Arturo caminaba lentamente por el empedrado de la calle 7 , la calle bohemia y prostituida , el lugar de luces de neón y cánticos urbanos, aquella avenida larga y sonora donde las copas rotas y los besos huérfanos se juntan en un espacio finito y simple. Esa fría noche mientras andaba por las avenidas del recuerdo usaba aquel viejo saco negro con líneas doradas en los bordes de las mangas, un saco ancho que lo hacía lucir como un niño que usaba la ropa de su padre, aquel que uso la primera vez y la última vez que la vio, era un simple recuerdo ahora uno de tantos, no diferente a su primera caída en bicicleta o a su primera anotación a los 6 años.

Caminando por la calle 7, Arturo se detuvo en el sitio de sus memorias, el café Roma de la señora Lucia, ese sitio tan pequeño con mezas de madera con manteles amarillos algo desgastados, luces colgantes blancas y cuadros de la vieja ciudad de antaño colgados en la pared, ese lugar donde había reído, amado, peleado y besado a su supuesto amor. Arturo se detuvo un segundo para recordar aquella ocasión donde el tiempo y el espacio pareció detenerse, donde la oscuridad de aquel momento pareció absorber la luz y de nuevo por azares del destino lo cubría aquel saco negro.

En una noche más estrellada de junio, la conoció, aquella mujer con mirada de fuego y ojos color marrón, esa sirena con el pelo ondulado como olas crecientes del mar más profundo, el ángel inocuo de las miles de horas de charlas banales y los pequeños e inocentes roces mano con mano que crearían un baile rítmico en su corazón y lo dejarían como el sol deja el mediodía. En esa velada de estrellas y luna Arturo había pedido un expreso y una tarta de manzana, nada especial, ni siquiera la dulce contextura del postre lo animaba, pensaba quizás que aquel día terminaría como todos, con un taza de café vacía y una tarta medio comer pero súbitamente la vio, una criatura tan hermosa como extasiante con su largo saco rojo de bordes dorados , sus botas cafés , su bolso color plateado y su boina color turquesa, en efecto era una mujer de muy buen ver pero más que es eso Arturo sintió que era su amor de este y todos los veranos.

Se preguntaba desde el otro extremo de la cafetería como proceder, como llamar su atención, no quería arruinar la primera impresión, deseaba ser original, no quería usar las mismas frases trilladas que le habían funcionado, por ella el desnudaría su alma desde el primer instante sin remordimientos, porque es mejor intentar y fallar que torturarse en los tal vez y los hubiera. Entonces respiro hondo se levantó , camino con confianza hacia ella , llego hasta su mesa, se inclinó y la miro directo hacia sus ojos, y le dijo con una voz suave como la mantequilla

– Eres Muy hermosa , si me das la oportunidad de conocernos te darás cuenta que no habrá ningún hombre mejor que yo

ella se quedó sorprendida, lo vio y sonrió por unos instantes, y le invito a sentarse , conversar y comprobar lo que recién había dicho y así fue como comenzó aquel romance, hablaron toda la noche, rieron, callaron y al final se despidieron no sin antes prometerse verse en otras ocasiones para ver hacia donde podía ir esta situación.

Cita a cita los dos iban creando algo que en el exterior parecía hermoso pero que el fondo carecía de sustancia para sobrevivir, y sin darse cuenta los extraños se convirtieron en amigos y los amigos en novios pero falto el último paso, el ascenso de novios a amantes, ese detalle tan invisible para Arturo fue el que no le permitió entender porque su amada se iba de lado.

Tan calmado como un faro en la orilla del océano , al mirar aquel pequeño sitio de café y cerveza solo le quedaba recordar las horas, los días , los meses o los años que estuvieron juntos , solo bastaba rebobinar la escena como una cinta de VHS , aquella de septiembre 24 .Era jueves y la noche se pintaba de gris con la lluvia tan sonora e iracunda, Arturo había llegado 10 minutos antes que ella, en la misma mesa, saboreando el mismo café y la tarta de manzana que comió la primera vez que la vio ,eso debió ser un presagio ya que desde que estaba con ella , pedía algo diferente en cada ocasión, pero el destino es a veces un bufón con un sentido del humor muy cruel.

Ella llego como siempre en días de lluvia, con su paraguas negro exageradamente grande, al cerrarlo y guardarlo se dirigió a la mesa junto a el, lo beso pero aquel beso se sintió algo extraño, como un compromiso mas no como anhelo, pero el ignoro esa sensación y trato por todos los medios de iniciar una conversación de cualquier tópico, ya sea política, música, cine pero ella solo lo callaba en silencio no con una actitud déspota era más bien dolor, era sutil pero él lo notaba , su mirada al suelo, sus manos inquietas topando su cabello, su respiración profunda , su constante necesidad de ver la hora cada instante, él sabía que algo sucedía pero aquel momento se convertiría en un ojala hubiera.

En ese instante se creó un Tal vez si, esas hipótesis que las personas hacen para aunar la culpa y si hubiera hablado?, y si la hubiera abrazado dulcemente? , eras las preguntas que se haría pero en aquel momento no pasó nada ,de pronto su amada se levantaba de la mesa amarilla en la esquina del pequeño café, en su rostro la expresión de alguien que observa a su Romeo y solo ve amor mas no la pasión de la lujuria , el presintió que ese era el final al verla recoger su bolso y su paraguas con la animosidad de una bailarina lejos del ballet , la falta de lujuria en su relación los había convertido en meros espectadores de su propia rutina, una pareja de amigos jugando al amor más infantil, Arturo con su cigarrillo en su mano la miraba , ella antes de partir lo vio también, aquella ninfa de ojos de color marrón y pelo ondulado lo contemplaba con culpa pero con decisión, con el sentimiento de alguien que abandona la comodidad en busca de lo salvaje, Arturo la miraba con el corazón del profeta que avecina horas de bebidas sumergidas en culpa y dolor , pero aquel momento que cambio el hilo del destino donde un hombre y una mujer se ven por última vez se acabó tan rápido como había comenzado, ella se volteo y se fue para nunca más volver, sentado y taciturno, el se quedaba fumando su cigarrillo y abrasando el dolor de los hombres herejes.

Esa noche de gotas de lluvia y luces amarillas de la calle 7 se había convertido en un herida cicatrizada , casi indolora pero nunca olvidada, como el amor más pasional que termina en un hasta pronto pero Arturo al ver ese café nuevamente ya no sentía nada ,solo recordaba , había nadado en las fuentes del alcohol, había bebido del río de la culpa y la sangre, se había alimentado de los recuerdos que no parecían irse, pero ahora no sentía nada , se había introducido en la nada y la había hecho suya , miles de horas de copas y alcohol lo habían dejado acostado y rezando al dios Baco , pero en una mañana de febrero cuando los pájaros anuncian dulcemente el comienzo del mañana , la luz del sol entro por su ventana e ilumino una frase que había colgado años atrás en sus tiempo de colegial , la frase que dictaba “ ama no por necesidad sino por el placer de sentir el amor” y como un rayo que se introducía en su mente entendió de inmediato que su amor por ella había sido una necesidad para evitar la soledad, todas las citas y los besos y las risas eran herramientas para construir una farsa, había creado una relación tan toxica que irradiaba el color rosa del amor por todos los poros, pero esa luz lo había hecho entender el amor verdadero que debía buscar y fue desde ese momento que las fotos y los lugares donde había compartido con ella ya no lo hacían sentir nada , era ahora un ser libre , libre para seguir buscando el amor. Entonces Arturo dejo de ver aquel café y siguió caminando por la calle 7 y el viento de la noche lo envolvía por completo, las luces amarillas de la calle lo iluminaban una y otra vez y resaltaban la sombra que se proyectaba en la pared, la sombra de un hombre en búsqueda del amor más puro.

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