I
¿A cada paso, tropiezo? De niño, tal vez. Como en el trajín diario de aventuras imaginadas. Como algún deportista cuyo error lo desborda o lo motiva. O alguna enfermedad que devora la energía. O la incapacidad.
No recuerdo que sentí al dar los primeros pasos. Fue seguro erguirme, controlar a mis anchas esta capacidad humana. Utilizar las piernas de forma segura para trasladarme, correr. La brisa nace, se torna fuerte, mientras el kilómetro por hora pasa a cinco, luego a diez, y así, gracias al trabajo de mis piernas.
Recuerdo que en la infancia, mis rodillas siempre estaban remelladas, los moretones adornaban la piel. Poco a poco la edad transcurría y deje de caer. Sombras, siluetas. Recorrer el mundo y sus obstáculos.
La Ciudad-Estado desaparece, se distancia. Los caminos se liberan y protegen. El consenso social, el laberinto, la mirada furtiva, el cazador. ¿Será el transportarse un desarrollo? Tal vez sea la principal causa de la sobrevivencia. La causa primera, la búsqueda. Porque no, causa primera o conocer.
Respira el cielo, acaricia húmedas nubes y déjate sonrojar ante el espacial coqueteo. Arrástrate en las infinitas arenas. Desespera el rostro, desnúdate ante el árbol del bien y del mal. Árbol retorcido, aniquilado.
Legiones délficas, chaskis solares, resistencia de los cantores que acarician dínamo. Las primeras preposiciones que bifurcan el tiempo. Seres alados incrustados, perplejos en relaciones sin sentido. Diatribas de la libido real. Tótems modernos que nos protegen de la misma locura, de la vida. Energías, códigos, verbos.
El mensaje árido, secreto, protegido por viajeros. Extraños nudos tinturados que guardan el lenguaje de Babel. Lamento grave que corre. Entre los Andes y la vida. El poder deviene en trascendente aroma. Se acercan, asesinos que nos creen demonios.
Doce pirámides pregonan. Persisten sus gritos luego de quinientos años. Civilizaciones arrasadas en detrimento de lo humano. El ángel del tiempo se te burla por la burda línea que deambulas hasta morir.
A no ser que…
Pequeños campos relucen bajo oscuras cuevas que me miran en silencio, esos árboles irregulares acompañan la velada. Caminos trazados sin querellas, ni atropellos. Las armas nucleares congelan. Entonces la posibilidad ¿de qué sirve? Lo humano ¿de qué sirve? ¿Lo natural? Hambriento como cualquier otro perro desterrado. Que corre en círculos, atraviesa las esferas de lo irreal, se plantea estrellas. Chaski enfermo. No existe más.
II
Se sobrecoge al ver un bus tan lleno. Se arremanga de sobre manera. Piensa en la llegada, en la próxima parada, en la hembra que se subió y, se le pasa. Atraviesa entonces la brisa variopinta, luego el frío. Aterriza la mirada en el vacío de la puerta blanca. Algún, que dirán… lo irrita, pero se distrae.
Porque no ha de deslizar su mano sobre la mía. Es acaso un gesto de deseo. Acaso la imagen es más fuerte que cualquier encuentro real. Acaso ya está hecho.
Magníficos binoculares que me transportan lúcido en el entretiempo. Nos desenganchan trémulos, dejando que la sangre se vuelva inaudito sacrificio. Luego veo un abrazo tenue que busca desahogo. Gooooool!!!! El encebollado para terminar el día. Alguna jaqueca y de fondo salsa brava para nunca acabar. En cierto sentido me sofoca la atmósfera. El radio se apaga, la distancia no suena más. En vivo todo trasciende rápido.
Escenario prodigioso para cometer un crimen. Un asesinato imprevisto. Mi nombre es lo de menos. ¿Mi edad? Todas las edades. Acabo de quedarme ciego por contemplar el sol. Acabo de enmudecer… al escuchar el estruendo pasional de los ríos, que se están secando.
Deambulo por el bulevar 24 de Mayo, ya no queda nada. Tal vez, alguna historia sórdida, que se enamora de amnesia. Tal vez, el renacer entre ceniza del recuerdo. O tan solo palpo iracundo la náusea enfrascada en desesperación. Me rodea tu inocencia eterna, el tráfico, los susurros, los guardianes. El frío sudor que lacera heridas en el rostro y se estrella con mis pasos.
En esta ciudad perdida y amamantada entre las sombras del medioevo. Ciudad religiosa, idolatra, abandonada. España vulgar, asesina, hambrienta. Contaminó con su hedor la civilización de los oros, la civilización del sol. Ahora queda la biblia, los pasillos, el alcohol, los paisajes, el petróleo.
La materia ha sido mancillada sobre la técnica soberana, donde descansa la sangre humana y miles de lágrimas de impotencia. La técnica creada por el sapiens que ahora lo destruye. Naciste para la técnica hombre pez de las profundidades modernas. Como una espumilla que me recuerda tus seductores labios. Como el café que me recuerda viejos libros desperdigados en la salita de la abuela bondadosa. Y un conejo, que me recuerda el tiempo en que carcomes la cruz del sur. Sí, me recuerda tu sexo.
Los abismos y sus irremediables caídas cubiertos por doctos enternados. Es decir, cementerio descomunal que atesora el firme suelo de Kitu. Yacen razas milenarias dominadas, terratenientes perversos, mujeres casadas con el barbudo de aureola. Me pregunto ¿Qué es la monogamia? Yacen entes que limpian zapatos y consumen golosinas. Obreros y animales metálicos que transportan rápido, la plusvalía urbana. Niños de toda época que olvidan la omnipresencia. La psique, las redes.
Ahora La Ronda me da la bienvenida. Trastabillo por caminos coloniales que acarician la reflexión de un viejo colega. Un antropófago cambiando de era: lo viejo, por lo nuevo.
Reflexión que lo mantenía en el limbo. Tal vez, se volvió loco… Cronos devorando hijos.
Al menos el silencio te da la mano, lo impredecible te da la mano. Yo me olvido que doy. Me olvido de la melodía que con violencia se abre paso entre la demencia de los semáforos y el acordeón del cemento. De la agonía danzando entre penes y vaginas ávidos de desenlace, bajo el grito austero de la salvación humana. Catalogando el error.
Al menos nunca faltará el fantasma, ni los salones rojos y sus matices. Los ojos devorando pantallas. La pornografía política. Los juegos del oro negro. Al menos, tropezaré con mentes grandiosas escupiendo desde el cielo. Plantas carnívoras masticando coca. Al menos, despertaré en las mañanas con las toxinas del cuerpo escapando esporádicas ante el dulce silbido del páramo.
Pero la gente está triste en el Playón, ansiosa, apurada.
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