La libertad es siempre un buen botín

La libertad es siempre un buen botín

Dimas Gallardo

16/04/2019

«La libertad es siempre un buen botín»

-dicho pirata

Por más que corría no conseguía dejar atrás a sus perseguidores. El jadeo era arrítmico, desacompasado, descompensado por el peso de la angustia y el miedo. El tacón de sus desbaratadas botas le daban golpes en la nuca, pero ni aun dando zancadas de dos metros y medio conseguía despistar a los perros de presa que se habían avalanzado poseídos sobre su apestoso rastro etílico. Tras escapar apenas de milagro de aquella taberna de malos augurios donde las miradas se clavaban como puñales, los puñales como el hacha de un verdugo y las sonrisas de las mujeres como picaduras de mosquitos tropicales, antesala de una muerte lenta, dolorosa y segura; no por el rumiar de un recuerdo de placer indoblegable, sino por que muchas tenían pretendientes ocultos en las más oscuras esquinas aguardando el momento, la escusa, con una jarra de cerveza ya caliente en una mano y la otra en el bolsillo empuñando el rencor y los celos hecho navaja; se preguntaba qué culpa tenía de querer divertirse. Empezó la noche sin mucho ánimo, con más preocupaciones e incertidumbres que con ganas de vivir. Empezó bebiendo por dejar de sentir, por abatimiento y cansancio, aunque sin mucha gana, apoyado en la barra con el vaso entre las manos y la vista perdida en la espuma barata que se desinflaba rápidamente sobre aquel líquido dorado que pretendía ser su salvación. El primer vaso lo bebió de apenas tres tragos y se le formaron lagrimillas que le cuajaron los ojo. A partir del quinto vaso el gusanillo que había empezado a crecerle en la boca del estómago ya estaba haciendo su metamorfosis y en el octavo vaso ya bailaba con cuantas mujeres se atrevieran a mirarlo de frente, subidos a una mesa o tocando palmas al ritmo de una rumba que salía de los prodigiosos dedos de un gitano bien acomodado con su guitarra en una esquina de salón. ¡Me cago en Dios, viva la vida! Fue lo ultimo que recordaba haber dicho antes de soltarle un cabezazo a uno de los dos matones resentidos y humillados ante tan despilfarro de desentendimiento y liberación que rebosaba de las carcajadas y los comentarios jocosos y que vinieron a intentar cortar y humillar con sus comentarios y actitudes de macho alfa al que se le ha dañado su orgullo. La respuesta no menos esperada de su colega fue devolver el golpe lanzando un puñetazo directo a la cara del bailaor desentendido por lo que en cuestión de segundos lo que era una fiesta de desvaríos y miradas cómplices se había convertido en una pelea de gatos callejeros sin nada que perder salvo quizás algún trozo de oreja o diente mal cuidado. Corría y corría como cada fin de semana delante de sus miedos, deseos imposibles, delante de sus deseos convertidos en demonios de ojos desorbitados, corría delante del rencor, la envidia y los celos, intentando escapar una vez más, intentado esconderse para que pasaran de largo y se perdieran por las oscuras calles de esta ratonera a la que llaman ciudad de una tal civilización moderna, perdida en una isla en medio de un océano de un planeta que orbita sin fin una estrella perdida que orbita sin fin una galaxia perdida… no podía parar de pensar en la situación que acababa de crear y de vez en cuando se le escapaba una risa entre jadeo y jadeo, producto de su embriaguez y de lo absurdo de todo cuanto intentaba comprender. ¿qué será de mí, lobo estepario, cuando me agarren y no me quieran soltar? Mejor será que me maten por que volveré cada día más fuerte, menos cuerdo y con las mimas ganas de bailar y de probar tus besos de siempre.

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