“Y miraba la gota de agua cristalina que resbalaba por su mano, mientras se confundía con la sangre espesa que bajaba por su cuello y la melancolía no podía evitar que dejara de mirar”
Nací el 11 de septiembre del 2001 casualmente el mismo día de una gran tragedia, tal vez la mística y el destino intervinieron en aquel proceso de nacimiento aleatorio. No encajé perfectamente en una familia en la que había que iluminarse la noche para ver el día.
Mi hermano nació en febrero del 2004, él padece Leucemia crónica quizás eso ha hecho que mis padres pierdan un poco el sentido paternal.
Desde que él nació no hemos llevado una vida normal. Mis padres padecen “Libertad de hijos encajados” una enfermedad aún por descubrir, pero según mi diagnóstico los padres sufren un shock emocional en el cual, cada mañana fabrican un recuerdo fugaz, en el que olvidan los sentimientos de sus hijos y los convierten en figuras de papel que encajan en cualquier situación, es decir autodefensa.
Mi casa es como un lugar “nocivo” que afecta el estado emocional de cada uno de sus miembros.
Mi padre tiene discusiones y enfrentamiento diarios con mi madre y según por lo que he percibido, ella tiene un romance con alguien más.
Cada día que pasa me siento como una pizca de fuego entre montañas de hielo… siento que con cada segundo que vivo, el corazón se me parte poco a poco, pero ¿y a quién acudir? A mí.
Mi hermano en este momento tiene 10 años y si aún recuerdo ha pasado por más de 12 operaciones, 30 transfusiones y muchas recaídas, todas tienen su forma de grito silencioso.
En mi familia tengo muchas ocupaciones, porque literalmente me hago cargo de todo: los quehaceres del hogar recaen en mis hombros. A mi papá lo despidieron y la decepción lo ha sumido en el alcohol y las drogas. Mi madre disfruta de su relación amorosa y mientras tanto mi hermano y yo estamos en el olvido silencioso.
No tengo muchos años y ya me he cortado las venas, la soledad albergada en mi corazón, encajaba como bolas de papel en cajas de cartón.
Intente hablar con ellos para explicarle como me sentía pero nunca existe tiempo para mí, me estoy asfixiando en esta soleada infinita en la que le tiempo me mata con cada segundo que avanza.
El jueves mi hermano recayó. Pasé mucho trabajo para llevarlo por urgencia… aquel día mis padres no estaban en casa, ya llevo dos noches deprimido, he derramado muchas lágrimas.
Tanto lloré, que inunde mi corazón de papel. El domingo en la clínica, mientras él estaba en camilla, y hablábamos tuve un vomito verbal le expresé cuanto sufro desde que nació, de inmediato empezó a convulsionar, botó mucha sangre. Entre sollozos busqué rápidamente un médico. Mi vida se estaba destrozando. Sentía que con cada segundo que pasaba, se apaga aún más… lloraba y lloraba sin cesar.
Al día siguiente entré a la habitación. Lo vi pálido. Pudiera decir casi muerto, me dolió mucho verlo, así que pensé que estaba en mis manos acabar con su sufrimiento. Por lo tanto tomé un bisturí y una tijera que había cerca a la camilla. En ese momento entró la enfermera. Esperé a que ella saliera, mientras en mi mente cegada por el miedo, planeaba lentamente lo que haría.
Los minutos parecían eternos. Ella salió y con el dolor de mi corazón destrozado, corté la manguera del tanque que le proveía respiración y él empezó a asfixiarse. Luego pasé el tosco bisturí por su frágil cuello, de tal manera que le corte la vena más importante del cuerpo con la punta de ese instrumento médico. “Y miraba la gota de agua cristalina que resbalaba por su mano, mientras se confundía con la sangre espesa que bajaba por su cuello y la melancolía no podía evitar que dejara de mirar” aunque suene un poco cruel, lo hice por el bienestar de todos.
En este momento estoy recibiendo ayuda profesional, tratando de recuperarme y superar tan grande pérdida, la psicóloga aparenta estar tranquila pero no lo logra su rostro refleja el miedo de estar según ella al frente de un asesino, lo primero que me preguntó fue ¿Cómo me sentía? Y yo en una explosión de palabras le explique, como me desmoronaba poco a poco, ella me escucha atentamente, aun así no lograba estar tranquila, luego en busca de respuesta me pregunto ¿Por qué lo hiciste? La mire fijamente, mientras ella en silencio escuchaba mi trágica historia de desesperanza, fue ahí cuando comprendí que tan solo anhelaba alguien que me escuchara.
Ayer vino mi padre a visitarme. La verdad no lo reconocía. Mientras hablaba conmigo suspiraba mucho, creo que es un adicto crónico. Me dolió verlo así tan desvalido. Cuando le pregunté por mi madre, me dijo que su perfecto amante la había llevado a la prostitución, por primera vez tuvo tiempo para escucharme,, en tan solo minutos él pudo descubrir, que yo vivía una escena mortal en la que moría cuando él no me oía, y un diálogo inesperado que surgió por un triste dolor.
La única verdad que puedo reconocer es que mi decisión fue la mejor, pero a la vez la peor. Tengo la certeza que en este momento mi hermano está descansando, mientras yo continúo en este silencio tormentoso. Los recuerdos me persiguen. Vivo sin vivir, porque cada momento que pasa de mi existencia (si a esto se le puede llamar así) dependo cien por ciento de lo que me receta un psiquiatra para poder contralarme…
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