Hidrografía humana

Nadie suele hablarte de los cauces. Igual que un río atraviesa durante milenios las mismas planicies, rápidos y montañas, nuestros razonamientos discurren sin demasiados cambios para alcanzar la misma desembocadura. Llamadlo tendencia, patrón o personalidad… Las personas buscamos la manera consciente o no, de dar cauce a un sinfín de sentimientos.

Los hay que han llegado a pensar que ese camino que guía la corriente puede ser construido a base de pensamientos certeros. Incluso hay personas que han hecho de ello su bandera, esgrimiendo reflexiones embaladas frente a torrentes milenarios. Si pudiéramos desentrañar el modo en que las personas procesan la realidad seríamos, dentro de la metáfora, como un pájaro que otea desde las alturas los ríos y lagos de una región. Sin lugar a dudas encontraríamos muchísimas posibilidades y geografías drásticamente diferentes.

Algunos prefieren los arroyos que discurren entre la maleza, apenas visibles. Otros son más dados al regadío, tratan de canalizar sus emociones por acequias que hagan crecer sólo los campos y parcelas que ellos escogen, intentando que toda gota comporte crecimiento y frutos. A otras personas les sucede que, sin encontrar una salida, ven sus emociones estancadas en marismas y humedales que no desembocan ni alteran su rumbo a pesar de que la vida y las estaciones se hayan ido sucediendo. Los hay que, reservados, guardan su sentir y lo hacen discurrir solo si el embalse amenaza con colapsar. También existen acuíferos debajo de nuestros pies, soterrados bajo capas y capas de edad. De este modo o de varios, pretendemos dar espacio solo a aquellos sentimientos que consideramos más placenteros, aceptables o razonables.

Cuando el devenir trae sus nubes de problemas condensados ¿Quién puede afirmar que no llegará a desbordarse? ¿Quién en sus cabales puede decir que no sentirá envidia por una minucia, apatía abominable ante la rutina, rabia por un desengaño, culpa ante un error inconfesable, ansiedad a borbotones con algo que desearía tener bajo control, ganas de abandonar y abandonarse, deseo inmenso de hacer fluir el llanto? Nadie en absoluto.

Entonces ¿Cómo vamos a negarle caudal a aquello que existió antes que nosotros mismos? ¿Cómo vamos siquiera a avanzar con tanto dique y autoengaño? No creo que yo pueda contestar con esta alegoría fácil, quizás si la experiencia ensancha nuestro cauce, quizás si remamos hundiendo en el agua, sinceros y siguiendo nuestro rumbo junto a la corriente.

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