EN MEDIO DEL DOLOR
Cuando todo parecía no tener sentido, llegaste tú con frases motivadoras que levantaban el ánimo que estaba caído.
En medio de todo el dolor que sentía, tú me cuidaste, decidiste quedarte para que no llorara, convirtiéndote en mi pañuelo de lágrimas.
No me conocías ni siquiera sabías por qué me consolabas, pero así tu corazón te lo dictaba. Decidiste ser mi amiga en medio de la nada.
Gracias por llegar en medio del dolor, como el sol que llega después de cada noche para dar su gran esplendor.
Fuiste, eres y serás mi medicina cuando, en medio del dolor, esté sin poder sanar. Tú vendrás a curarme con tu gran amor.
COSAS CURSIS ENTRE ELLA Y YO
(Amigos cursis)
Cómo olvidar cuando empezamos a sembrar una gran amistad. Tú y yo, dos desconocidos, supimos de la existencia del otro porque el destino confundió nuestros chats e hizo que nos escribiéramos.
Siempre era un – Buenos días, ¿Cómo amaneciste hoy?– mi respuesta de niño travieso era: –Pues, como todos, acostado– Así los dos nos reíamos al empezar el día.
Todo esto dio comienzo a tan linda amistad. Yo te trataba de usted, y amaba cuando te enojabas y me decías: –Trátame de tú– Yo, como siempre rebelde, hacía lo contrario y, poco a poco, empezamos a tutearnos.
Yo me convertí en tu moshito y tú en mi churitos. Suena cursi, pero a nosotros nos encantaba hablarnos de esa forma.
Amigos cursis nunca se escuchó, pero tú y yo lo inventamos.
MI CONVERSACIÓN FAVORITA
No sé cómo ni cuándo te convertiste en mi chat o conversación favorita. En la mañana, en la tarde, en la noche o simplemente en todo el día, lo único que quería era conversar contigo. No sé de qué, pero siempre quería hablar.
Cuando no teníamos de qué hablar, siempre te repetía: “¿Y qué haces?”. Exactamente no sé cuántas veces, pero lo único que me importaba era seguir hablándote.
Te convertiste en mi persona favorita, en mi confidente, en otras palabras: en mi amiga. La distancia no era impedimento para hablar; la tecnología nos ayudaba, y lo hacíamos desde antes de que saliera el sol hasta que la noche caía y, poco a poco, el sueño llegaba, hasta quedarnos dormidos.
Conversación favorita, no solo para mí sino para ti. No nos importaba si nuestros padres se enojaban por estar todo el día con el celular en la mano, simplemente, lo nuestro era algo extraordinario.
Por eso, cada vez que conversábamos nos olvidábamos del mundo. Tú y yo constituíamos uno nuevo donde éramos felices: tú, tu celular, yo y el mío. El mundo que construimos era hermoso porque no tenía medida ni nombre; lo único que tenía era a dos locos con una conversación favorita…
UN AMOR CIBERNÉTICO
Muchos dirán que no existe, que eso no se da en ningún lugar del mundo. Todos creerán que es una cosa de locos, porque dirán: “¿Cómo puedes amar a alguien si no la puedes ver, si no la puedes tocar?”.
Sí, me considero loco y no me importa lo que diga la gente. Yo encontré un amor cibernético. Así como cada persona encuentra un amor en cualquier parte, yo lo encontré allí, en mi celular. Y no hablo de que me enamoré de ese aparato, sino de la persona que estaba al otro lado.
Como cualquier otro amor, todo es lindo: un mensaje de “Buenos días, mi amor”, “¿Cómo estás?”, “Te extrañé” o simplemente un “Te amo”, algo simple pero hermoso. Lo más hermoso es que venga de esa persona de quien te enamoraste sin conocerla en persona.
Este amor cibernético me volvía loco. Sus fotos, sus audios y sus llamadas estremecían mi alma. Me sentía el ser más feliz del mundo porque estaba enamorado.
Tú y yo hicimos de las redes sociales nuestro nido de amor, lleno de cosas bonitas, risas, incluso peleas y reconciliaciones.
Los besos más dulces, los abrazos más fuertes y los mejores deseos escritos en mensajes: una locura de enamorados.
El anhelo más grande de los dos era conocernos y ser los mejores amantes, y hacerle saber al mundo que se equivocaba al decir que un amor cibernético no se daba.
Tú y yo demostramos lo contrario: el amor rompe cualquier barrera. Para nosotros era la distancia, pero la vencimos con un amor cibernético.
Y llegó el día de conocernos y nos amamos para siempre. Concluimos que el amor está en todas partes y se da de muchas formas; la nuestra fue una forma cibernética.
CADA VEZ QUE VEO LAS ESTRELLAS
Mientras camino bajo el firmamento de una noche estrellada, levanto la mirada y busco la estrella más hermosa, la más brillante. Cuando la encuentro, pienso que así como el cielo tiene muchas estrellas, cada una más bella que la otra, yo elegí una distante sin saber si la podía alcanzar. Para mí era la más bella, la única con la que me sentía bien. Hice todo para alcanzarla.
Sé que en este momento me llamarás iluso porque quiero alcanzar algo que es imposible. Pero quiero que sepas que mi estrella está en la tierra: tiene un nombre, una sonrisa hermosa y todo lo que me puede gustar y hacer feliz. Esa estrella eres tú, sí, tú, la que está leyendo esto. Eres la estrella más hermosa que encontré en la tierra, y sin pensar dos veces te elegí para que seas mi compañera de aventura, para que tu brillo me acompañe en mis días oscuros.
Para mí no existe estrella más bella que tú. Me cautivó el brillo de tu sonrisa y me enamoré perdidamente de tu mirada. Decidí ser tu noche para que fueras mi estrella.
PARA MI CHURITOS
La mujer más hermosa que pude conocer a lo largo de mi trayecto es perfecta, con su carita sonriente y lo que ahora describo:
Tu cabello era lo que más me llamaba la atención: tantos churritos juntos te hacen ver tan hermosa.
Tus labios mordidos son mi debilidad; no los cambiaría por nada del mundo, porque de ellos me enamoré.
Tus ojos no tienen descripción, porque simplemente superan cualquier definición de belleza: en ellos reflejas alegría y tristeza.
Tu cuerpo, lugar donde perdí todo mi ser por tu figura tan definida. Eres la mujer más hermosa que pude ver; todo se me erizaba.
Los sentimientos y emociones más bonitos los encontré en ti. Sentí lo que es amar, lo que es ser novio de la mujer que me deja sin palabras. Sentí celos, lloré y te hice llorar. Lo último me hace sentir mal: yo quiero ser el motivo de tu alegría y no de tu tristeza.
La perfección hecha belleza: esa eres tú. No me enamoré de tu cuerpo, aunque lo vi; me enamoré de tu forma de ser, de esa niña escondida en un cuerpo de mujer, de esa niña que quiso acompañarme en mis aventuras, la que me regaló lo más valioso que tenía: su tiempo y su amor.
Gracias por dejar que haga de ti poesía. Nada de lo que escribo tendría sentido si no me inspiraras tú. Los versos más lindos son los que salen de tu corazón.
Lo más hermoso es que tú estás en mi vida. No sé de qué forma, pero estás, y yo lo siento aquí, en el lugar más valioso: sí, ese lugar que llaman corazón. Allí estás tú y nunca te voy a sacar.
Jamás
Olvidaré que
Siempre
Estarás
Llenándome de tu
Inmenso amor y por eso quiero que
Nunca cambies, me gustas como eres…
SIN TOCARTE TE HICE EL AMOR.
No solo tu cuerpo fue el lugar donde pude hacerte el amor: fue en tu voz, en tu sonrisa traviesa, en tu mirada tan tierna. En ellas me perdí, quedé atrapado como las moscas en la miel; no me importaba si moría por estar allí contigo.
Jamás imaginé que se podía hacer el amor sin tocarse, pero contigo pude hacerlo: sentir tu cuerpo rozando junto al mío, tu presencia conmigo cada día. Podía oler el sudor que dejan los amantes al hacer el amor, y todo esto sin tocarte ni tenerte en mis manos.
Te desvestí y tú a mí. Nos perdimos en algún punto; lo importante era que los dos queríamos hacer el amor sin tocarnos.
Conozco tu cuerpo y tú el mío: cuerpos que, sin ser reales, fueron para nosotros la pasión más excitante que encontramos.
Y sin tocarnos hicimos el amor cada noche, esperando a que llegara la madrugada, porque hacer el amor sin tocarnos hasta la madrugada no estaba censurado.
MUJER MÍA:
Yo no quería a nadie más porque te encontré a ti y te convertí en mi mujer. Tal vez me convertí en el hombre más egoísta del mundo porque tú te convertiste en mi mujer.
Cada vez que me pedías algo, me repetías: “Tu mujer te lo pide, a tu mujer le gusta…”. Así, cada día, te convertías en mi mujer.
Tú, mujer mía, en cada ironía de mis días estabas para ser mi calma; me comprendiste en mi enojo, me consolaste en mi sollozo y me amaste más que antes.
Mujer mía, confieso que te quiero más cada día. No sé qué sería de mí si algún día te perdiera; todo se tornaría en tinieblas y sin alegría. Por eso, quédate, mujer mía, hasta el fin de mis días.
OPINIONES Y COMENTARIOS