El reino de Deira estaba en una profunda tristeza. Todo se había vuelto más gris y melancólico, pues la reina más amada y más hermosa de toda la región, estaba muerta. Para algunos era algo trivial, pero para la mayoría, era lo peor que había sucedido desde los últimos años. La peste vino desde el sur, hasta llegar al Reino y mató a más de 80 pescadores, costureros, vagabundos, mujeres y niños. Pero la más reciente muerte fue la de la Reina Sarah.
Frente su tumba, su esposo y su hija, con gran tristeza la contemplan. Su rostro, que antes era una radiación de felicidad se volvió pálido al igual que todo su cuerpo. El más afectado ha sido el Rey Adam, ya que él era el hombre más feliz y enamorado que jamás había existido. ¿Qué haría ahora? Tenía un reino y a una hija a que proteger y guiar. La Princesa Zoe por su parte, tenía un nudo en el estómago, no sabía que decirle a su padre. Así que opto por preguntarle:
-¿Padre, te encuentras bien?
El Rey se limpió sus lágrimas y respondió:
-Si mi pequeña princesa, un poco triste pero te prometo que todo estará bien.
El Rey Adam abrazo con amor a su hija, mientras le acaricia su cabeza. Aunque el Rey quería disimular su tristeza se le notaba de lejos.
-Vete a tus aposentos. No mires más el cuerpo de tu madre.
Ella obedeció. Hizo una reverencia y se fue con la cabeza agachada.
Cuando la Princesa llegó a sus aposentos se hecho a la cama a llorar desconsolada. Todo los sentimientos de lastima y tristeza los echo en sus lágrimas.
-¡Maldita madre! ¿Te tenías que morir justo en momentos de crisis y pobreza en nuestro Reino? Nos abandonaste a mí y a papá. Te odio. Nunca tuviste tiempo para mí ¡Nunca!
La Princesa lloraba y gritaba desconsolada. Ella nunca tuvo una relación afectuosa con su madre. Siempre la Reina estaba concentrada en cuidar a su hermano pequeño Ryan, que estaba enfermo. Siempre estaba con su padre el Rey, y son muy pocos los momentos que paso con ella.
Tocan la puerta de la Princesa y ella de un sollozo da permiso para que entren. Es Isabel, la criada de la Princesa.
-Princesa –hace una reverencia- Sé que no está en su mejor momento, pero me gustaría mostrarle los vestidos y las joyas que le ha traído el embajador de Venecia por su perdida.
-No las quiero Isabel, tal vez para más tarde, por ahora solo quiero descansar y que me dejan sola por favor.
-Como quiera Princesa.
La criada hizo una reverencia y dejo los vestidos a un lado. Isabel es la única madre que Zoe ha tenido desde que nació, ella la amamanto, la cuido, jugo con ella y la educo.
Pasaron los días, y la Princesa Zoe empezó a recibir mucha más atención de la que antes recibía. Eso le empezaba a gustar. Tal vez sonaría egoísta e hipócrita, pero ella ya estaba acostumbrada a estar sin la presencia de su madre. Pero el Rey Adam había estado encerrado en su cuarto y en su despacho. Superando todavía la muerte de su amada aunque ya haya pasado 1 mes. Es cierto que los reyes pueden tener amantes y segundas esposas, pero él no era así, él le sería fiel hasta sus últimos días. La Princesa tenía todas las atenciones posibles, tenía nuevas joyas y trajes, pero no tenía la atención más importante: La de su padre.
Una noche, el Rey Adam y la Princesa Zoe estaban en el comedor cenando. El ambiente era incomodo, hasta para las mismas criadas. El Rey no toco su comida, y una silenciosa lágrima se deslizo por su mejilla. La Princesa estallo en furia.
-¡Padre odio verte así! ¡¿Por qué no superas que mi madre ya no está con nosotros?! ¡Vuelve a vivir, vuelve a ser mi padre!
El Rey Adam se paró de la mesa y le dio un golpe que dejo perpleja a la Princesa. Nunca se había enojado tanto con ella.
-¡Cállate!
El Rey gritó de una forma espantosa que se oyó hasta el rincón más oscuro del palacio. Sus ojos lanzaban fuego de la ira que tenía.
-Vete a tus aposentos ¡ya mismo! ¡Estas castigada!
La Princesa Zoe hizo una reverencia y se fue llorando desesperadamente. Abrió la puerta de un empujón y se echó a llorar en sus almohadas que le cosieron las criadas.
En ese momento entro Isabel al oír los llantos de la Princesa
-Princesa, por favor, cálmese.
-No Isabel ¿Por qué mi padre me trata así? ¡No tengo la culpa de la muerte de mi madre! Ha pasado 1 mes ¡y aun no lo supera! ¿Por qué?
-Entiendalo Princesa, ha perdido a su amada.
-Lo entiendo. Pero jamás lo había visto tan enojado de esa manera conmigo.
-Vitelo más tarde ¿Si? Llévale una copa de vino y pídale disculpas.
La Princesa asintió
Eran las 11:00pm de la noche, hora en que su padre visitaba la tumba de la Reina.
La princesa Luisa fue donde su padre a darle una copa de vino en una bandeja de plata. Pero freno en seco y vio a su padre lamentarse al frente de la tumba de su madre. Pero ella no debía estar ahí. Como consecuencia, oyó los lamentos de su padre y cuando lo hizo, se heló su sangre.
-Oh querida mía, desearía estar muerto. Ya no puedo seguir en este camino llamado vida sin ti, ¿Por qué Dios? ¿Por qué? Si yo me muero, Zoe heredara el trono a los 14 años, edad que yo también lo herede. Pero la diferencia es que ella responsable, y está lista para ese momento. Para mí, ya estoy muerto. Dos gotas bastaran para que muy pronto nos encontraremos en el jardín al que llamamos cielo.
La Princesa Zoe se dio la vuelta y vio un tarro de veneno. Su corazón casi se sale de su pecho. Su Padre había tomado veneno y por primera vez se dio cuenta de que su Padre debe estar con su Madre. No sabía qué hacer, estaba a punto de desmayarse, el daño ya estaba hecho. Lo único que podía hacer era pasar esos escasos minutos con el.
-Padre –apareció atrás de él, hizo una reverencia y avanzo hasta donde estaba. Sus piernas le temblaban y estaba perdiendo el equilibrio, pero logro sostenerse- Perdóname por mi comportamiento. Te he traído esta copa de vino, espero que me perdones.
-No te preocupes hija, me he sobrepasado contigo, muy pronto estaré con tu Madre, pero antes quiero decirte que te amo. Te amo mucho, a ti, a tu hermano y a tu madre. Los amo. Cuida de él. Y por favor lleva este Reino por el buen camino.
-Padre… ahora estarás feliz, con mi madre, los dos, en el jardín del cielo, me observaran y estarán orgullosos de mí, los amo. A los dos.
-Gracias…
El Rey se desploma frente su hija. Los guardias entran y uno de ellos la agarra de la cintura y la carga para llevársela, ella trata de soltarse y grita papá como el la escuchara.
La princesa Luisa quedó devastada. Los doctores del palacio se dieron cuenta del veneno que el Rey tomo, y con el testimonio de la Princesa quedaron sorprendidos.
Al cabo de unos días era la coronación de la Princesa Zoe, ella estaba emocionada y triste a la vez, ya que sus padres no verán el momento que ella pensó que sería el mejor de toda su vida. Todos los del pueblo estaban asustados, ya que, como era posible que una pre-adolescente los gobernara y por si fuera poco, no estaba casada. La Princesa hizo caso omiso a los comentarios. Mientras le ponías el hermoso vestido rojo con encajes de oro en el pecho y las mangas ella le comentaba a Isabel:
-Estoy experimentando muchas emociones por un día.
¿Cuáles mi Reina?
La Princesa Zoe le dedico una sonrisa dulce, ya que no se había acostumbrado a que le dijeran así.
-Tristeza por la muerte de mis padres, pero, sé que ellos están juntos Isabel, ellos están orgullosos de mí, lo siento en mi corazón. Y también emoción, muchas personas verán mi coronación.
-Relájese mi Reina, todo va a salir más que bien.
Luego de unas horas la Princesa, estaba a punto de salir a su coronación, el salón estaba muy lleno, no cabía otra alma ahí dentro. Pero cuando iba a salir, vio los fragmentos de almas de sus padres que estaban mirando agradecidos y orgullosos de ella. Estaban parados uno al lado del otro, eran la representación perfecta del amor.
Cuando salió se dirigió al frente del padre, se arrodillo y le pusieron su corona. Se sentó en su trono y observo a sus súbditos y a sus padres que la veían con admiración. Desde ese momento sabía que todo lo que iba a hacer por su pueblo, será pensándolo en su felicidad de los demás, tal y como lo hizo su Padre.
Fin
OPINIONES Y COMENTARIOS