Dentro de una vieja caja de cartón, asustado por los impredecibles movimientos de la caja y la incertidumbre de qué iban a hacer conmigo. Temeroso aún, ya que horas antes el dueño de la casa, poseído por los celos (al parecer, una enfermedad humana que hace insoportable para los enfermos no ser el centro de atención continuo y el único destino del cariño de su objeto de obsesión) me golpeó muy fuerte en la espalda y la cabeza. Cuando ella me oyó gritar corrió en mi ayuda y clavó sus uñas en la cara del dueño de la casa, yo corrí hacia el sótano y me escondí debajo del mueble grande (el que nunca mueven porque pesa demasiado) y ahí me quedé, temblando y llorando en silencio para poder oír lo que pasaba arriba y para que no viniera tras de mí a hacerme daño.

Tras un rato de gritos, golpes y discusiones, escuché a Luz hablar por teléfono y sollozar de una manera nueva, no entendía lo que decía pero sonaba a culpabilidad, a pérdida, a soledad….

Cuando Antonio llegó escuché gritos de nuevo, eran de él, lo supe aunque nunca lo había escuchado gritar antes, pero conocía su voz y su olor tanto como los de Luz y mi mamá, después de todo ellos eran todo lo que yo tenía.

Traía con él la caja de cartón y comenzó a llamarme con voz dulce, tratando de disimular su enfado y su tristeza, Luz me miraba y lloraba, se tapaba la cara para que yo no viese las lágrimas en sus ojos y ahogaba gritos de profunda pena en tenues gimoteos. Decidí salir por ella, no podía verla así, tenía que calmarla.

“Adiós pequeño, irás a un lugar mejor”. Y así fue como todo aquello que había constituido mi vida desde que nací se esfumó de repente y sentí el aliento helado de la soledad recorrer cada uno de los pelos que envuelven mi piel.

“Gracias tío por quedarte con él, mi hermana no puede tenerlo más, ese hijo de puta se lo cargará cualquier día, y yo no puedo tener más perros, además no lo han sacado nunca, no sabe estar con otros perros y se asusta de la gente, de los ruidos… y de todo al fin y al cabo”.

Una voz respondió en tono grave y decidido : “Que asco de gente Antonio….. por cierto…¿cómo se llama?”

“se llama Luka”

“¿Luka? Buahhh … ¡le cambiaré el nombre!

En ese momento el hombre de la otra voz cogió la caja donde yo me encontraba y se alejó, escuché el ruido de puertas cerrarse y tras unos cuantos pasos, se detuvo, posó la caja en el suelo con cuidado y la abrió despacio. Yo no estaba dispuesto a que esa voz grave con esa cara barbuda y esos ojos que me miraban como estudiándome me pusiese un sólo dedo encima, así que para sorpresa del tipo yo ya estaba preparado, apreté mis colmillos, tensé mis músculos y al abrir la caja salté con todos mis dientes fuera y mordí su mano, “ostias, este enano es un gremlin, ¡como muerde el cabrón!..el tipo se apartó hacia atrás, no parecía enfadado, sino más bien perplejo, pero no lo conocía y no me fiaba de él, además con esa barba no podía leer bien su cara, así que continué mostrándo mis dientes, babeando mi rabia acumulada y advirtiéndole con todo mi repertorio de gruñidos y ladridos: “ ¡ey barbudo no me toques las pulgas!, ¡si quieres probar mis dientes sólo intenta tocarme!, ¡jamás molestes a un perro metido en una caja!, ¡que te mato cabrón, acércate si tienes huevos!”…..No sé qué fue exactamente, pero entonces el tipo de la barba se levantó, se fue a un sofá que había enfrente y se sentó a observarme, yo seguí gruñendo y ladrando por si acaso, y entonces me di cuenta…..me había meado de miedo….menos mal que ese tipo se había ido, ¿había conseguido asustarlo? Espero que sí…… quien sabe que podría hacerme un tipo tan raro…..

Un rato después, yo seguía dentro de la caja, acurrucado en la vieja camiseta que Luz me había regalado para dormir, estaba impregnada de su olor y de esa absurda agua que los humanos tienen en un bote y que huele tan mal que a veces casi no me permitía distinguir su olor. Un perro nunca haría eso…Y mientras yo pensaba en Luz y me asaltaban recuerdos de nuestros divertidos juegos en casa y esas maravillosas salchichas que en ocasiones ella me daba, el tipo de la barba se levantó y sin mirarme siquiera se dirigió al frigorífico. Los olores que salieron de ahí parecían proceder del cielo de los perros, y con el hambre que yo tenía….el hocico se me hizo agua. Olía a jamón, queso, salchichón, empanada de jamón de york y queso, pollo asado y un sinfín de manjares más.

Entonces le hice el truco del cachorrito hambriento. Empecé a temblar como si me muriese de frío, entorné los ojos, empecé a lamerme los belfos y a mirarlo con la cabeza gacha. El tipo de la barba picó el anzuelo…”Ey pequeñín, debes tener mucha hambre ¿verdad?”. Creo recordar que dijo algo más acerca de que no me acostumbrase a su comida y tal, quizás dijese que me debía acostumbrar a comer pienso o algo así, no sé….Yo tenía mi truco del cachorrito hambriento, así que…¿A quién le importaba? Estaba ensimismado mirando el trozo de jamón que acercaba a mi boca….jamás había tenido algo tan delicioso entre los colmillos ….. admito que el tipo de la barba no parecía mal humano, feillo quizás, pero a los perros no nos importa demasiado eso… “Por esta noche puedo hacer el esfuerzo de aceptar tu presencia… pero más te vale tener jamón a mano si quieres acercarte a mí..”

A la mañana siguiente, todo estaba en silencio. Aún dormía el tipo de la barba, lo sé porque sus ronquidos me despertaron justo cuando Luz iba a tomarme en brazos y sacarme de la caja. Ese tipo roncaba como un rottweiler cuando alguien intenta meter el hocico en su plato de comida…claro…con esa barba seguro que no podía respirar bien, pobrecito…. Entonces tuve la gran idea….voy a marcar toda esta habitación para el que tipo de la barba sepa que es mía, y acto seguido marqué todas las esquinas con mi orina y heces…..

“¡Buenos días! Ya sé como te vas a llamar. ¡Te llamarás Maiitsooh!” dijo el tipo de la barba al entrar en la habitación. “Grrrr ¿guau?” dije yo perplejo…. “Significa pequeño lobo en lengua navajo” contestó el tipo de la barba como si hubiese entendido mi ladrido.

Entonces se percató. “Pero…que marrano eres Maiitsooh, en casa no se hacen estas cosas!” Dijo el mientras miraba con sorpresa mis heces. Para mi sorpresa no se enfadó, limpió mi creación rápidamente y volvió con una cuerda en la mano izquierda mientras mantenía cerrada la derecha.

“¿Oye a dónde te crees que vas con esa cosa?” le gruñí mientras él acercaba la cuerda a mi cuello, pensé en morderle…pero al acercar su mano derecha….el tipo de la barba la abrió ante mi hocico y…. ¡vaya suerte la mía,tenía varios trozos de jamón! Me los comí a toda prisa antes de que se arrepintiera de habérmelos dado. Cuando acabé de comer los trozos de jamón me di cuenta….me había puesto la cuerda alrededor del cuello y para mi sorpresa no me molestaba, además….me mostró una bolsa entera llena de trozos de jamón. El tipo comenzó a caminar y cada dos o tres pasos me daba un trozo, me sentía más feliz que el día que me restregué en un jabalí muerto que encontré en uno de mis paseos con Luz…

Después de comer, el tipo de la barba se tumbó en una cama de humano y se durmió. Me había comprado una cama de perro y estaba bien pero…en cuanto se durmió salté a la cama humana y me acurruqué sigilosamente en sus pies. Al cabo de un rato el tipo se despertó. “vaya hombre, así que… ¿te gusta dormir en mi cama no? Al final vas a acabar siendo mi amigo eh jajaja”. Y mientras el tipo de la barba hablaba y hablaba yo me limité a emplear el truco del cachorrito abandonado, cuyas diferencias con el del cachorrito hambriento consisten en que los temblores deben ser más evidentes y además debes poner una cara de sufrimiento que diga….mírame, estoy a punto de morir, ¿no vas a hacer nada por salvar una cachorrito indefenso?…. Y de nuevo, el tipo de la barba picó en anzuelo y me acarició un par de veces … sin duda tengo madera de actor.

Ya bien entrada la tarde, el tipo de la barba tomó la bolsa con los trozitos de jamón y la cuerda para poner en mi cuello y salimos a la calle. Debo decir que el paseo estaba siendo muy gratificante, el tipo de la barba me invitaba a subir a un banco, un bordillo, unos escalones y cada vez que aceptaba el tipo me regalaba uno de esos jugosos trocitos de jamón. Es cierto que preferiría no llevar una cuerda atada a mi cuello pero debo decir que no me causaba daño alguno, estaba conociendo lugares que jamás había olido y además me estaba poniendo morado a jamón.

Entonces un olor entró en mi nariz y me sacudió tan fuerte como si un mastín español me hubiese tomado por el cuello sacudiéndome con furia, ¿se imaginan? Un escalofrío recorrió mi espalda y entré en pánico. ¡El tipo me llevaba a la clínica veterinaria! “¡No por favor! ¡Ahí no! ¡Ahí es donde torturan a los perros como yo! ¡La última vez que estuve ahí me pincharon, sujetaron muy fuerte y estuve muy malito! ¡Algunos de mis hermanos murieron y yo estuve a punto de estirar la pata!”

Debí de ser bastante convincente, porque el tipo de la barba me miró y detuvo la marcha, se agachó y aflojando la correa me dijo…” Está bien Maiitsooh, no vamos a entrar aquí hoy, pero debes confiar en mí, iremos poquito a poco, ¿de acuerdo? “ Tendió su mano y yo la lamí, el suavemente acarició mi cara, mi oca y mis orejas con su otra mano. Tras unos instantes nos fuimos caminando tranquilamente. Fue la primera vez que me sentí comprendido en toda mi vida.

Un tiempo después acabé siendo el perro que más piropos, caricias y chuches ganaba en el veterinario, pero esa es otra buena historia que algún día os contaré.

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