.Sinopsis.
El sol reflejaba lo absurdo de los árboles gigantes, sus sombras parecían monstruos horripilantes de mis más temidas pesadillas.
Mi padre decía que era estúpidamente intentar darle sentido a la vida; por eso no me extrañó para nada cuando dijo que nadie me querría en esta tierra. Luego de tantas cosas horripilantes saliendo como bilis de su boca, suponía que ya nada dolería tanto como la lejanía de mi paz mental o mi amor propio.
Pero tal vez estuve muy equivocada al respecto, o no pensé con sensatez al ser tan rebeldemente inconsciente de sus partes; que para mi no había ninguna parte más importante que aquel día tan soleado y azul.
Mis párrafo al escribir se queman, como un cigarrillo recién prendido, como se queman tus palabras en tu garganta gangosa y asquerosamente grande.
Mi madre, esa señora horripilante que actuaba conmigo como si fuera un espantapájaros mal hecho con un trapo de cocina sucio y frío. El espantapájaros se solía mover en muchas direcciones o tal vez, solo tal vez, no era un espantapájaros y en realidad era una madre como cualquier otra, pero conmigo no, nunca conmigo. Soy como el imán para que el maldito espantapájaros se escurra como un grifo de agua asquerosamente oxidado y rechinante que tira con un cierto nivel de desprecio todo su líquido nauseabundo y me empape en un mar de melancolía pudiente; tengo una gran habilidad de poder decir de 1000 formas lo asqueroso que es el espantapájaros.
Sin embargo, y con poco escrutinio, siempre existió para mi un fiel compañero como un muñeco averiado el cual no tiene arreglo (al igual que a mi), mi fiel compañero sin armadura; al no tener ninguna referencia compatible para nosotros, porque no éramos Batman y Robin, ni Sherlock y Watson, éramos solo nosotros dos, él y yo.
Por lo menos en tanta oscuridad alguien me daba su mano para resistir, pero el salió, el logro encontrar la luz en un pequeño socorro de gloriosa vida. Y no lo note, no note cuando solté su mano con petulancia como si pudiera salir de la oscuridad inmensa yo sola, como si pudiera rasgar con mis uñas llenas de tierra las paredes de la casa oscura en un soplo de inconsistencia maternal y paternal que era estúpidamente indiscutible y sagrada como si fuera una santa biblia vieja, pero ellos me mataban y me mataron poco a poco, de diferentes maneras y con sus particularidades que aprendí a apagar con astucia al ya analizar sus estúpidos esfuerzos por socavar mi virtud.
Ahora hablemos de el abandono de un ogro arrogante, y aunque cuente esto como si se lo dijese a un niño pequeño con fantasía y magia, las personas grandes (las que presten atención o sean inteligentes para la lectura mediocre de este libro) entenderán por experiencia o por lo que fuese mis referencias antagónicas y la historia verdadera detrás de todos los sucesos mágicos relatados con inconsciencia potencialmente insuficiente.
1 .La casa en llamas.
Insuficiente; quedémonos con esta palabra quién resonará como un fuerte tintineo vibrante en todo lo sucedido aparentemente sincronizado con el desastre que dejó una casa en llamas.
Al principio nadie se dio cuenta que la hornalla quedo encendida en la cocina pequeña de esa cabaña alejada del mundo, o por así decirlo campestre y desolada. Una llama que bailaba con el viento apolvorado primero quemó las cortinas de la sala, cosa que no fue de mucha importancia para el ogro arrogante ya que poco y mucho le importaba aquel lugar. Es cuando todo colapsó y ya no solo las cortinas se incendiaban, un pedazo de vidrio, bien armado y tintineante, explotó siendo el mayor protagonista de esta historia. Un muñeco de cartón se incendió las manos al tomar el vidrio y salir con él de ese lugar llamado hogar pero que poco tenía de ello.
Es entonces, cuando las cenizas de esa choza cabalgaban hacia el mar creciente, que el ogro se esfumó en la espuma del mar salado. Poco y nada se sabía de aquel ogro, poco y nada se sabe ahora del espantapájaros, aunque su diferencia era abismal, porque el espantapájaros no poseía la habilidad de esfumar su cuerpo físico como el ogro. El espantapájaros tomo a ese niño de cartón en sus manos esperando a que algún día se convirtiera en un hermoso espantapájaros, abandonando al fiel pedazo de vidrio ahumado y olvidado en aquella casa en llamas.
Triste y con mucho esfuerzo, el pedazo de vidrio le pidió ayuda a las hadas quienes la convirtieron en una muñeca de porcelana fría a la que le faltaba una pata. Corrió por toda la pradera para alcanzar a el espantapájaros y al muñeco de cartón. Para su suerte, o desgracia, los encontró a la orilla de un sauce bailando con las hojas salientes de aquel árbol. Linda era esa escena pero ella no era parte. No creía que era demasiado importante, podría hacer su propio juego imaginario; y es que así le funcionó en ese árbol, ella se hizo amiga de las flores enormes y caballeros con armadura sólida, quienes la ayudaban a terminar su porcelana. Tomo tiempo pero así funciono, aunque esta era muy frágil, mientras que el espantapájaros iba y venía con juegos para el niños de cartón, la muñeca de porcelana no se sentía mal por aquello, ni siquiera lo notaba al estar tan en su mundo propio de las maravillas, donde ella era la princesa más poderosa de la magia y donde todos la amaban. Ese amor para ella se sentía tan real que se olvido que nadie le estaba prestando atención.
2 .Maravillas del mundo acuático.
El ogro regresaba de vez en cuando al árbol, a ver como evolucionaba su antes mencionado hogar. No traía juguetes, ni nada mágico consigo, solo agua salada con algas pegadas en sus tobillos.
Un día, hablando por hablar, el ogro por fin decidió llevárselos consigo al mundo marino en el cual vivía; cave aclarar que el era el único, aparte del muñeco de cartón, que lograba ver a la muñeca de porcelana.
Caminaron por todo el prado con los pies descalzos, contando chistes y riendo, como si todo estuviera bien, como si nunca los hubiera dañado de ninguna forma, o como si nunca los dañaría de nuevo; pero que linda sensación de inmortalidad se sentía en la piel desnuda, y vida eterna en el cabello.
Cuando llegaron a la orilla del mar en el cual vivía el ogro, no sintieron ningún escalofrío al mojar las puntas de sus dedos con el agua. Al entrar por completo el ogro los tele transporto en una burbuja enorme de aire hacia el centro del mundo acuático ya sabiéndose el camino de ida y vuelta. Allí se sumergieron hasta el fondo del mar y conocieron miles de seres increíbles amigos del ogro, quien por cierto les enseñó a respirar en el mar como si fuera algo natural. Los chistes y las risas cesaron a la llegada de las sirenas con colas brillantes y cabelleras hermosas. Al llegar junto al ogro este las presento con simpatía artificial.
-ellas son mis amigas las sirenas, son muy buenas y espero que les caigan bien-dijo con algo de mentira en aquello.
En ese lugar había criaturas de verdad asombrosas, eso incluía a las dos sirenas que eran amigas del ogro arrogante. Ellas al correr las horas se hicieron más maléficas que el fuego al quemar la cabaña. Se sacaron la piel que las cubría de su verdadero ser dejando ver una piel escamosa como de cocodrilo y arrugada como de elefante. Se sacaron sus dientes postizos y mostraron sus dientes afilados los cuales parecían como los de un tiburón. Se sacaron la piel espectacular y brillante de su cola de sirena dejando ver una cola vieja y sin color. Se sacaron sus largas cabelleras para mostrar los tentáculos que poseen allí. Por desgracia la única que vio esto fue la muñeca de porcelana, las sirenas si pusieron como misión destruirla para no contar su verdad al ogro, pero como si fuera el mismísimo cuento del granjero y el lobo, nadie le creyó. Cómo podrían creerle si las sirenas no eran sirenas de verdad, sino una especie de elfos acuáticos con tonos de ogro y serpiente en algunos aspectos.
Entonces las sirenas la persiguieron y el ogro no dijo nada solo un «cada guerrero da su batalla solo» dejando a la deriva en un lugar extraño a una niña de porcelana mojada. Ella nado y nado, el muñeco de cartón la ayudó a nadar más rápido, siendo así su ancla en la superficie como solía serlo, le dio una alga con el poder de teletransportación; al comerla se sintió desvanecer entre burbujas fugaces y apareció a la orilla del mar. Al tocar tierra camino por la arena mojada, y sintió como se le zafó un pedacito de su pierna, para ser exactos el talón. En ese momento entendió que no volvería a ir al mundo acuático porque no todos los seres bellos eran buenos.
3 .Perdida en una fiesta espacial.
A la deriva, sin mucha noción de en donde se encontraba, varada en la nada siendo algo; la muñeca de porcelana se sintió cansada de tanto caminar sin encontrar al sauce del espantapájaros. Se recostó en la hierba mojada por el rocío y vio cómo brillaban los vórtices negros en el cielo, los planetas la saludaban con estrellas fugaces y ella juró que nunca había sentido tanta paz en todo lo que le quedaba de vida; y así fue. Las estrellas bailaban con los cosmos lejanos mientras la aurora boreal hacía música con sus colores. La muñeca de porcelana río como las hadas cercanas intentaban unirse a la fiesta estelar con su singular polvo de hadas, ellas al verla tan aburrida en el suelo les silbaron a las estrellas para que la pudiesen llevar consigo, y así fue. La muñeca de cartón tan anonadada porque alguien real le presto la suficiente atención se dejo llevar por las hadas y estrellas a esa fiesta tan peculiar.
Rio, como no lo hacía hace tiempo, desde la cabaña en llamas para ser exactos. Flotando en el universo con las hadas se sintió aliviada por alguna extraña razón, y empezó a olvidar la extraña manera en que siempre se arruinaba su felicidad.
Las estrellas tintineaban para ella, por su sonrisa, porque vieron amor en ella, algo roto pero no perdido, algo que merecía ser salvado. Todo el que la haya visto en esa fiesta espacial quedaba encantado con lo brillante que lucía la muñeca de porcelana, quien con solo una mirada te hacía sentir feliz. Esa era ella, esa muñeca de porcelana fría que estaba medio rota pero que aun no perdía la fe en la vida, la felicidad y el amor. Estaba tan llena de vida que desbordaba amor que dar, ella quería que todos se sintieran así por eso era como era, alguien con felicidad.
La luna se vio involucrada en ser cómplice de amarla. Por primera vez alguien la amaba. La luna maravillada con Porce, apodo otorgado por la misma y cambiado a lana por la luna, porque sonaba tan bien lana y luna que se enamoro aun mas de lana. Luna, cada constelación, cada estrella y galaxia, cada planeta y agujero negro amaron a lana porque los hacía tan felices como ningún otro ser del universo lo había hecho. Entonces no fue de extrañar cuando el sol, viendo tanta fascinación, le ofreció a lana quedarse con ellos en el universo, sin sentir ningún rechazo, sintiéndose siempre más amada de lo que pudiera imaginar, explorando los agujeros de gusanos. Las hadas estaban tan contentas por su amiga la porcelana que jamás les dio envidia de el amor que recibía ya que ellas vieron día a día el rechazo en la tierra que ella tenía por ende apoyaron la idea del sol. Lana, quien no olvidemos que es tan fiel como la sombra, pregunto inocente:
-¿podré entonces traer a una persona importante para mi? verán el jamás suelta mi mano y yo la de el, seria muy feliz aquí, no quiero abandonarlo- el sol entendió su petición pero le advirtió que tendría solo hasta el mes próximo para encontrarlo ya que se tendrían que ir a otra galaxia, aunque esto parezca algo imposible, el sol le ofreció como ayuda las estrellas y las hadas se ofrecieron para guiarla. Ferviente y entusiasta, lana aceptó sin rechistar.
Su misión se puso en marcha.
Suponía que de allí viene su fascinación con el universo.
4 .Estrellas y hadas.
Al bajar de la atmósfera con ayuda de las hadas corrió por la pradera con rocío, mientras que las hadas corrían junto a ella. Como una melodía sincronizada que va al compás de sus pies vibrantes.
Sin embargo se preguntaba a cada dos por tres como encontraría al muñeco de cartón, hasta que se le ocurrió una idea fugaz. Entonces lana corrió rumbo a donde juró no volver, ya podía escuchar a el arrogante ogro decir “viene el perro arrepentido con la cola entre las patas”; aunque está sumamente equivocado, no podría decirle nada ya que solo lo buscaba porque era la causa para un fin, y el fin era algo tan glorioso para lana que no dejaría que el insignificante ogro lo echara a perder. Porque ella quería volver a ser luz y solo así se salvaría de tanta oscuridad tenue.
Corrió y corrió, las hadas poco a poco entendieron el camino y cuando por fin sus pies tocaron la orilla del mar se sintió aterrada de repente; como si fuera la presa de algún animal extravagante. Con mucho esfuerzo, y sin una pizca de simpatía miro a las hadas con seriedad en el rostro, sin una gota de felicidad, y es que la entendía porque ella tenía que abandonar lo que logro, quién era, para que alguien más esté complacido por creer falsamente en su razón, la cual ella no compartía. Aparte de todos los recuerdos abandonados lentamente pero recuperados con la velocidad de la luz.
Las hadas entonces llamaron a muchos de sus amigos submarinos, acuáticos y nadadores para guiarnos en el largo camino hacia el centro del mar. El ogro ciertamente lo había hecho parecer algo tan sencillo y rápido que quedó shockeada por el desconcierto de no ver burbujas acuáticas también. Tendría que ir en la espalda de alguno de esos animales raros pero no tan raros. Lana opto por ir en la espalda de un cabalpo de mar gigante, un caballito de mar y un pulpo muy simpáticos se habían enamorado y como consecuencia nación cabalpo que era tan hermoso como temerario.
Cuando las estrellas se proclamaron en el cielo y brillaron con singularidad propia mostrándoles el camino para llegar al centro del mundo acuático, lana se sintió acompañada, podría decir asi mismo que ya no estaba tan sola y ese miedo que alguna vez tuvo al volver a tocar el agua del mar se disipaba con grandeza extrema; tal vez podría ser la mejor ella que alguna vez fue y todo con la ayuda de las estrellas y las hadas.
El cabalpo movió sus tentáculos para empezar a nadar con algo de astucia mientras se semisumergía en el extenso mar, obviamente dejaba que lana respirara por eso no se sumergía por completo. Lana no había elegido a el nadador más rápido, ni mucho menos al más hermoso, pero ella creía que cabalpo, y afirmaba con determinación, que ese era su destino, el destino de viajar con un ser que no era amado por todos, como solía ser ella, o cómo era ella. Pudo así encontrar lo hermoso en algo que no lo era, pudo ver perfección en cada rincón aunque muchos se empeñaran en decir que era imperfecto, pudo ver luz y unas ganas de vivir que la absorbieron por completo. Entonces, sintiendo todo esto, ¿Cómo no desearía que fuera su compañero en este viaje, si le recordaba lo que solía ser ella? Y eso, ese sentido que le dio de pertenecer a algo a alguien que era constantemente rechazado por el mundo entero, fue lo más sincero y hermoso que alguna vez pudo hacer por alguien.
El viaje sería largo y lo sabía, pero todo era por una buena razón y aunque la pobre lana allá roto por primera vez una promesa, que por desgracia es una de las tantas promesas que se rompe a sí misma, ella entrega su corazón por lo que cree correcto. Oh querida lana, si hubieras sabido que eso sería el principio del fin, de tu fin.
5 .23 días y 4 noches.
Ya cansados de tanto viaje por un mar que parecía extenderse con euforia tormentosa, los días seguían contando pero las noches no tanto. Las estrellas hicieron lo posible por que el tiempo no pase como se debería y así lo lograron porque el viaje había durado 23 días y 4 noches, claro está que ustedes, los que no son parte de este mundo, verán como una anomalía lo antes mencionado porque es algo imposible, como también lo es respirar bajo el mar; pero aquí el tiempo se cuenta muy diferente, un mes aquí seria un año en la realidad. Más tarde les explicare mas a detalle el transcurrir del tiempo aunque parezca que no lo haga.
Cuando por fin llegaron, cuando las estrellas ya no estaban para guiarla y cabalpo regresara con su familia, ella quedó sola como a la deriva. Ya estaba en el centro y este sería otro viaje más para poder encontrar al muñeco de cartón. Rezaba, mejor dicho, pedía que este viaje no la destrozara tanto así como para no dejar nada de sí misma que pueda amar; peticiones que se fueron volando en el mar como si fueran insignificantes. Ella no entendía que la vida tenía mejores cosas que hacer que preocuparse por una historia incompleta que a nadie le interesa lo suficiente para contarla, o pedir perdón.
23 días y 4 noches de búsqueda incesante y agobiante.
Los 23 días pasaron tan lentos que se hicieron eternos junto al sol, ese ser mítico que les quemaba la espalda y hacían que se insolarán los cabellos. El agua al evaporarse con su recelosa mirada nublaban lo poco y nada del camino. Los 23 días se convirtieron en 23 infiernos en su piel. Aunque lana desconfiaba del recelo del son, no podría ser tan malo si antes fue una estrella. Tal vez y con poco mérito propio, el sol ayudaba a lana a llegar a su destino pero al enfocarse tanto por el calor emanante de este se olvido que el sol alguna vez la quiso también, tal vez no tanto como la luna, pero si lo suficiente para perder el corazón por ella. Entonces y sin más, los 23 días se volvieron en 5 días soleados (contándolos con tiempo real) y esas 4 noches de apoco se volvieron 5 también, ya a la par.
De las 4 noches no puedo decir mucho, solo que eran verdaderas fiestas con las estrellas y el mar que las reflejaba.
Hubiese querido que lana recordará para siempre esos momentos en donde se sentía amada y escuchada; aunque se que la vida no es nada justa con las pequeñas almas incendiadas, y todo lo vivido estuvo fuera de su control. Estos momentos en su memoria dolerán como jamás le halla dolido algo, el sentimiento de perderlo todo, de ver que la vida, su vida pudo ser diferente como esas fiestas especiales, o esos 23 días y 4 noches, que serían sus últimos 23 día y 4 noches antes de perderse a sí misma.
Si hubieras sabido que alguien si te amaría de nuevo, a pesar de todo el dolor, tal vez y solo tal vez estarías para contar esta historia.
6 .Pétalos en el agua.
Nadar le gustaba, sentía algo satisfactorio al hacer brazadas de león contra el agua. Nadar suponía para lana lo mismo que volar, aunque nunca tuvo el placer de hacerlo, volar y no flotar como las hadas le enseñaron. Volar entre las nubes blancas o grises mientras relámpagos fugaces tocan el suelo con estruendo. Nadar era volar.
Pero sin más desvíos de la historia original con cuentos de un pensamiento ya tan lejano en la memoria. Buscar a el muñeco de cartón sería todo un desafío, aunque el mayor desafío será ver al ogro arrogante y a las «sirenas» que parecían medusas.
Se sabía el camino hasta la morada del ogro como si tuviera un mapa mental de los lugares más tediosos a los que ella querría volver. Cuando estuvo enfrente de esa cueva sombría, retrocedió unos pasos, no estaba lista, creo que nunca lo estuvo. Entró como si con cada paso muriera un poco más. No vio a nadie a simple vista, nadie que le hiciera recordar lo malo como si jamás hubiera existido lo bueno. Camino así por toda la cueva, hasta llegar a una peculiar habitación con cosas, cosas que ella jamás tuvo, y aunque suene muy dramático, alguien era más importante que ella. Y es que eso ya era sabido, pero solo por rumores baniles, pero verlo, ver que todo lo pensado era verdad hizo que su corazón se apagaran un poco más.
Siguió buscando, el desánimo emocional no la alejaría de su búsqueda inicial por el muñeco de cartón. Busco y busco pero no lo encontró, como si se hubiera esfumado en el agua salada. Como si jamás hubiera existido, como ella.
Rendida por el mismísimo tiempo, se desplomó sobre sus rodillas con lágrimas que flotaban a su alrededor. Esa fue la primera vez que se sintió sola de verdad, al no poder contar con su compañero de vida. Al no poder volver a los cuentos imaginarios que ella creaba. Al no poder volver al universo. Al no poder encontrar el sauce del espantapájaros. Al no poder salvar la casa en llamas. Al no poder ser lo suficiente para el ogro. Al no poder verse más que un vidrio roto que olvidaron en el fuego. Y esa era la primera vez que se daba cuenta que la vida no era para todos.
El ogro regreso con la sirena que traía una manta en sus brazos, al verla negó con la cabeza como si estuviera cansado y empezó su discurso del cual lana escuchaba poco y nada, ya perdida en su dolor, consumida por el fuego de esa casa. Entonces fue cuando el ogro le presentó a un dragón acuático muy bello, era solo un bebé, era solo un dragón; no entendía la historia, no fue parte. Pero ya no quedaba una lana sin rencor por eso que jamás tubo. Entonces la miró con los ojos rojos e hinchados y ni siquiera una sonrisa apareció en sus ojos, solo se vio un vacío con sabor a fuego.
-¿Donde esta el muñeco de cartón?- preguntó con una voz tenuentemente áspera.
El ogro, por primera vez quedó perplejo por la lejanía del alma de lana y atontado le dijo que el muñeco de cartón estaba en el sauce con el espantapájaros. Sin mas que decir o hacer lana les dio un último vistazo y se marchó no sin antes comer esa rara alga que la hacía nadar rapidísimo.
Cuando llegó a la orilla y la arena le sonrió, pero ella no lo hizo, pudo ver que en todo el camino que ella recorrió para llegar a la playa había pétalos flotando pero casi inertes, los miro por un largo rato viendo como se movían con las olas pero no cambiaban de lugar, como si algo mágico las mantuviera allí. Entonces se acercó para tomar una pero cuando la sostuvo con sus dedos esta se convirtió en polvo de hadas brillantes que volaron hasta el cielo para después ser agua cayendo de este. Retrocedió incrédula y miró su pierna, de esta salían pétalos como si los llorara por un hueco que suponía se había roto hace poco. Volvió a mirar, con solo una lagrima derramando, el mar y los pétalos en el agua.
7 .Esto suena a una canción triste.
Camino, no tenía muy claro cuánto tiempo caminó por el prado, ni mucho menos de cuanto hacía que no sonreía, pero sabía que había caminado bastante porque ya no podía ver el mar en el horizonte como hace unos muchos pasos atrás. No creía estar cerca, ni siquiera en camino, hacia el sauce. Perdió la fe, la basta fe que le quedaba aún vivaz en su interior se había extinto como un resoplido en las cenizas de una flor. Dudaba entonces de si alguna vez la tuvo, porque ahora parecía tan lejana, tan fuera de sí , tan inerte o inocua que el espacio tiempo necesitaría retroceder entre vórtices oscuros para recordar que alguna vez la tuvo; porque ya no la poseía, ni la poseyó nunca, o eso creía. Creer eso la mantenía un poco cuerda en las puntas de sus dedos, porque recordar que alguna vez la tuvo y la perdió haría que mil estrellas colapsaron y cayeron a la tierra haciendo este el último aliento de lana antes de ser incinerada por el fin del mundo, su mundo.
Era más que claro que se había perdido como se pierde un bicho entre arbustos. Tristemente, muy triste contar esta parte de esta historia rota, aunque el que la haya conocido alguna vez cuando ella fue feliz en su ignorancia perpetua tendrá fe en que volverá a encontrarse. Pero lo que pasa es que de tanto perderse llegara un dia que no recuerde el camino a casa y tenga que quedarse en su soledad magistral para sentirse acompañada aunque pierda la cabeza en ello y aun así tengamos fe de que no todo puede ser malo, tengamos fe en ella, en su historia y en un bonito final que solucionara los problemas, de la pérdida de tantas cosas irrecuperables como lo era el amor propio que ya no poseía por desgracia, porque no creía que algo en ella valiera la pena salvar, o amar. Y es que ella era preciosa, con sus ganas de libertad, siendo parte de un rompecabezas ya armado. Era un ser, un ser del que ya todos se olvidaron porque no quedó nada, no quedo nada de ella; o eso pensaba, por eso creía que no abrió otra cosa peor que le pudieran hacer, no la sentiría porque ella ya no existía. Pero se equivocó, porque ella seguía respirando, un aire que la quemaba. Entonces las estrellas lloraron y el calor se convirtió en nieve que mataba de hipotermia a quien osara apreciarla. Las estrellas lloraron por ella, la nieve cayó por su dolor, las flores se marchitaron por su infelicidad y ella se convirtió en un ser pálido con porcelana que congelaba todo a su paso mientras tarareaba su historia, la melodía sonaba como si estuviesen cantando una canción triste ¿Acaso podría alguien sentir su dolor?.
8 .El lobo con ojos marrones y el reloj de hojalata.
Pese a que no quedara nada que amar en ella, o es lo que se decía para sobrevivir a este invierno tan espantoso. Aun en un suelo lleno de rocas, con dolor en las venas y frío en el corazón, ella, nuestra fiel sobreviviente que vive por vivir, no perdía del todo la fe, la fe en encontrar al muñeco de cartón. Suponía así que el seria el único que pudiera sacarla de su oscuridad adsorbente o como muchos dicen «el invierno más largo de la historia». Pero lo que pasó, lo que pasó en aquella fría casa abandonada con solo una cosa en ella, un reloj de hojalata que estaba averiado colgado justo en la pared que ella solía mirar. No hay vida después de la muerte, no hay infierno más reconfortante que el frío del suelo de esa casa, no existía un invierno más frío que su alma ni una muerte tan lenta como la suya.
Ella ya no recordaba que era amar, o ser amada, entonces cuando el lobo entró por su ventana y se proclamó una oveja la cual la amaba, ella no dudo en creerle. Se que pensaran que fue idiota, que fue una incrédula por creerle a un lobo que dice ser oveja, pero ella ya no recordaba lo que se sentía que alguien te ame, que te ame de verdad. Y aunque el lobo no la amo de verdad, si fue un excelente actor al engrupirla con tal desconcierto ajeno que ella admiro con una estrella tapándole la herida. Si fue idiota, pero no podemos culparla, cómo podríamos culparla de una historia tan desgarradora como la suya.
Le creyó y creyó que por fin alguien la amaba, pero cuando sus garras rozaron con euforia divina su espalda de porcelana blanca, cuando su pecho sintió el verdadero frío de la madera y soltó resoplidos que caían perdidos en las rendijas que había entre las maderas, perdiéndose por completo. El lobo que dijo ser oveja, que dijo amarla, susurraba en su oído con gruñidos feroces y estremeciéntes mientras clavaba sus garras por la espina dorsal de lada, sacándole el alma, lo poco que le quedaba de ella. Y el lobo lo disfruto sintiéndose pleno entre la agonía y la muerte no de él, si no de ella. Susurrando palabras que se grababan en la piel de lana, como si fueran ciertas, como si valieran la pena escucharlas.
Y ella, lana, nuestra guerrera que perdió contra un lobo, o la vida, no hizo nada; se quedó inerte mirando al reloj de hojalata en la pared, con sus colores burlones y su falta de función. Nada, ni siquiera resoplo, solo miro el reloj y sintió cómo se moría con cada rasguño que le hacía a su espalda. Ella sintió que su alma ya no era suya, que por fin había muerto y por eso viene su desconcierto cuando el lobo terminó y ella seguía respirando, seguía sintiendo. Y allí el mundo se quedó en silencio, fue como una pausa a todos los sonidos posibles que podían llegar a inundar sus oídos, lo único que podía pensar era que seguía viva pero muerta, como ese reloj en la pared.
Cuando se levantó vio al lobo, miró sus ojos color café, los ojos de un humano. Ya no le podía extrañar que existieran los hombres lobo. Vio sus ojos y anulo cualquier lágrima que pudiera sacudirla, jamás podrá olvidar esos ojos, ni las manos de él en su espalda, ni los gruñidos, ni siquiera cómo se sintió el piso frío en su abdomen. Tampoco va a olvidar a ese reloj de hojalata ni al lobo con ojos marrones.
El lobo, suponía ella, no comprendía lo antes ya hecho por el mismo ni la magnitud que podía llegarle a causar a lana. Entonces él siguió como si nada, como si no hubiera nada malo en aquello, como si estuviera bien matar a alguien sacándole su alma. Y lana, oh nuestra querida lana, fue absorbida de tal manera por la oscuridad que ya nadie podría salvarla de sí misma, ni siquiera ella lo deseaba. Porque estaba viviendo por vivir y no moría porque ya estaba muerta.
No hay nada que explicar en esta parte de la historia, todos toman sus respectivas opiniones de si ella tuvo que hacer algo o no, y esta bien pero yo vi como moría en sus ojos Hazel, cómo murió un alma tan llena de amor como la suya y puedo asegurarles que ella también se odio por ello por no ver que los lobos son lobos y ya. Todos lloramos, mientras veíamos como ella moría, entonces el cielo se tiño de negro y ya nadie rio como antes. Todo por unos ojos marrones y un reloj de hojalata.
9 .El invierno que jamás cesó y el olvido que se volvió recuerdo.
Al levantarse sin ningún escrutinio aparente, miro tajante y por última vez a ese lobo y a ese reloj maldito como si inconscientemente ella supiera que lo sucedido era ilícitamente escrupuloso de aquellas acciones que menospreciaron su virtud, su vida y su alma.
Salió de esa casa llena de escozor saliente de su alma ya perdida. Camino entonces por la desmesurada pradera de nieve, sin saber siquiera para dónde se dirigía imprescindible. Ya era demasiado sabido que su fe se había extinto por completo, ya ni siquiera presidencia del muñeco de cartón, solo sentía un resquemor que le inundaba el cuerpo con perversidad como si todo lo vivido le pesara en el cuerpo.
Tal vez, por azar del destino inexistente, ella podría recuperarse en las manos de algo que la amara pero dudosamente encontraría su paz en la vida, cuando los recuerdos se volvían tan vividos en su sangre y la bilis resonaba en su garganta, lana no podría recuperar lo que perdió, solo se convertiría en una historia que nadie presta atención, una historia inconclusa la cual tiene un final ya sabido y esperado como la lluvia en este día gris.
Un invierno le apaciguaba sus sentidos pero no su mente, el invierno más largo de la historia se volvió así el invierno eterno en su piel y el olvido se volvió estallidos de historia, su historia, que derrochaban amargura en los labios. La vida solía ser como este invierno con las personas que no se lo merecían, tan fría, tan blanca y sin vida, y aunque digan que la nieve solo es un estado del agua en, en esta historia solo era el recuerdo del olvido.
Camino, nunca supo cuánto ya que al no sentir sus pies, ni nada de ella misma, no tenía noción alguna del dolor que causaba en estos el caminar tanto. Solo supo entonces que el sauce se encontraba al final de su campo de visión y que un rayo de sol lo iluminaba con anhelo a que ella reaccionara, pero no lo hizo, ¿Cómo podría hacerlo? si de tanto buscarlo se perdió. Allí no había nadie para recibirla con los brazos en alto y con una taza de té caliente que la hiciera extrañar vivir, solo el viento que soplaba sollozante la recibió con un fino cuchillo que la atravesó sin mas, no sabia si le interesaba algo de aquello, no creo que jamás lo supiera, como no supo tantas cosas en su momento. Cuando llegó al pie del árbol vio un sauce refaccionado mirándola con grandeza inexpresiva.
Por primera vez sintió vergüenza, porque el odia por sí mismo ya lo tenia, una vergüenza que le tras comía el cerebro por no decir algo más desagradable. Al entrar y ver las caras familiares de seres que creía perdidos o inexistentes en esta historia quiso sentirse segura, apaciguada, amada o algo que no la haga melancólicamente rabiosa y enojada; pero ,tristemente, jamás se sintió así, ninguna de las opciones fue válida para aquellas personas insatisfechas.
Entonces empezó a fingir, mientras el tiempo pasaba, los recuerdos se acumulaban, la rabia y la tristeza se volvían vigentes en ella, como si alguien más hubiera tomado el lugar de ella en este relato. Aprendió a ocultar sus sentimientos llorando a escondida ciega con los pétalos de aquel sauce. No volvió a decir un te amo de verdad, con sentimiento y sustancia. Tampoco volvió a extrañar siquiera algo. Se convirtió en una persona sin amor de ningún tipo. Se olvido de las estrellas, el universo, las hadas , la luna y el sol, no creía ya que valiera la pena extrañarlos o pensar en ellos. De a poco dejó de creer en la magia y los cuentos de hadas cuales no se volvían realidad a su alrededor, su vida se volvió entonces como la de cualquier persona ordinaria en la tierra, sin nada extraordinario que contar. Su apetito disminuyó con cada respiración que daba, como si su cuerpo ya estuviera en descomposición, como si ya estuviera muerta pero con vida.
El muñeco de cartón, quien era su compañero infinito, era el único que la acompaño es ese retroceso majestuoso que era su existencia. Pero no todo dura lo suficiente. Cuando ella le contó esa extraordinaria historia sobre el universo, él quiso salir, salir de la oscuridad para seguir al sol. Claro que el muñeco de cartón quería que lana vaya con él, porque los dos eran uno, pero ella ni siquiera llegaba a ser algo.
Entonces se pusieron en marcha, con emoción unilateral, y llamaron a las hadas quienes ya no podían reconocer a lana. Ellas los ayudaron a llegar con el sol, y el al verlos tomó su decisión. Eligió al muñeco de cartón y no quiso salvar a lana. Aunque ella ya lo esperaba fue otra herida que la atormentaba en sus días de felicidad falsamente otorgada. Y ahí fue cuando se pudo admirar la nobleza del muñeco de cartón, quien proclamó que no se iría sin lana, pero ella no podía hacerle eso a él, por eso hizo lo que hizo, por eso dejo que el se fuera mientras que ella se quedaría con el espantapájaros.
Ella le susurro un ultimo te amo, el cual sintió con todo el peso de su corazón, y dejo que se marchara para encontrar su luz aunque ella estaba inundada de oscuridad. Lo amo, y como lo amaba tanto quiso lo mejor para él sin importar que ella no existiría sin él.
10 .La vida de alguien que quería llegar a la luna.
Desorbitadamente, lana paso el resto de su vida en un lugar sin gracia y apatía, con alguien que ella sentía que no la quería, como quien no quiere la lluvia en un época de inundación, como alguien que no quiere el sol en época de sequía. Sus días pasaron, viendo personas ir y venir de su vida, los años se hicieron cómplices de su tristeza y el tiempo se volvió culpable de su enojo.
No tenía sentido nada para ella, no tenía sentido existir en esta tierra para ella y aunque a veces se arrojaba al mar para poder salir del acantilado, este siempre la regresaba a su pesadilla constante en la cual prevalecía sus recuerdos y sus olvidos.
Ella era puro invierno, el más crudo y frío ser que pisó aquel césped mojado. Lana, aunque quisiera negarlo, sentía el frío en todo su ser siendo inevitable los escalofríos al caminar.
El espantapájaros la siguió ignorando como ignoramos que respiramos a veces, solo le prestaba atención cuando lana no seguía su patrón dictatorial de vida, la cual ya no era vida, ni para el espantapájaros ni para porcelana. El deseo de libertad se fue perdiendo con el tiempo y solo quedo su sombra quien yacía en la entrada del sauce.
El ogro arrogante cada vez era más insistente en su proclamación de verdad, pero porcelana ya no lo escuchaba, no escuchaba ni una sola palabra emánate de su boca, no creía que fuera necesario siquiera, solo fingía que estaba de acuerdo con aquello que él creía.
La vida se volvió como una corriente de agua, la cual solo pasa y nadie presta atención.
Y la historia que conté alguna vez de un vidrio que se volvió porcelana se quedó solo escrita en las puntas de mis dedos sin tener relevancia en ojos ajenos que sean conscientes de ella, o de la vida siquiera, porque no todo era color de rosas, ni mucho menos color negro, pero el mundo de lana no encontraba un punto medio en el cual acobijarse por las mañanas, o por las tardes, o por las noches.
Ella solía ver el cielo, esperando a que un astronauta la saludara eufóricamente, y que ese astronauta sea el muñeco de cartón, quien deseaba que no se haya olvidado de ella. Recordaba entonces, viendo la majestuosidad de la luna, cuando ella quiso estar con ella, cuando la luna la amó de tal manera que creyó que podría ser para siempre. Ella quiso viajar a la luna pero un corazón roto es inservible para esta.
Al tiempo, o al final de este relato, ella se hizo amiga de un gato salvaje pero libre. Fue cuando sonrió, no demasiado, pero lo hizo. Se pasaron la vida viendo el cielo, las estrellas y la luna. Se sostenían uno al otro contando anécdotas robadas y chistosas. Porcelana creyó que este gato salvaje podría ser un regalo, algo para recordar al muñeco de cartón.
El espantapájaros se volvió más demandante a la rebeldía de Porcelana, se escuchaban sus peleas hasta el mar y de regreso. Ella ya no soportaba la indiferencia por su vida en ese sauce, por la indiferencia que le obsequiaba vivaz el espantapájaros. Entonces, y con mucho pesar, porcelana tomó la decisión de irse para siempre, ella creía que nadie la extrañaría ni en una casa en llamas, ni en un sauce encantador, ni en un mundo acuático, ni en la fiesta espacial, ni en una casa con solo un reloj. Prefería olvidar, olvidarlos, que vivir en un recuerdo sin amor. Tomo sus cosas, se miró en un espejo rasguñado, vio lo blanco de su porcelana y supo que era frío. Le echo un último vistazo al espantapájaros quien yacía dormido en plena calma y no sintió culpa, ni mucho menos remordimiento por lo ya decidido.
Salió de ese sauce en cautiverio y miró a su compañero gatuno quien se lamia sin preocupación alguna su pata derecha. Camino hacia él hasta que lo adelanto y el gatuno tuvo que seguirla a ella.
Ella sentía como el final del eterno invierno le acariciaba las puntas de sus pies. Miró entonces, con mil y una lágrimas acumuladas en sus párpados, el viejo sauce que se zamarreaba quitándose la nieve. No pudo evitar que una lágrima se le escapara al reír triste pero ya no tanto. Volvió a darse vuelta, cerró sus ojos y sintió como la plenitud del tibio viento le llenó los pulmones, al abrir sus ojos nuevamente miro a ese gato salvaje con una sonrisa cansada que recibió de vuelta, dejó de mirarlo para mirar así el horizonte mientras caminaba con lentitud por una pradera verde.
Mientras caminaba con paso lento, susurro para el viento o para el espantapájaros– mamá no me esperes en casa- y así comenzó su viaje el cual ya tenía como destino la luna.
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