Toc toc…

Corrí hasta la puerta con ansias de que fuese mi padre, hace alrededor de cinco meses que no sabía nada de él. Estaba asustada, mi madre lo había echado de la casa luego de enterarse que este había dormido con la tía Grace, quien verdaderamente no era hermana de mi madre, solo que estas habían sido amigas desde la infancia y pues se habían considerado como tal, hasta ese día.

Al abrir la puerta, no se trataba de mi padre como yo esperaba sino que era el casero del edificio en el que vivíamos. Era robusto y gruñón, algunas veces se aparecía con un trozo de hamburguesa atravesado en la boca, lo cuál me parecía jocoso ya que lucía tan grotesco con grasa en su rostro. Con su habitual tono de cascarrabias, aunque esta vez lucía más molesto, preguntó que donde se encontraba mi madre, con tono tímido y cabizbaja le contesté, que no estaba allí. Aquel viejo panzón se exaltó y entre una voz aguda, me decía: ¡Si no paga tu madre el alquiler de los 3 meses que me debe, las echaré a ambas a la calle!; Bajaba las escaleras gruñendo y quejándose.

Al cerrar la puerta, me asomé en la vieja ventanilla de madera que reflejaba la mañana lluviosa de ese día. Apoyé mi rostro sobre la pared y fue inevitable no pensar lo triste que me hicieron sentir las palabras gritadas por aquel viejo. Seguía allí pensando, como es que podía haber creído que mi padre volvería, realmente no era el mejor padre de todos, pasaba poco tiempo en la casa, algunas veces dormía fuera, y en otras ocasiones llegaba borracho y nos gritaba fuerte, me acercaba para abrazarlo considerando que quizás eso lo haría calmarse un poco, al menos un poco, pero solo conseguía hacerlo enfadar más, ya que me empujaba, pero yo solo quería ayudarlo. De igual forma necesitaba que estuviese allí, algunos días no era tan malo, me llevaba al colegio o preparaba el desayuno para todos; Sentía que eso era mejor que no tener nada de él, como ahora.

Desde que papá se fue, mi madre no volvió a ser la misma, siempre lucía deprimida y desconsolada, podía notar en su rostro lo vacía e infeliz que se sentía. Durante unas dos semanas, no fue al trabajo por lo que fue despedida, perdí mi cupo del colegio ya que mamá no podía pagarlo. Durante varios días solo comíamos las sopas enlatadas que quedaban en la despensa, mi madre ya casi no comía por lo que su esbelta figura se fue desapareciendo al mismo paso que su espíritu divertido y lleno de alegría.

Perdimos muchas de las cosas que constituían nuestra casa, por lo que había espacio de sobra en la sala. Mamá vendió los muebles y el comedor, y con lo que reunió, alcanzó para el pago de dos meses al casero.

Algunas veces cuando mi madre salía por algunas cosas, ya fuese porque algunas señoras la llamaban para que las ayudara con los aseos de sus casas y así conseguir lo de al menos comer por unos días, yo abría las ventanas para que la luz del sol brillase en mi casa, ya que mamá odiaba el esplendor que entraba por la ventana. La casa parecía una guarida subterránea, cosas tiradas por doquier, sentía que me hundía, como si todo eso me succionara la existencia, la corta que tenía, apenas tenía 15 años, pero de alguna forma la vida me estaba dando la señal de que debía hacerme responsable, que ya no debía ser una niña, y esperar que mi madre hiciera cosas por mí, porque hacía ya tiempo que eso había dejado de ser. Ese día me dediqué a organizar y limpiar todo; quería sorprender a mi madre, quería decirle que podíamos solucionarlo juntas, así que esperaba con ansias que llegara a casa, quería que viera lo bien que había quedado todo, cuando ya eran las once de la noche, mis ojos se cerraban solos y podía sentir el inmenso vacío y sonar en mi estómago, a causa del hambre que tenía, solo debía esperar a mamá, sabía que llegaría… Pero salió el amanecer y mi madre no llegó.

CAPÍTULO II

Abrí mis ojos y las manecillas del pequeño reloj colocado en la mesita junto a mi cama marcaba las 8:30 am, lo que quería decir que logré dormir alrededor de 2 horas, de pronto escuché crujir la puerta de la entrada a causa de ser abierta, por lo que salté de entre las sábanas y corrí por todo el pasillo y al llegar a la puerta no era mi madre como yo lo esperaba sino que era mi padre, por lo que me llevé tremenda sorpresa.

– Hola Maggie, ¿cómo estás? -dijo mi padre andando por la casa, al parecer notando las cosas que hacían falta-.

-Pues… angustiada, mamá no llega a casa desde ayer, -contesté-.

-Acaso has comido algo Maggie, preguntó exaltado al notar la cocina tan limpia y vacía.

-No, – alcancé a decir, conteniendo las lágrimas en mis ojos-.

-Cómo es que…

Papá se quedó a medio hablar y no continuó con la oración. Se paró frente ami, me pidió la mano y dijo:

-Arréglate, iremos por algo de comer.

Había un pequeño puesto de comida a dos esquinas de la casa, nos detuvimos allí, ordenamos algo y nos sentamos a esperar nuestro pedido. Yo observaba a mi padre y él me observaba a mi, ambos en completo silencio, como si quisiéramos decir tantas cosas y ninguna podía salir de nosotros.

Mientras comíamos, mi padre alcanzó a decir:

-Esta muy buena esta comida, no crees. -dijo sonriendo-, tratando de romper el hielo que había entre los dos.

-La verdad es que sí, pero como me sentía, cualquier cosa iba a estar buena para mi, siendote honesta, -le dije con mi cara plasmada y seria-.

-Maggie lamento todo esto, pero estoy aquí para arreglarlo, te prometo que nunca más te dejaré sola.

-Dejarme sola, en serio papá, te fuiste por casi siete meses, no imaginas todo lo que paso, no llamaste, no me diste una señal de existencia, nada , solo nada, creo que lo arreglaste muy bien.

Había terminado mi plato, así que crucé hacia el otro lado, donde se encontraba un parque, me senté en uno de los bancos cerca de una hermosa fuente en la que muchas personas se asomaban para admirar su belleza, en conjunto con las flores aromáticas y coloridas que adornaban el entorno de dicho espacio. A los pocos minutos mi padre alcanza a verme y se sienta junto ami y dice:

-Se que han sido días duros, y no puedo saber que sentiste Maggie pero estoy aquí ahora y debes saber el por que tu madre no ha llegado a casa aún.

-De seguro ya está en casa, será mejor que me vaya, sé que está muy molesta contigo y si no me encuentra en casa al llegar, podría preocuparse y molestarse aún más si sabe que salí a sabiendas de que no está, además dice que no eres más que un bastardo que nos dejó solas, que no mereces nuestro perdón.

-Debes escucharme, – dijo mi padre con cara y tono muy serio-.

Tu madre me ha llamado, por eso vine de inmediato hacía ti. Se que hice mal, en no insistir por ti y venir a verte, pero me sentía como basura Maggie, te he decepcionado mucho y ese tiempo estuve reflexionando, voy a un grupo de apoyo, porque he dejado el alcohol y quería estar perfecto para venir a verte, quería estar en una mejor posición y que estuvieras feliz por mi, y puedas perdonarme, eres mi única niña , tu eres mi esperanza.

-¿Por qué te ha llamado mi madre, y ¿por qué no aparece?, ¿Qué ocurre?

– Marisa me ha dicho que no puede tenerte, que no puede cuidar de sí misma, para cuidarte también a ti, que mi decepción la ha herido demasiado, dijo que debía venir a buscarte y que te llevarás todas tus cosas, se ha ido y ni siquiera me dijo a donde iba, solo se fue y nada más.

Se posó en mi estómago una maldad inmensa, un nudo en mi garganta, me faltaba oxígeno, de pronto sentí un colapso, y un oleaje de llanto que se avecinaba, me contuve pero fue imposible, tenía que llorar y lo hice. Apoyé mi rostro sobre mis manos, y pude sentir como papá sostenía mis frágiles brazos y colocaba sobre su pecho mi cabeza, mientras acariciaba mi cabello, como señal de que me daba consuelo.

CAPÍTULO III


Nos mudamos a otro pueblo, alrededor de tres horas de diferencia de mi antiguo hogar. Mi padre solía trabajar en un bar, antes de dejar el alcohol, todo su dinero lo invertía en mujeres, bebidas y apuestas, dice que tras dejarnos, se hundió más en esa mala vida, y tras su cambio, no tenía muchos ahorros, tampoco un lugar modesto donde vivir conmigo , por lo que con el poco dinero que tenía, empezamos una nueva vida.

Mi padre consiguió un nuevo empleo en una fábrica textil, se le daba bien gracias a su experiencia en esos campos en años anteriores, por lo que consiguió un buen puesto con un viejo amigo suyo. Logró conseguirme un cupo en una escuela, a pesar de que ya casi iba de termino el año escolar, pero gracias a mis excelentes calificaciones nos dieron la oportunidad, algo que me ha hecho sumamente feliz.

Era viernes y llegué temprano de la escuela, al llegar a la pequeña pieza en la que vivíamos, me tumbé sobre aquel viejo pero cómodo sofá que compró papá de oportunidad en una venta de garage, una cortina en la ventana de color verde olivo oscuro que hacía juego con el mantel de aquella mesa de plástico que se encontraba justo en medio de la estrecha sala. Papá por el momento dormía en el sofá y yo dormía en el único cuarto de la pieza, en un catre que compró con su primer sueldo. Puse un sartén sobre la estufa para calentar un poco de comida del día anterior, ese día mi padre llegaría tarde de trabajar, por lo que debía preparar algo, solo para mi y pues todos los viernes por la noche compraba pizza para ambos, sabe lo mucho que me encanta.

En mi tiempo libre voy a la biblioteca que no queda tan lejos de casa, a veces leo los libros allá o tomo prestado alguno para leerlo en casa, en los días de lluvia. Mañana es mi cumpleaños número diesiseis, no creo que papá logre recordarlo, debe encargarse de muchas cosas ahora, así que no me quejo, cada día puedo verlo haciendo más y más esfuerzo por salir adelante conmigo, y ese es mi mejor regalo.

Todas las noches recuerdo a mi madre, no la que decidió dejarme, sino una madre feliz y dedicada, como lo era en mis primeros años de vida, me pregunto si me extraña y si acaso piensa en mí, si cree que debería buscarnos, o quizás ya ha sentido impulsos de hacerlo, algunas veces siento que todo es mi culpa, sino le hubiese dicho que cuando ella estaba de turno nocturno en su trabajo, la tía Grace iba a casa y duraba largas horas con papá en su cuarto, quizás no se hubiese enterado y nuestras vidas serian distintas, quizás así seriamos una familia unida y feliz, pero de alguna forma sentía que no era lo correcto y por eso lo hice.

Asomada por la ventana veía la gente pasar desde ese tercer piso, los autos, algunos perros, y aves dirigiéndose a sus nidos, niños tomados de la mano de sus padres. Mientras observaba cómo caía la noche, pensaba en que me convertiría y si no sería más que un estorbo toda la vida , pasaban por mi cabeza pensamientos tristes y negativos, todo lo que sentía era mi propia culpa por arruinar mi familia, quizás no debía seguir allí, debía terminar con todo aquello que me atormentaba el pensamiento y si no merecía nada, ni siquiera el esfuerzo de mi padre, fue justo que mamá me abandonara, no merecía nada más que desprecio y abandono, noté una vieja navaja en la esquina de la ventana, estaba algo oxidada pero servía, la tomé y cerré los ojos, cuando de pronto escuché un sonido en la sala:

¡¡¡Feliz Cumpleaños ati, feliz cumpleaños ati, feliz cumpleaños querida Maggie, Feliz cumpleaños ati !!!

Abrí los ojos rápidamente y solté aquel objeto, abrí la puerta y era mi padre, tenía una flor del pequeño jardín que estaba en la entrada del edificio, al parecer recién la arrancó al llegar y una caja de pizza en la otra mano, lo abracé con fuerza y no me contuve a llorar. Mientras comíamos la pizza, mi padre sacó de su mochila un paquete con envoltorio de regalo muy hermoso y me dijo:

-Feliz cumpleaños para mi princesa, aunque aún falten unos minutos para eso.

Abrí el regalo con cuidado, no quería romper el envoltorio, al sacarlo era un libro titulado, El poder del amor. Me abalancé sobre papá y le dije:

-Perdóname y te amo papá, éste a sido el mejor regalo de cumpleaños.

-¿Por qué debería perdonarte Maggie?, -preguntó papá con cara de curiosidad-.

Tomé y exhale un poco de aire y dije con lágrimas y mucho llanto:

-La razón de que mamá te echara y que nuestra familia este arruinada es mi culpa, yo fuí quien….

Detente!, -exclamó mi padre-. No debes pedirme perdón, soy responsable de mis acciones y tu hiciste lo correcto por nuestra familia, nada era igual, la relación entre tu madre y yo, estaba deteriorada, nosotros somos los culpables de no actuar pensando en tu bienestar y por eso la situación se salió de control y ahora las cosas son como son. Tu me salvaste de mi mismo Maggie, tu eres luz, tu eres mi luz. Mi padre secó las lágrimas de mi rostro, me abrazó y besó mi frente, descansa mi princesa y ya veras, todo seguirá marchando bien, hasta mañana.

CAPÍTULO IV


Dos años después…

Papá, llegaremos tarde!, -exclamé mientras ajustaba el último tiro de mis zapatillas-.

-Ya estoy listo, cariño.- Gritó desde su cuarto-.

Era la graduación de mi último año en la escuela, cada esfuerzo valió la pena, mi padre y yo lucimos geniales. Nos habíamos mudado a un edificio más cerca del trabajo de papá, consiguió un mejor puesto y requería estar cerca para poder llegar más temprano; el espacio era más grande, y durante las tardes yo trabajaba en el supermercado de la esquina, así ayudaba con los gastos de la casa. Ahorré los últimos meses y con ayuda de papá pude comprar el majestuoso vestido color lila que usaré en mi gran dia.

Bajábamos las escaleras a toda prisa, por que se acercaba la hora de cruzar el autobús y este no pasaría dentro de treinta minutos más, por lo que debíamos estar en la parada a tiempo sino llegaríamos tarde a la ceremonia, además mi padre pidió un permiso en el trabajo por dos horas, para poder acompañarme en este logro, que para mi es de los dos.

Sentados en el banco, suena el teléfono de papá, su cara cambió completamente, el número pertenecía a alguien conocido suyo, tomó distancia y contestó. Al terminar se acercó a mí preocupado y nervioso, con cara perpleja.

-¿Qué ocurre papá? , – dije acercándome y muy asustada-.

-Cariño…. – dijo mi padre con voz tenue-.

-Ya habla papá, ¿Qué ha ocurrido?, -dije-.

-Ha llamado la madre de Marisa, a tu madre acaban de ingresarla gravemente a un hospital, ha tenido una sobredosis de heroína.

-¿Heroína?, ¿ Mamá? , debemos ir para allá, vamos papá, – dije desconcertada y con los pensamientos desorganizados-.

Estábamos a tres horas de allí, papá no podía llegar tarde al trabajo, así que mi padre se dirigió a la ceremonia a notificar mi ausencia en el acto y tomar mis respectivos reconocimientos, yo en cambio tomé un autobús hasta el hospital, tras unas horas de trayecto al fin llego y me encuentro a la abuela en llanto sentada sola en un banquillo. No sabía que decirle o como hablarle hace ya años que no la veía o hablaba con ella, así que me acerqué y la abracé, solo pude decir:

-Hola abuela.

-Maggie eres tú, estas aquí, pero no pensé que vendrías hasta aquí, no pensé que tu padre te dijera lo que ocurrió, -dijo la abuela sorprendida al verme allí-.

-Es mi madre, debo estar aquí con ella, ¿Dónde está?, ¿Qué dicen? ¿Cómo está ella?

-De pronto un doctor se acerca a nosotras y pregunta : ¿los familiares de Marisa Peralta?

-Sí doctor, -dije poniéndome de pie-.

-Estabilizamos a la señora pero sigue débil deberían acercarse, seria bueno que vea alguien. -dijo el doctor-.

Seguía al doctor, mientras este se dirigía hasta mi madre, me sentía tan nerviosa, asustada y no tenía forma de controlarme. Al llegar esta allí rodeada de aparatos, cables, tan débil y vulnerable, me senté en una silla junto a su cama, y con las manos temblorosas acaricie su cabello, sentí que abrió los ojos y me detuve, me observó y sus ojos se abrieron aún más, apretó mi mano y dijo, lo lamento hija, lo lamento y sus ojos se llenaron de lágrimas.

-Te perdono mamá, -dije sosteniendola y llorando a su lado-.

De pronto comenzaron a sonar los aparatos, el cuerpo de mamá entró en algún tipo de crisis, le decía, -Mamá resiste un poco más, tan solo un poco más-. Los doctores entraron de inmediato, mi corazón latía tan rápido que sentía que se saldría de mi pecho, me asusté y veía como todos los doctores y enfermeras intervenian con instrumentos, salí y miraba tras el cristal del cuarto como su pulso sonaba cada vez más lento hasta que los aparatos dejaron de sonar por completo, los doctores salían de la sala quitandose sus gorros y máscaras quirúrgicas.

Sentí el cuerpo pesado y las personas a mi alrededor parecían ir en movimientos lentos, no podia oír nada y me quedaba sin aliento. Al salir por la puerta de entrada del hospital, una última lágrima calló por mis mejillas, cerré los ojos y dije:

Buen viaje, madre.



















URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS