrían

pero ya la carbonilla

con su bautizo ardiente

había marcado en la frente

el paso hacia la otra vida.

En la fugacidad de un momento

el túnel nos vomitó

al clarear del cielo

en la alborada en flor.

Luego un rayo de esperanza

el horizonte se abrió

una tierra prometida

brillaría bajo el sol.

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