El escritor

El escritor

JAP

10/04/2019

“El maestro del tiempo es el hombre, pues lo ha inventado.”

Sentado en el taller de escritura creativa, Julius se encontró frente a una página en blanco:

– ¿Y ahora qué hago? – Se dijo a sí mismo.

El profesor había mandado a hacer un intento de escribir durante media hora un cuento. Debería tener principio y fin, comienzo, nudo y desenlace. Temporalidad.

– Recuerden: debe tener ritmo, diálogos y ser irónico. Y no se olviden de lo más importante: el personaje. – Había dicho el profesor.

Julius tembló en su carpeta, todo estaba sentenciado, esa era una tarea imposible. Nunca sería escritor. Consideraba que media hora era un plazo imposible para lo que pedía el profesor. Él ni siquiera había escrito en varias semanas un cuento que valiera la pena.

– ¿Qué cosa eres?, ¿Un cobarde? Si el profesor ha dicho que se puede se puede. El cuento debe ser simple y sincero. Directo, ir al grano. Escribiré en primera persona. Describiré lo vivido en media hora. Acaba el tiempo acaba el cuento. – Pensó Julius.

“Borrador, cuaderno, lápiz. El corazón se me sale de emoción, como si estuviera a punto de tirarme por un barranco. Cada trazo que hago define muchas cosas: esperanzas, ideas, creencias, es una radiografía de mi propia historia. Sueños, sueños que uno escribe. Veo que tengo que trazar un plan para escribir algo que valga la pena. Tiene que tener ritmo y como en la música son los silencios y sonidos, en la escritura son las letras y el espacio en blanco. Por ello la extensión y la pausa entre párrafo y párrafo, palabra y palabra, las letras y la puntuación, deben buscar un efecto. Un solo párrafo, para simplificar este cuento tendrá sólo un párrafo, como el mar. Y cuenta mi historia, que dura exactamente treinta minutos. Estoy pensando ahora en el lector. Ese ente de poder magno que debo satisfacer y que está siempre sobre uno para criticarlo. Debo manipular a un coloso del tamaño de un dios. Marearlo en un laberinto de palabras y no dejarlo escapar. Entretenerlo y divertirlo, causarle enojos y sonrisas, enternecerlo y hacerle sentir que su corazón es blando. Quedan menos de diez minutos, vuelve una vorágine de fuego, el terror de no acabar a tiempo. En este momento mi cuento es como un negativo fotográfico expuesto al sol, y la imagen se va esfumando. No te preocupes lector, el tenor de este cuento será epopeya y lo salvaré para ti. Porque te lo mereces y yo merezco a la vez ser héroe. El amor siempre funciona, porque te hace sentir extasiado, pleno y trascendente, lector siente ese éxtasis, recuérdalo conmigo, recorre dulces labios, caricias, abrazos, nervios y fracasos. Recorre conmigo emociones tristes y también lluvias de alegrías. La bondad inesperada y la aceptación completa. Tormentas de gritos y arañazos, de pasión y de entrega. Recuerda conmigo cada momento vivido de emoción y se generoso y magnánimo, salva conmigo este cuento. Porque cada emoción que sientas ahora te hará feliz, te sentirás vivo y los cabellos del brazo se electrizarán, cierra los ojos y baila entre las imágenes de tus amores, todos. Y recuérdate como eras con ellos. Tenemos trece segundos lector, sólo di una palabra: Amor. Y salvarás este cuento”.

Julius levantó el lápiz del cuaderno, estaba caliente, como una viruta recién arrancada. Miró con orgullo su obra. Y luego de releerla la sintió menor, inocente. Pero le tomó un inestimable afecto. Sonrió, se emocionó y se levantó a entregarle el papel al profesor. No importa lo que él dijera, porque satisfizo al lector más importante, a Julius mismo. Al momento de despedirse del profesor, este le dijo una palabra:

– Amor.

JAP

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS