Desde niña soñó con el milagro de dar vida a las historias que invadían su mente. Las palabras brotaban, se enredaban y a ella le gustaba jugar a ordenarlas, combinarlas de mil maneras distintas, controlando aquellos revuelos ingobernables a punto de desbordar el cauce de la cordura.

La costó muchos años encontrar el momento y el lugar donde depositar todo aquello que pugnaba por salir desde tan dentro y que tanto recato le producía. Pero al fin comenzó a soltar comprobando que podía respirar mejor, que todo fluía con la certeza y la seguridad de las cosas que suceden porque tienen que suceder, porque no queda otro remedio, y comenzó a sonreír, incluso a reír…

Nada pudo hacer cuando aquel viento se llevó sus palabras…

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