1. ALIEN I HENNA

La historia de Alien y Henna es tan solo conocida por aquellos que alcanzaron la cima de una larga travesía que comienza en lo más profundo de tu interior y recorre cada arteria hasta alcanzar la puerta que te conduce al túnel de luz. Si al conocerla descubres que también para ti guarda un significado, es posible que hayas sido parte de su existencia en el recuerdo y memoria del espacio reservado a quienes buscan la respuesta a las más importantes preguntas. Alien vivía en soledad, incomprendido por el resto de los moradores de su planeta, apartado de placeres y apetitos. Amó cuanto pudo largo tiempo hasta que ella dejó de creer en sus posibilidades. Así es como abandonó Álbira y se refugió en las montañas. Su vida estaba en constante cambio puesto que su naturaleza realizaba mutaciones a medida que incorporaba sensaciones y experiencias. Conoció a los dragones de los valles, a los búfalos del altiplano y a las gacelas de la llanura verde. Escuchó con asombro el sonido del arroyo, el quejido de los lobos, las caricias que la noche de la selva regalaba. Y se acostumbró a su soledad llena de todo y a la vez vacía de ella. Comprendió que no podía sino respetar la decisión que fuera de él quedaba. Lloró, sufrió, resistió para crecer y recuperar su entereza. Y finalmente cerró aquel vacío. Cuando ya nada esperaba desde el lugar que para él lo era todo apareció de repente Henna. Desde el instante en que atravesó las fronteras que en el aire le advertían de llegadas imprevistas, Alien supo que estaba buscándole. Resignado salió a su encuentro percibiendo en su interior la llama encendida desde el centro de su corazón. Y Henna llegó hasta él desde el viento, se acercó para entregarle sus ojos y agarrar su cuello dejándose llevar. Volaron lentamente, descendieron, caminaron, se dieron mucho tiempo para respirar. ! Eran tan diferentes ! Henna recuperaba su energía poco a poco y su aura brillaba con mayor intensidad. Alien cambiaba en cada instante, se adaptaba y observaba el prodigio que ella le causaba. Y así sucedió que Henna llenó el lugar que tanto había cuidado Alien en su interior, y a su vez completó su propio yo junto a él. Se amaron como no puede existir amor más grande. Y cambiando de aire, de cuerpo y de vida, decidieron un día fundirse en uno, dejando esta vida y naciendo ya en otra.




2. SHEDDAR

La historia de Sheddar estuvo escondida durante muchos años a causa de un descuido. La transmitió una hechicera a la luna menguante del Norte acostumbrada a que al dar la vuelta y alcanzar su máxima creciente aparecería otro hechizo que continuase la cadena. Pero misteriosamente la luna se detuvo y la historia acabó por caer sobre el bosque de Ylt. Al completarse tras un tiempo la luna llena, algunos hechiceros comprendieron que algo había sucedido porque la cadena había llegado sin mensaje. Así es como empezó la búsqueda uno de ellos que aunque muy joven, presintió que ese camino le correspondía seguirlo a él. De modo que marchó durante años leyendo los árboles sin perder la esperanza de alcanzar su objetivo. Muchas veces sentía la duda en su pecho y la apartaba empujando con el corazón para seguir avanzando. Una mañana despertó muy temprano y la descubrió. Había quedado escrita en el tronco de un árbol inmenso que estaba rodeado de rocas en la parte alta de la curva que queda al sur del río Gré. Y descifrarla resultó más fácil de lo que esperaba. Era la memoria de Sheddar, que contuvo el dolor de una pérdida toda su vida hasta que decidió un día crecer desde esa herida. Sheddar vivía en el océano y disfrutaba de una libertad completa recorriendo el fondo marino y conociendo a otras criaturas. Fue allí donde supo de la existencia de almas que habían llegado desde un espacio diferente. Descubrió que algunas provenían de un elemento que quedaba por encima del suyo al que llamaban «aire». Supo entonces que otra libertad había acompañado a quienes habían volado. Supo de las nubes, del sol, la luna y las estrellas en la noche. Encontró también a otras que llegaron desde una superficie sólida conocida como «tierra» y le contaron que existía el trigo, la nieve, la lluvia y la fruta. Escuchó que los árboles crecían, que la hierba olía a vida, que las montañas se levantaban hasta fundirse con el aire. Un día Sheddar comenzó a subir a través del mar dejando besos de despedida en su recorrido. Llegó hasta una luz que se filtraba a través del agua con un brillo desconocido y siguió su estela con decisión. Casi sin darse cuenta había salido de las aguas y se elevaba hacia el sol sostenida por su deseo de cambiar. Descubrió así que el aire no le era extraño. Encontró enseguida otras almas que la recibían con sonrisas y sonidos de bienvenida. Voló muy alto, tan lejos como pudo, veloz por momentos, muy lento otras veces. Sintió que nunca querría perder aquella sensación. El movimiento surcando el cielo era intenso, era limpio y era bueno. «Magia es esto» pensaba. Pero algunas almas le hablaron entonces de las islas, de pedazos de tierra en los que existían otras almas maravillosas. Y Sheddar buscó encontrarlas y descubrir por qué no preferían el aire o el fondo del mar. Así es como un día alcanzó una playa de arena y conoció a otras almas, escuchó sus canciones, aprendió sus palabras. Y aprendió a caminar. Recorrió grandes distancias, contempló maravillado paisajes de belleza inimaginada. Encontró los ríos, los valles, los bosques, también las montañas. Y sin comprender del todo lo que estaba pasando, se enamoró. Era tal su belleza que no pudo resistirse y de nada hubiera servido intentarlo. Se contaron confidencias largo tiempo, compartieron risas y recuerdos, penas y complejos. Sheddar le explicó del mar, le enseñó del aire, la llevó en sus sueños para que disfrutase a su lado. Y el amor creció, la felicidad se quedó y se hicieron inseparables. Pero un día Sheddar amaneció solo. La buscó sin descanso en cada lugar frecuentado. Esperó, desesperó y volvió a esperarla. Aceptó por fin después de mucho tiempo, que no pudo hacer otra cosa que dejarle. Cansado de tierra, de mar y de aire, decidió que era tiempo de irse también, de emprender un último viaje. Escribió su historia en la madera de un árbol justo antes de fundirse para siempre en la naturaleza convencido de que no había otro camino, por más que hubiese llegado después.

3.- RHYNNO

La historia de Rhynno ha llegado a comprenderse no hace demasiado tiempo a causa de un malentendido que apareció en el origen de quienes aprendieron su mensaje, ya que los que primeramente lo escucharon de ellos interpretaron las motivaciones de maneras diversas dando lugar así a una múltiple verdad parcial que con el tiempo devino en errónea certeza y para algunos engaño completo. No era fácil descifrar que al escoger el camino menos sencillo estaba luchando por vencerse en la parte que nunca debió incorporarse a su manera de crecer. Pero siempre resulta aventurado predecir acontecimientos aunque con frecuencia así se proceda. Nunca hubo que buscar en Rhynno más que lo que expresamente manifestaba con sus silencios. Cuando no tuvo claro si era oportuno intervenir en un sentido concreto había aprendido a aceptar sus limitaciones y se permitió seguir existiendo en la duda, a la espera tal vez de una certeza venidera. Por eso cuando llegó a sentir que pedazos de su corazón se marchaban arrancados , decidió cambiar su rumbo y cuidar lo que conservaba con la esperanza de que bastase para sentir junto a alguien. Así anduvo al encuentro de un destino que ninguna señal le daba sobre su existencia. Tropezó una, dos y otras muchas veces. Aprendió y olvidó para seguir adelante. Cuando conoció a quienes iba encontrando, abrió sendas que hubieran servido para llegar a entender su búsqueda, pero en un momento u otro llegaba la incomprensión a recordarle que sus preguntas no podrían hallar respuesta desde esos espejos. Si entregó de más percibió rechazos por quienes querían que hubiese menos. Cuando contuvo desconfiaron de sus reservas por intuiciones enfermas. Consiguió sin pretenderlo conocer bien el dolor que podía acompañarle y cuidó de no hacer del mismo sino un rasgo de su carácter. Ansiaba descubrir la luz de aquellas sonrisas que le invitaban a creer en el otro y olvidarse de sí mismo. Ayudado por quien le confió su sufrimiento comprendió que podía encontrarse mejor intentando cooperar. Apartar sus heridas curando las de otras almas. Pero por más que intentó completar el camino emprendido, los constantes giros que no podía evitar afrontar le conducían a lugares y situaciones que le dificultaban avanzar. Al encontrar a Dasheel le pareció que el cálido alivio de su compañía podría ser una señal a la que debía prestar atención. En sus mensajes encontró sosiego y visitó la quietud para descubrirse diferente. Alejado de su propósito por aquel bienestar, muchos interrogante se desvanecían. Dejó de ser el que intentaba ser y se convirtió en el que era. La complicidad espontánea de sus encuentros le permitió aceptarse. Ya no le importaba defender convicciones porque Dasheel construía su ideal desde prismas completamente alejados de sus condicionamientos. Rhynno tuvo que asimilar que ella girase de repente para iniciar su búsqueda. Se distanciaron desde el lugar en que se encontraron. Con el dolor de aquella imprevisible pérdida regresaban las cuestiones que tanto había ansiado resolver. ¿Acaso ella le había llevado a un descanso y ahora emprendía un camino similar al que observó en él ? Se repitió que vivir el presente había valido la pena y asumió que las decisiones de ella le eran del todo ajenas ya. Cuando tuvo que decidir sobre seguirla en una dirección que él no buscaba, calló y reanudó su viaje. No intentó persuadirla de algo contrario a lo que él mismo persiguió con ahínco. ¿ Debió prever, anticipar, presagiar ? ¿De qué hubiese servido? Así que caminó otra vez solo y ligero de pasado. Tiempo todavía le parecía tener. Recuperó los modos que le habían llevado a seguir intuiciones profundas. Escogió nuevos ritmos para evitar que las dudas le devolvieran recuerdos que supusiesen un lastre en su nueva aventura. Su decisión le empujó de nuevo a crecer. El movimiento pasó a ocupar su existencia con urgencia y se sumergió en los cambios con deleite. Había dormido y soñado, había sentido y amado. No tardaron en aparecer las oportunidades de detenerse, de acoger la permanencia estática de comodidades seductoras. Pero sería repetir procesos que todavía estaban vivos en su interior y necesitaba seguir avanzando. Con el tiempo, las distancias desaparecieron por completo. Sus pasos eran ahora. Su mirada era encuentro continuo de información nueva. Después de mucho recorrido, un nuevo giro le obligó a detenerse y al hacerlo sintió que un peso inmenso le doblegaba hasta que su naturaleza enfermó. Nuevamente tuvo que adaptarse a limitaciones que le convertían en otro, y tras mucha lucha y poca fortuna, Rhynno descansó abrazando otra luz





4. VOLTA

La historia de Volta encontró un hogar en la ladera norte del valle que guarda la vida del pastor conocido como Yru, que la aprendió escuchando lo que contaba una joven visitante que llegó hasta su morada cansada tras un largo viaje. Mientras reponía fuerzas con apetito frente al fuego contó que apenas le quedaba tiempo y había hecho una promesa. Yru no gustaba de hacer preguntas tal vez porque sabía ya que muchas respuestas llegan apartadas de la verdad, y cuidaba de no alejarse de ella. La joven contó que quería recuperar la confianza de Volta, a quien había abandonado porque el orgullo pudo más que su corazón. Ocupado en seguir cuidando que la muchacha saciase su estómago a la vez que avivaba el calor de la chimenea, Yru comprendió que aunque ella estaba luchando por algo muy valioso, el daño que había causado a Volta no sería sanado desde la voluntad. Porque lloró con amargura al confiarle aquel sufrimiento se dijo que las heridas de ambos necesitarían mucho tiempo de soledad, de cuidados y de paz. Que ella creía en lo que estaba haciendo no le ofrecía ninguna duda, de modo que Yru empezó a colocar en una esquina de su cabaña algunas piedras que reservaba para ocasiones muy especiales. La joven agradeció la hospitalidad y quedó en silencio un tiempo. Yru había completado una torre con sus piedras en aquel rincón de la cabaña y se sentó calmadamente frente al fuego. Se dio cuenta de que ella se había dormido y le acercó abrigo sin despertarla. Aquella noche no consiguió conciliar el sueño. Intentó hallar la forma de que Volta supiese que ella todavía le amaba, pero dudaba a su vez de que tuviera algo que hacer en ese sentido. Cuando se levantó para ver el amanecer descubrió que las piedras habían desaparecido. Una sonrisa se instaló en su rostro para acompañarle al exterior de la cabaña y mientras caminaba midiendo el frío de la mañana le pareció escuchar la voz de la muchacha diciéndole que él vendría. Regresó entonces hasta el interior y preparó un desayuno para ambos. La joven no tardó en despertar y le sonrió agradecida. Con más prisas de las que Yru acostumbraba se despidieron y así recuperó su soledad cotidiana. Poco recordaba ya de aquello el día que llegó hasta su puerta Volta portando un bolso que parecía muy pesado sobre su espalda. Yru le ofreció gustosamente su hospitalidad intuyendo quién era. En cuanto entró a la casa llevó hasta el lugar escogido aquel bolso y comenzó a ir sacando las piedras una tras otra. Se sentaron junto al fuego para escucharse bien. Volta preguntaba, Yru acostumbraba a decir tan solo lo necesario. Tras muchas pausas Volta le expresó su gratitud y le confió lo que haría. Se despidieron con cierta pena puesto que había nacido entre ambos una amistad prometedora. Al regresar al interior de su hogar, Yru encontró sorprendido tan solo la mitad de las piedras que Volta le había devuelto. Se acordó de la joven y salió a disfrutar de un largo paseo. No había caminado mucho cuando le pareció escuchar la voz de Volta diciéndole que ella vendría. Nuevamente se preguntaba si había algo que pudiese hacer para que aquel desencuentro terminase. A fin de cuentas aquellas piedras debían permanecer todas juntas porque el destino quiso que Yru guardase su magia. Recordó lo que Volta le había contado que iba a hacer, de manera que cargó las piedras en su mochila y emprendió un camino a su encuentro. Tras muchas jornadas encontró la puerta de su nuevo amigo que le recibió con sorpresa y alegría. Disfrutaron también allí de las cosas más sencillas hasta que Yru le entregó el contenido de su mochila. Con sumo cuidado estuvo colocando las piedras en una esquina de la casa y tras terminar se despidió con una mirada cargada de esperanza. Solamente años después, cuando ellos dos aparecieron juntos frente a su puerta, supo que su propósito había funcionado. Rieron abrazados antes de colocar de nuevo las piedras de Yru en su justo lugar, y allí permanecen desde aquel día.




5. MEDUSA

Cuando Medusa dejó las tierras que habían acompañado su historia muchos sintieron que perdían algo valioso que creían les pertenecía. Que ella era una fuente de continua luz recuperadora de esperanza lo comprendieron desde el momento en que comenzó a escuchar sus problemas desde la apertura que necesitaban. Que el dolor y la pena podían quedar diluidos para encontrar un modo diferente acabó por resultarles tan natural como la lluvia y el viento. Porque nunca prometió soluciones era siempre inesperado encontrarlas a su lado y con los años no quedaron tristezas invencibles, amarguras clavadas en el alma ni pesares de oscuridad insana. Si Medusa supo en algún momento del amor nadie lo podía afirmar con seguridad. Dudas, incertidumbre y misterio envolvían los entresijos de corazón tan protegido como el suyo. Porque la soledad era muy bella a su alrededor casi todos pensaban que era feliz habitándola y tal vez por eso dejó de ser entendida como extraña, como rareza y como peligro. Aceptada en su singularidad, la cercanía de algunos gestos le procuró elogios no buscados. Quedaba lejos de pretender convencer a alguien de cualquier idea así que tuvo libertad para sentir y expresar a su manera. Al principio nadie entendía su lenguaje y aunque la diversidad de flores y plantas no dejaban indiferente a quienes se acercaban al espacio que con tanto cariño cuidaba, la mayoría restaba importancia a aquella tarea. Pese a todo, el jardín que un día sólo una flor adornaba creció hasta resultar imposible ignorarlo. Medusa acostumbraba a acompañar cada día a una de las plantas que lo conformaban. Se propagó el rumor de que les hablaba durante horas cuando no podía ser vista y de no ser porque el encanto que aparecía desde aromáticos trazos suspendidos en la brisa despertaba sensaciones de bienestar en sus vecinos, hubiesen señalado como locura sus hábitos y maneras de existir. Cuando comenzaron a confiarle palabras sinceras que llegaban escondidas y arrancadas de oscuridades íntimas que arrastraban sus visitas, Medusa experimentaba profundos cambios. Su imagen dejó de constituir un rasgo de su personalidad ya que parecía adaptarse a emociones que de algún modo quedaba impresas en su naturaleza. Nuevas flores llegaban, nuevos problemas se alejaban y el jardín comenzaba a ser considerado como un milagro que provenía del cielo. Que su partida vino motivada por alguna necesidad del corazón resultó conocido tras una repentina ausencia que se prolongaba apartándose de su rutina invariable. Una carta de despedida junto al última planta que había crecido cerca de su hogar llegó a ser leída por tan solo una alma, que la guardó sin comprenderla hasta que la brisa le pidió despacio que la siguiera entendiendo sin pretender alcanzarla. Desde entonces cuida de aquellas flores intentando aprender a escucharlas, y dice a quienes le preguntan que Medusa vive para siempre enamorada.

6. ERÁN I ZINNÉ

Siempre supieron que juntos eran capaces de conseguir todo aquello que por separado les resultaba inalcanzable y aunque en sus respectivos pasos llevarán tiempo sosteniendo huellas comunes, la vida deparó un largo distanciamiento que ninguno de ellos aceptaba sin tristeza. A los que quisieron entrar como parte del secreto vinculo que les había unido tanto tiempo les alcanzó para disfrazar debilidades e inflar su ego, pero nada logró reemplazar el equilibrio mágico que surgía de acuerdos nacidos con cada encuentro. Zinné continuó inmutable en la mayoría de los avances que había completado. Erán en cambio buscó. Guardó y olvidó por igual consciente de que era tan probable acertar como equivocarse en muchas decisiones. Sus caídas, resbalones y periodos de exploración interior ampliaban su conciencia. Zinné por su parte conquistó objetivos muy distintos. Los laberintos que tantas veces atravesó con Erán ya no aparecían en su camino y en su lugar llegaban otros paisajes que le sirvieron para crecer en aspectos que antaño le parecían de escasa relevancia. La felicidad descubierta en las claves cultivadas se instaló en aquel modo de vida. Lo que supo del sendero que Erán había trazado le causaba conflictos incómodos que casi siempre le conducían a escucharse en la habitación de los pronósticos, pero pese a todo seguía percibiendo la luz. Cuando llegaron coincidencias a una puerta sellada por el miedo revisó la mirada descubriendo que otros ojos le hacían ver diferente y poco a poco cambió también. En sitios muy distantes Erán asimilaba nuevas enseñanzas que le permitían adentrarse en recuerdos que estaban codificados desde perspectivas que ya no compartía. Le llegaban respuestas, entendía señales, perdonaba su inmadurez, su inconsistencia y sus errores. Cuando llegaron coincidencias a una puerta sellada por el orgullo revisó la mirada descubriendo que otra paz le permitía ver diferente, de modo que siguió buscando. Qué papel jugó en la historia de ambos la proximidad de Néride tan sólo ella lo puede saber con un mínimo grado de certeza. Ni obedeció a su voluntad ni la hubiese encontrado en caso de pretenderlo. Lo cierto es que comprendió que era siempre ahora y que estaba siendo él. Reflejado en sus ojos descubrió que no quedaban puertas sin abrir junto a ella. Tal vez por eso renunció sin vacilar a una parte de sí mismo que comenzó a percibir no necesaria y que no podía ocuparle por más tiempo. Zinné en otro lado se hallaba a su vez dividido. Cuando llegaron coincidencias apartó de sí la parte que no necesitaba esperando ser coherente al hacerlo. Que las partes de ambos se encontraran habiendo sido rechazadas y llegasen a complementar un despertar tan natural en libertad es atribuido unánimemente al destino, y que no exista lo inalcanzable para aquella fusión espontánea resulta lógico hasta para el más incrédulo de sus semejantes. Por eso ambos esperan desde lejos que acabe cumpliendo algún día por sí mismo, el mejor de todos sus sueños.


7. DÚMENO

La historia de Dúmeno es la de una convicción y un ideal. Cuando consiguió vencer los muros que impedían la transformación de su presente en el abrazo de la plenitud que intuía, no pudo encontrar consuelo que le ayudase a salvar pasionales respuestas que emergían cargadas de emociones contaminadas por sufrimientos y rencor. Tuvo así que elegir entre seguir o variar en el centro justo de su más valiosa conquista : la autenticidad. Se daba cuenta de que había evolucionado en varias direcciones y que era probable que sus fragilidades en relación al equilibrio y la mesura le supusiesen una mayor lentitud precisamente cuando ansiaba ser raudo. Encontró en el silencio y el ritmo de la respiración la serenidad que le acercaba a comprenderse en su multiplicidad. Esperó el latido justo y notó que lo perdía, que regresaba a veces para acercarle el mensaje que aplacara su urgencia. Finalmente decidió partir y encontrar el lugar que le permitiese completar un nuevo enfoque desde el que construir algo que dotase de significado aquella existencia. Aprendió a relativizar al tiempo que crecía intensamente la sensibilidad respecto a una caricia, una palabra, una mirada, un gesto. De este modo asimiló nuevos lenguajes, adquirió habilidades e integró respuestas en continuo aprendizaje. La observación de la naturaleza nutría su espíritu y el tiempo parecía una dimensión modulable desde respeto y aceptación. El corazón ampliaba su presencia y reclamaba nuevas atenciones. Encontró Dúmeno señales para seguir creyendo que era posible lograrlo y desde ese enclave, contemplando pacientemente esperó.
8. ÁYARE

Áyare encontró a Dúmeno cuando la espera de que su lucha le condujese a descifrarse por completo ya había terminado de prometerle cualquier resultado favorable. Observándose en la mirada que le mostraba comprendía que otro modo no era extraño ni incómodo para ella. Aunque poco le contara del pasado comprendía que ningún secreto existía entre ellos. Tampoco le causaba sorpresa que esperase porque presentía que tal vez estaba allí por eso y a su vez podía ocurrir que no necesitara tantas respuestas como imaginaba. Les cuidaba la paz, les visitaba la ternura para acompañar sus movimientos, compartir cadencias y crecer en cada instante sin pretenderlo. Desnudando los íntimos rincones que había reservado con callada dulzura para evitar que rechazos e incomprensión terminaran vaciando el sentido que adivinaba en una delicada pureza a la que ni en los más aciagos momentos renunciaría, se encontró consigo descubriéndose con él. Pudo hablarle de las cosas que nunca le parecieron importantes con la innata pasión que siempre dedicó a lo que más le importaba. Escuchó los latidos de ambos, por separado y juntos. Vigiló la pausa, asumió su valioso significado para impulsar tan sólo lo necesario y avanzar cuando era oportuno. Si había creído que existía una necesidad que alimentar para lograr satisfacer exigencias incorporadas a su evolución, ahora se complacía en derribarlas sin temor a perderse con ello. Acompañaba los cambios de Dúmeno con sorpresa y alegría. También ella había participado del dolor y no le apartaría del crecimiento que conseguía al enfrentarlo. Asomándose a su felicidad intangible y enigmática se sentía capaz de protegerlo y en su interior despertaba una singular emoción en la que se reconocía distinta y a la vez más ella. Así es como dejó que el tiempo perdiese significados antiguos para convertir instantes en semillas que cuidaba con paciencia. Aceptaba que por más que esperase le devolviesen algún día algo de la desbordante vida que puso en ellos, nada le aseguraba que el destino sería justo con su tarea. No puede extrañar que Dúmeno dejase para siempre de esperar nada a su lado, ni que Áyare sin esperarlo, todo comprendiera.


9. WÍLAROS

La historia de los Wílaros conserva un secreto que resiste las traiciones de quienes intentaron valerse de su verdad para lograr fines que nada tienen que ver con ella. Tal y como aparecieron en tierras que nunca llegaron a recibirles con una mirada desnuda de prejuicios, consiguieron preservarse en lo esencial sin por ello dejar de aprehender cuanto venía desde el corazón de aquel paisaje árido que disimulaba su hermetismo mediante rutinas gastadas. No quisieron adaptarse a costumbres en las que pudiesen percibirse como impostores y por ello se les juzgó como peculiares, antisociales o peligrosos. Si mostraron bondad al abrir el espacio en que se reconocían en esencia, no tuvieron otra respuesta que desconfianzas y recelo. Cuando optaron por refugiarse en prolongados silencios y mantenerse al margen de de lo que en nada les afectaba, les interpretaron del modo en que pudiesen herir su conciencia. Pero pese a todo su identidad venció aquella lucha. Importaba tan poco renunciar a manjares a los que llegar a partir de caminos que les alejaban de proseguir íntegros que muchos les señalaron como extraviados incapaces de disfrutar con libertad del progreso. Que nunca cambiaran o que fueran tan sumamente cambiantes e imprevisibles causaba idénticos reparos, de manera que no quedaron sin precisar las razones que los envolvían de misterio. Se marcharon de pronto, sin anuncios ni despedidas, sin equipaje y sin huellas. Quedó apenas nada, silencio, alguna piedra tallada en un lugar inaccesible y la memoria de algunos, muy pocos, que sintieron en el alma aquella pérdida, en su mensaje un vacío y en su destino una promesa.


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