Cuatro con cinco minutos y tres luces parpadeando al compás del tiempo, que se va gastando a la vez que el sol comienza a despertar.Un motor ronroneando pidiendo a gritos que lo conduzcan y sonidos tormentosos que anuncia la partida del tren.

Comensales que comienza a llegar y con ellos perros, pulgas y una que otra paloma.

En esta estación las pulgas esperan a los perros, los perros, esperan que llegue el sopaipillero, el sopaipillero espera a los comensales y los comensales, esperan que legue el bus.

En una esquina un perro come sopaipilla, esperando un café, para compartirlo con una persona en situación de calle.Mientras en la otra esquina redonda, dos tipos cobran peaje a los transeúntes.

De lejos se ve el barrendero que limpia la ciudad, antes que todos despierten.También sin dejar en menos al distinguido diaréro, que pese a la tecnología de hoy, siempre tendrá disponible el tradicional papel.

Esta es la rutina de todos los días, personas y animales que cumplen labores, cada una de acuerdo a sus necesidades.Pero la que más sale ganando es la pulga, que sin mover un musculo, tiene comida, abrigo e información.

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