Un hombre juega con una pelotita verde y azul en sus manos.
(Mismo tiempo, diferentes personajes)
Él despierta, en un mundo nuevo, apenas recuerda nada, el proyecto Barbarroja, esa central, flashes extraños, ante él, unhombre con una máscara de médico de la peste le tira un artilugio al pecho, le duele, por instinto cierra los ojos, cuando vuelve a abrirlos, aquel hombre ya no estaba, no estaba nadie, se autoconvence de que ha sido un sueño, de que no es de importancia, hasta que mira a su lado y aquel artilugio sigue ahí, esa máquina de bolsillo, una especie de altavoz extraño, de madera, con una antena parabólica, la explora con las manos y con la vista, madera pulida, material primordial, conclusión, probablemente una radio antigua, acompañada de un saco en el que podrá guardar cosas.
El mundo que le rodea es oscuro, la hierba tiene un tono grisáceo ceniza, los árboles, blancos como la nieve, con hojas totalmente oscuras, encima de una de las ramas de un árbol, un pájaro le observa, algo le llama muchísimo la atención a nuestro protagonista, el pájaro carece de pupilas, justo cuando se da cuenta de esto, Azazel empieza a correr, por aquella pradera oscura, Azazel, recuerda su nombre, o al menos el cree que es eso, el paisaje no cambia lo más mínimo, se empieza a hacer de noche,se propone hacer una fogata, busca en sus bolsillos algo con lo que hacer fuego, encuentra un mechero y la radio que instintivamente se ha metido en el bolsillo, empieza a buscar ramas y algo que poder comer, va de arbusto en arbusto recogiendo bayas rojas y arrancando sus palos secos, decide empezar la fogata en la entrada de una cueva, deja los palos y las bayas, comienza a hacer fuego, empieza el fuego con el mechero y tras unos minutos lo mantiene con un par de hojas húmedas, mira tras de sí y desea que no haya nada en la cueva.
Ya en la noche sigue atento al fuego, no tiene sueño, disfruta del sabor de unas bayas rojas que desconoce si son venenosas, pero siempre es mejor que no comer nada, dentro de la cueva escucha el sonido de un riachuelo, a la mañana siguiente se adentrará en ella, hace planes de futuro, mientras duda de su pasado, de cómo ha llegado ahí, en medio de la noche, escucha un ruido, es una especie de gruñido lastimero, que huye, momentos después se acerca a la hoguera una especie de zorro de color grisáceo, con los ojos totalmente negros, carece de pupilas, si es que se pueden tener pupilas con ojos oscuros, es un cachorro, o al menos es muy pequeño, se acurruca al límite de la luz de la hoguera, nuestro protagonista, apenado, les deja un par de bayas a mitad del camino entre él y el zorro, el cachorrillo se percata y se acerca para devorar rápidamente la comida, nuestro protagonista, ya despreocupado empieza a tener sueño, asique simplemente se dispone a dormir.
Al siguiente día, se levanta dolorido de la espalda, se da cuenta de que el zorrillo se ha comido las bayas que tenía él para desayunar, este está acurrucado al lado de Azazel, tras recoger lo recuperable de la hoguera, que viene a ser dos carbones y poco más, unas últimas ramitas el cachorrito al ver la ida de alguien que le había hecho bien se desperezó y siguió a nuestro protagonista, Azazel se dio cuenta de las intenciones del zorrillo, por simple piedad, se lo llevó en el saco, el pobrecito apenas podía sacar el hocico, nuestro protagonista prosigue en su marcha, en buscade respuestas, de comida, de algo, después, se dio cuenta de que no había explorado esa cueva, si se veía con necesidad, volverían, al menos eso decidió.
Continuó su camino, con el cachorrillo en la bolsa, el cual de vez en cuando emitía sonidos raros, para dar a entender que tenía hambre, llegó a los minutos a un llano, una pradera, está ya tenía un color ya amarillento, dejó el zorrillo en el suelo, el cual salió corriendo, Azazel tras la fuga de su compañero decidió quedarse sentado y descansar.
Rápidamente, prendió un fuego y el zorrillo volvió velozmente y después, nada, silencio.
Abrió los ojos, se encontraba de pie, en frente suya, cara a una mujer de melena oscura, con los labios pintados de negros, unos ojos hundidos en oscuridad, antes de cualquier reacción, le besó lentamente, volvió a cerrar los ojos.
Esta vez, una caverna, húmeda, primitiva, estaba rodeado de esta, con una proyección en la pared, en la que una cara sonriente mostraba la satisfacción y la aprobación de quemar troncos, ahora escucho ruido, un zumbido angustioso de piano, al que cada vez se va sumando más y más instrumentos aleatorios, el pulso se incrementa, su corazón obstruye totalmente el ruido de todos los instrumentos, escucha pasos, se gira, un hombre anciano está entrando en la cueva, a cada paso su corazónse altera más, la música, su agonía, su potencia, el sufrimiento, no puede reprimir el instinto de llorar y defenderse envolviéndose en sí mismo, de golpe, nada, silencio, una brisa, está en el prado, de día.
Azazel, cada vez más extrañado, cada vez menos cuerdo, empezó a hiperventilar, no pudo procesar lo que vio, en aquella hoguera había muchísimos brazos arrancados brutalmente de sus cuerpos, con un tatuaje, una serie de números, sus manos estaban manchadas de sangre, su ropa igual, solo pudo empezar a huir de la hoguera, esquivando árboles, troncos, ramas, manos que pedían auxilio, brazos que caían detrás suya, gritos de súplicas, de sufrimiento de dolor, tras un caos gigante, se chocó contra un muro, un muro en medio de donde no debía estar nada, y se desmayó.
Ahora, sentado frente a una mesa, frente a la radio antigua que emitía sonidos extraños, al fondo de este extraño cuarto sin paredes ni final, vio a un niño, un niño que parecía que jugaba con sus juguetes, corriendo de un lado para otro, el niño huy de un águila, Azazel intentó liberarse de las cadenas que le unían a la silla, saltó, hizo todo lo que pudo pero la silla estaba anclada al suelo, tras su impotencia, escuchó un sonido las lastimero por la radio, mientras se cerraba la visión hacia el niño, un silbido y después, interferencias y silencio.
Siguió llorando en aquella silla, atado, impotente, cegado, no pudo hacer nada, otra vez ese piano, esos instrumentos, agonía, sufrimiento, dolor, impotencia, muerte, dualidad, por último, silencio, provocado por unos aplausos y unos pasos, lentos, en dirección a él, el anciano otra vez, Azazel osó levantar la cabeza, miró con su rendición hacia el anciano, que habló de forma comprensiva a nuestro protagonista.
– ¿Ves?, lo has conseguido, nunca llegarás a mí.
El zorro, le estaba acechando en un paisaje nevado, ahora este zorrillo era blanco, ártico, Azazel no despertaba, el zorro, agresivo, lo único que dejó fue un potente color rojo en la nieve, un potente color rojo, rojo.
Ruido, fuego, oscuridad, lágrimas, gritos, por último, tinta, sombras y duda.
Se despertó en una habitación extraña, las paredes estaban hechas de un material que desprendía muchísimo frío, delante de él, una mesa y una soga.
La observó, siente en ese momento un gran pinchazo en el abdomen, un pinchazo que se amplía a dolor, que aumenta a agonía, ve un mango de una espada clavada en su abdomen, se despierta totalmente, el dolor es muy fuerte, este va en aumento, agonía, dolor, sufrimiento, muerte.
Fuego, oscuridad, lágrimas, gritos, por último, tinta, sombras y duda.
Se despierta en la misma habitación, misma mesa, misma soga, misma espada, misma muerte, una, y otra y otra y otro y una más, muerte, tras muerte, saca el valor y la fuerza de algún lugar recóndito de su vente y a la vigésimo tercera vez consigue arrancarse la espada, cae hacia la pared, frío, siente frío, mucho frío,la pared, casi como un organismo parásito, ocupa el agujero que ha dejado la espada, el dolor se va disipando.
Cada segundo que la pared lo invade se le nubla el pensamiento, pero no es comparable a la paz que le proporciona cerrar esa cicatriz, de repente, la habitación pasa a un color rojizo, el frío se transforma el calor, el calor en llama, llama que él tiene en el abdomen, agonía, dolor, sufrimiento, muerte.
Despierta, con la espada en mano, con la soga descolgada, con el fuego en la habitación, intenta colgar la soga, inútil, fuego, muerte.
Despierta, espada, abdomen, muerte.
Oscuridad, lágrimas, gritos, por último, tinta, sombras y duda.
Despierta entre un público, en un teatro, reconoce un telón, dos actores, no, un mago y su ayudante, trucos ordinarios, el mago saca un libro, el mago, el mago pronuncia unas palabras, Umbra, Codex, C thun, la sombra consigue tres dimensiones, esta saca una pistola y mata a su creador, el de la fila de atrás le vuela los sesos, muerte, sin lágrimas.
Despierta entre el público, salta, evita el asesinato, tira el libro al suelo, del libro salen dos brazos hechos de oscuridad y arrastran al mago y al hacia el libro.
Lágrimas, gritos, por último, tinta, sombra y dudas.
Corre, corre, con el mago, en una habitación oscura, la habitación ni termina, minutos, horas, tres, se sientan, el mago le apuñala, muere.
Lágrimas, gritos, por último, tinta, sombra y dudas.
Quince, veinte, veinticinco segundos, el mago no encuentra algo, él siente el latido en su bolsillo, es la daga, la clava veintitrés veces en el cuello y corazón del mago, un añadido, venganza, un tentáculo le atraviesa el corazón.
Gritos, por último, tinta, sombra y dudas.
Sonidos de grilletes, ojos ciegos, latigazo, empieza a restar mil menos siete, tortura, sangre, él grita, pero él no está recibiendo daño, él lo está provocando, se mira las manos, ensangrentadas, ve a una mujer y a dos niños sangrando en el suelo, espera.
Tinta, sombra y dudas. Rompe el libro. Dudas. Detrás de ti
-Y ahí estas tú, fría e impasible, portadora de el puñal más firme e infalible de toda la historia, desde que el hombre es hombre y desde que somos conocedores de tu inexistente porque, existes, me he pasado media vida sembrándote y la otra media evitando tu dulce baile, tu pasión, tu beso, ahora entiendo el para siempre que le hiciste firmar, para siempre era el dolor y el recuerdo, me recuerdas la nieve, la luna, la blancura de tu cabello, que al fin puedo ver, pero dime, no es suficiente para ti el grito de miles de nosotros, no te parecen suficientes todos esos peros, no te bastan todas esas lágrimas, todos esos que desesperados acudan de manera propia a ti, todo los autores y congéneres míos que te han dedicado noches de insomnio, si es por tu culpa que existe la vida, si es por ti por lo que el mundo se mueve, si eres esa fuerza impasible, por encima de la gravedad o cualquier otra ley, tu, tu sobresales sobre las demás fuerzas, siempre presente en mi vida, mientras que para colinas, arroyos, viento y luz no eres nada más que un cambio mínimo en su rutina, dueña de las sombras, del frío mármol, usada para dar terror, fuiste convertida en un negocio, dime, no estas cansada.
-No estoy aquí por gusto.
– ¿No?, entonces, porque haces eso.
-Porque la muerte no puede suicidarse.
Patria, espionaje, una puerta, entrar por la ventana.
– ¡Azazel ¡, ¡Azazel !, ¡Azazel!, ¡Azazel!, ¡Azazel!
Mi nombre, ese es mi nombre, abro los ojos, me encuentro en una sala de hospital, a mis pies, un hombre que parece ser médico comienza a examinarme con la mirada.
-Lo último que recuerdo es eso, en despertarme en un hospital de Alemania- Le digo al oficial que me está entrevistando.
-Espere señor, ¿Cómo que Alemania?
-Si, Alemania.
-A, este es el nuevo.
– ¿Qué nuevo? – El hombre se levanta y me lanza unos polvos a la cara.
Empiezo a estar somnoliento, caigo rendido, no sin antes escuchar unas palabras de aquel hombre.
-Bienvenido al proyecto Sueño Feliz, aunque ya llevas un ratejo en él.
Espionaje, una puerta, entrar por la ventana.
– ¿¡Thomson, Thomson, estamos a lo que estamos o qué?!
De repente, estoy situado en medio de una habitación lujosa junto a un hombre de pelo moreno, constitución fuerte y engarzado en una gabardina, yo, con esmoquin y un sombrero elegante.
Pienso varios segundos, no me duelen las articulaciones, me siento como un chaval, miro el primero espejo que encuentro y disfruto de un joven de veintipocos años.
El otro hombre me aporrea una colleja.
-Thomson, tenemos una misión joder, robar el cuadro con el plano que contiene.
Asiento y sencillamente continúo siguiéndole el rollo, suena a fiesta en el resto de la casa, incluso nos cruzamos con un mayordomo, entramos magistralmente en una habitación cerrada sin despertar sospechas, recogemos el cuadro, pero espera, me suena, leo la firma, A.H.
Eso es lo último que percibo de aquel mundo, un profundo disparo en la nuca me consume, como el cigarro, lo había olido, pero no me había imaginado que significaba.
Una puerta, entrar por la ventana
Una puerta, una valla, sin más, con un título aterrador, “El trabajo os hará libres”, diviso a un hombre encima de aquella construcción, está jugueteando con un rifle de francotirador, me siento sucio, voy como en un pijama, un pijama de rayas, lo último que percibo, veo a ese hombre mientras fuma ese cigarro, coge el rifle me apunta y dispara.
Entrar por la ventana
Siento un fuerte empujón, veo tras de mi un espejo, un espejo roto, pinchazos en mi espalda, y delante mía, ese era yo, fumando un cigarro, unas palabras:
-Maldito polaco, para de resistirte.
Un sablazo en el pecho, muerte, silencio.
Escucho una voz familiar, la del agente:
-Eso sí que es sufrir las consecuencias.
Mismo tiempo, diferentes personajes
(Un hombre, siendo apuntado por varios más, decide dispararse el mismo.)
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