— ¡No puede ser!—gritó desesperada Susana al ver como su celular se hundía lentamente en la cubeta que contenía agua con aromatizante para pisos. Era sábado, día de limpieza en su casa y ella era la encargada de hacerlo. Y mientras realizaba el quehacer, como toda mujer que puede hacer varias cosas a la vez, compartía el tiempo platicando con sus amigas por el grupo que habían formado en las redes sociales. Y en una de esas, puso el celular en la bolsa de su blusa y cuando se inclinó a exprimir el trapeador vio cómo su preciado equipo caía en la cubeta.

Al oír el grito, Rebeca su mamá, que en ese momento se encontraba en su recámara con la televisión encendida y a la vez revisando su cuenta en las redes sociales, salió apresurada para ver qué había sucedido. Imaginándose lo peor, llegó hasta donde estaba Susana y al verla de pie y consciente se tranquilizó. Sin embargo, aun desconocía la razón de lo que estaba pasando ahí.

— ¿Qué te ocurrió Susi? —Inquirió alarmada — ¿Por qué esos gritos?

  • No me vas a creer mamá…

Entonces mostró el celular que aún revelaba rastros de humedad sin señales de que funcionara. Pero eso sí, tenía una agradable fragancia a verde pradera.

— ¿Y esto fue el motivo de que casi me dé un infarto? —cuestionó Rebeca.

Su hija volteó a verla con una mirada como si le dijera que era “obvia” la razón de su desesperación.

—Pero mamá, —explicó Susi. — Ahora, cómo me voy a comunicar con mis amigas y con Alan.

Alan era su novio.—Además—aclaró Susana para justificar su “angustia” —, ya no podré subir fotos al Face para cambiar mi foto de perfil, perdí mi grupo de Whats App, además, tenía una gran cantidad de “memes”.

Y no continuó haciendo el recuento de los daños pues estaba a punto de romper en llanto. Y entonces del susto, la mamá pasó a la molestia.

— ¿Oye qué no sabes cuánto le está costando pagar a tu papá este celular?

Y tenía razón la mamá, el papá estaba haciendo un esfuerzo para que su hija lo tuviera y no por ser su papá un consentidor, sino porque ella se lo había ganado como un estímulo gracias a sus calificaciones.

— Y pues tienes razón, —Continuó su mamá — No será fácil recuperar lo que perdiste… y también, no creo que tu papá pueda comprarte otro a corto plazo pues como te dije, todavía no acaba de pagar éste señalando al todavía celular húmedo con olor a pradera verde.

—Pero mamá…

—Lo siento hija, si quieres, habla con tu papá a ver qué te dice.

Posteriormente, la mamá retornó a su recámara para continuar lo que estaba haciendo antes de la interrupción de su hija. Por lo que deslizó el dedo índice sobre la pantalla de su celular para desbloquearlo y así, entrar al Face. Más tarde, se acordó de su hija y del incidente y meneando la cabeza musitó con una leve sonrisa:

—¡Què niña!

Mientras en su cuarto su hija estaba en un mar de lágrimas.

Susana tenía un hermano mayor llamado Javier. Esa mañana cuando éste llegó a casa, pues los sábados asistía al gym, encontró a Susana aún con los ojos llorosos y la mirada perdida en el vacío.

— ¿Qué te pasa hermana? preguntó Javier mostrando preocupación.

— Fíjate que se me mojó mi celular y creo que ya no sirve.

— ¡Órale! ya entiendo por qué estás así hermana—expresó Javier.

— ¿Y ya lo saben mis papás?

—Sòlo mi mamá y ya sabes, me regañó, ahora sólo falta mi papá, —manifestó Susana.

—Pues no creo que a mi papá le vaya a dar mucho gusto, —afirmó Javier.

— ¿Y qué vas a hacer?—preguntó Javier.

—Pues no se brother—contestó Susana.

Mientras platicaban, Javier se quedó pensando cómo solucionar el problema a su hermana. Hasta que algo se le ocurrió.

— Pues a ver, a ver, —dijo Javier —Yo tengo un celular que no ocupo, te aclaro, no es el último grito de la moda pero úsalo en lo que mandas el tuyo a componer, o papá te compra otro.

—Gracias brother dijo Susi.

—Por nada hermana, dijo Javier. Diciendo esto, fue a su cuarto, abrió una de las puertas de su closet y de uno de los paneles bajó una caja de zapatos la cual servía para resguardar “sus cosas de valor”. Y entre sus lapiceros que gustaba coleccionar, fotos, llaveros, credenciales así como monedas antiguas, encontró el celular. Volvió a poner la caja en el closet. De camino al cuarto de su hermana, frotó el celular en su pantalón para quitarle algo de polvo que se le había acumulado por el tiempo que llevaba en reposo.

—Aquí está, espero te sirva, estos salieron muy buenos, —expresó Javier mientras seguía quitando el polvo.

Susana, trató de no ser tan evidente, por el gesto de “sorpresa”que hizo al ver el equipo que le traía su hermano. Y es que el celular de “repuesto” era de los que ella llamaba “cacahuatito”. Solo tenía las funciones de llamar, mandar y recibir mensajes de texto. No contaba con acceso a redes sociales ni cámara y ninguna otra aplicación; pero en contrapartida tenía radio AM y FM.

—Ohm gracias Javier—dijo Susana al momento que guardaba el celular en su bolsa.

Cuando se quedó sola, sacó el “cacahuatito” de la bolsa y lo miraba y lo miraba y lo volvía mirar y pensó: “No, no, no, ¿Cómo voy a llevar esto a la escuela? yo sé que mi brother me lo dio con toda la buena intención pero… ¿Qué me van a decir mis amigas si me lo ven?… Lo más probable es que se burlen”.

No le faltaba razón ya que el espíritu de competencia entre los chavos, genera una lucha por ser el primero en algo que refuerce su autoestima, su ego o la lucha del poder sobre los demás. Porque a muchos les interesa ser el primero en calificaciones, en moda de ropa, tatuajes, accesorios en las orejas, nariz… y la lista es larga.

Por otro lado, entre los chavos esto de la competencia por traer el mejor celular que los demás, se vuelve una lucha feroz de tal manera que el vencedor manifiesta su victoria por medio de burlas, comentarios mordaces y exclusión hasta la indiferencia.

Todo esto lo sabía Susi lo cual la hacía estar insegura si quería pasar ese trance a causa de que la vieran traer un celular como el que ahora tenía en sus manos, pero por otro lado, reemplazar su celular a corto plazo en estos momentos podía resultar tan complicado como querer ponerse a dieta en plenas fiestas decembrinas.

Esa noche cuando llegó su papá no hubo más remedio que enfrentarlo. Era mejor así antes que esto se complicara. Durante la cena ni su mamá ni Javier hicieron comentario alguno. Ya cuando Israel su papá se encontraba cómodamente leyendo el periódico en su sillón favorito de la sala, Susana se le acercó diciéndole:

—Papá, tengo que comentarte algo.

El papá dobló el periódico que estaba leyendo dejándolo en la mesita junto a la lámpara, se ajustó los lentes, se acomodó mejor en el sillón con la intención de conocer aquello que le pasaba a su hija. Por el tono de voz de Susana el papá sintió que una descarga eléctrica recorría su columna vertebral. Trató de controlarse y preguntó:

—Si hija, dime ¿qué te sucede? A ver, ¿estás embarazada?

—Ay no papá, cómo crees…

—Reprobaste el semestre,

—Tampoco—contestó Susana,

— ¿Chocaste el carro?

— ¡Menos!

Las respuestas que iba escuchando el papá lo fueron tranquilizando. Las “peores noticias”estaban descartadas.

—Entonces, ¿qué te tiene tan afligida?—sondeó su papá.

—Se descompuso mi celular papá.

Y de ahí pasó a explicarle cómo había ocurrido tan lamentable suceso.

Su papá, por un lado, respiró más relajado sabiendo el problema, pero ahora, no sabía si reír, llorar o enojarse, guardó la compostura y entonces expresó a su hija lo siguiente:

—Sabes que aún no termino de pagarlo y por otros compromisos que tengo, veo muy difícil que te pueda comprar otro en este momento.

—Si papá —interrumpió Susana —lo sé, pero no te preocupes, Javier ya me ofreció uno.

—Ah qué bien hija.

Y continuó ella diciendo:

—Y para comprar otro, no te inquietes papi voy a ahorrar para tener otra vez celular ¿sale?

— ¡Excellent! —Dijo su padre empuñando su mano derecha con el dedo pulgar hacia arriba.

El lunes cuando llegó Susana a la escuela, sus amigas la abordaron para preguntarle qué le había sucedido ya que no había contestado los whats App el fin de semana.

–Es que me pasó un accidente.

Sus amigas al oír esto, se acercaron más a ella mirándola con tanto asombro que parecía que sus ojos estaban a punto de saltar de sus órbitas.

–No manches pues, ¿Qué te ocurrió?

—Se me cayó el celular en una cubeta con agua y ya no funciona

— ¡Wow! Qué terrible noticia —dijo Connie,

–Si manita fue horrible, imagínate el fin de semana sin celular.

— ¡Uf! ni lo digas amiga –dijo Keyla — Oye mira te recomiendo que lo pongas en una caja y lo cubras con arroz

—Y eso para qué amiga

—El arroz absorbe la humedad

— ¿Ya lo pusiste detrás del refrigerador para que se caliente? —Terció Connie.

Más tarde, vio a su novio Alan poniéndolo al tanto de su odisea.

—Ay bebé y ¿Qué vas a hacer?

—Aun no lo sé —y agregó:

—Lo voy a llevar a la concesionaria, todavía tiene garantía.

Esa tarde cuando llegó a casa después de clases, Susana encontró a su mamá sentada en un sillón de la sala enajena con el celular en mano que no se dio cuenta cuando entró. Entonces, se dirigió a su recámara sintiendo algo de molestia por lo que había visto de su mama. Más tarde después de hacer su tarea, buscó la manera de cómo entretenerse. La tarde se le hizo eterna.

Entonces, tomó un libro con la intención de leerlo pero acabó éste encima de su cara pues no tenía el hábito de leer. En las siguientes semanas, tuvo la oportunidad de salir con sus amigas, con su novio, y con sus padres y notó algo en común entre estas personas que se encontraban en su círculo de seres queridos.

Que las veces que se reunían ya casi no platicaban entre sí, pues era sentarse, sacar su celular para ponerse a platicar con alguien distante y lo más triste, muchas veces sin tomar en cuenta a los que tenían enfrente o a un lado.

Incluso, cuando estaba en casa, ya era difícil comunicarse como familia, porque aunque parezca chusco, a veces la mamá desde su cuarto mandaba un Whats App a su hijo Javier para preguntarle si ya quería cenar y que le avisara a Susana.

Estar sin celular permitió a Susana darse cuenta de cómo este aparatito está influyendo en la vida de la gente. Lo observó en la calle al caminar y ver a niños, jóvenes hasta adultos con las manos pegadas al pecho y la cabeza gacha.Incluso, se dio cuenta que muchos jóvenes utilizaban el celular para escuchar música caminando en la calle, sin el menor recato de que esto pudiera ocasionarles un accidente o ser víctimas de un asalto.

Hasta en una ocasión cuando tuvo que abordar un taxi porque su mamá no podía llevarla a la escuela, el taxista mientras manejaba emulando a un piloto arriesgado pues mientras maniobraba con una mano, con la otra iba escribiendo un mensaje en su celular. Cuando ella vio esto, pidió amablemente al conductor de que si era muy necesario hacer eso, se detuviera para no ocasionar un accidente. El taxista la miró con molestia sin decirle nada y siguió con lo que hacía sin la menor moderación.

En otra ocasión, era de noche y Alan su novio que traía hambre le dijo a Susana que fueran a cenar unos tacos, cuando llegaron al lugar, se sentaron cerca de una pareja que también en ese momento llegaban y así como ellos, había planeado salir a cenar.

Todo parecería normal, sin embargo, algo que observó fue que el muchacho de la otra mesa, no era el clásico enamorado que buscara la mano de su amada o que ella se pusiera a escudriñar en los ojos de su galán cuanto la quería, o simplemente preguntarse con interés cómo había sido su día.

Pero, ¿Cuál era la razón de que esto no ocurriera? Susana observó que ellos eran una pareja que hoy en día ya es común ver: Eran una pareja cibernética y ¿Por qué eso? Porque cada uno de ellos estaba concentrado en la pantalla de su celular sin voltearse a ver. Pero qué cosas, cuando Susana volvió su mirada a donde estaba Alan él estaba igual.

Como no lograba la atención de Alan y además estaban tardando en traerles su cena, Susana continuó observando a la pareja que estaba junto a ellos. Y se pensó: “¿Dónde quedó el romanticismo de esa pareja?” o ¿De qué forma se demostraran su amor? hasta empezó a fantasear imaginando que en ese momento, él estaba mandando una carita con la expresión de un beso a su novia, o tal vez mandándole un ramo de rosas… pero todo claro en emoticón y por medio del Whats App, y ella, tal vez como respuesta le habría mandado un “meme” en donde le expresara cuanto lo quería.

—No lo sé—dijo, pero lo que sí sabía es que esto es común.

Como ella escuchó lo que la pareja había pedido, cuando les llevaron a la mesa su orden, recibieron el plato sin dejar de ver la pantalla del celular, por esto, no se dieron cuenta de que sin querer el vendedor les habían puesto las órdenes equivocadas: los seis tacos que el novio había pedido los tenía ella, y los cuatro de ella los tenía él. Entonces Susana dijo:

— A ver qué hacen.

Pero no fue hasta el momento en que el joven se disponía a ponerle salsa a sus tacos, que notó que le hacían falta dos en el plato y dijo en voz alta:

—A caray, ¿Ya me los comí sin darme cuenta?

Fue hasta que vio el plato de enfrente: ahí se encontraba su orden sin tocar. Entonces, dijo a su pareja que intercambiaran los platos. Ella sin dejar de ver la pantalla de su celular lo hizo. Posteriormente, Susana fue testiga de la habilidad increíble para comer de esta pareja, pues mientras con una mano tecleaban o deslizaban la pantalla para seguir viendo imágenes en las redes sociales, con la otra mano tomaban el taco a tientas llevándoselo a la boca. Y se preguntó:

— ¿Ya tendrían práctica para hacer eso? —Obvio que sí.

Por último, como Alan seguía también ensimismado con su celular, para Susana en ese momento eso no era problema pues estaba más interesada en lo que ocurría con la otra pareja. Y cuando por fin terminaron de cenar Susana observó, que sus vecinos de mesa pidieron la cuenta y después de pagar se fueron caminando juntos pero sin tomarse de la mano y es que no podían hacer eso… a menos que tuvieran tres.

Transcurrían los días y Susana no podía cambiar de celular. Tenía aun el “cacahuatito” lo que le hacía estar fuera de todo lo que pasaba en el grupo de Whats que se habían formado entre amigas. En cuanto al Face, lo solucionaba con la compu de su casa para así estar enterada de lo que ocurría.

Una ocasión, mientras revisaba su cuenta del Face, encontró un artículo que una amiga había compartido. Le llamó la atención el título pues era una pregunta que decía así: “Tienes tú celulitis”, lo cual sonriendo se dijo:

—Aun no jajaja, —Y a continuación, decidió leerlo.

¿TIENES CELULITIS?

Me he preguntado ¿Qué origina la adicción de estar siempre pendiente del celular? ¿Será que los fabricantes habrán incluido como parte del equipo ciertas hormonas que provocan una relación de placer así como una indisoluble separación del usuario con su equipo? No lo sé, pero sólo hay que observar a nuestro alrededor para darnos cuenta que no es difícil encontrarnos en la calle, oficina, escuela, espacios públicos y aún en la misma casa a personas con el celular en la mano.

Me atrevo a decir que de diez personas, quince están así, con su mirada clavada en la pequeña pantalla, de la misma manera que no se le quita la mirada al taquero para ver cuánta carne le pone a los tacos.

Asimismo, el uso de los dedos pulgares es tan socorrido, que dentro de poco tiempo, se tendrá que remarcar las huellas digitales de los mismos con un lapicero porque ya no se van a notar. Por otra parte, no falta el arriesgado que va utilizando su celular cuando maneja, no importando que sea conductor de taxi, autobús, o que lleve a su familia o amigos.

Los he visto a dichos individuos que aun toman una pose de aire de grandeza porque alguien les habló o en ese momento, a ellos se les ocurrió hablarle a alguien muchas veces realizando una plática insulsa, que no sé si están conscientes que van arriesgando su vida y la de los que llevan consigo y que su desplante se va a convertir en aire pero de la bolsa que sale como mecanismo del auto cuando hay un choque.

El celular como todo artículo que tenemos a nuestra disposición tiene como función hacernos la vida más llevadera. Eso me queda muy claro, sin embargo, no existe con las demás cosas, tanto apego por parte de la persona como con este aparatito. Por ejemplo, con una plancha, me pregunto: ¿Qué sería de nosotros si no existiera una en casa? Saldríamos a la calle, a la escuela, trabajo o a fiestas con la ropa arrugada lo cual nos haría sentir muy incómodos. O qué tal la pantalla de plasma ¿Acaso alguien la lleva a todas partes para lucirla? Aunque éste último aparato mencionado si pudiera llorar, lo haría porque ya casi nadie la utiliza porque hay quienes pueden estar enfrente de ella y estar entretenidos con su celular.

No cabe duda; la tecnología nos rebasó y es ya muy difícil controlarla. Sin embargo, todavía podemos hacer algo por establecer relaciones de comunicación con aquellos que nos rodean. Por ejemplo, estrechemos la mano de los demás sin que estorbe el celular por traerlo en la mano.

Hablemos mirando a los ojos de nuestro interlocutor y no sólo cuando terminemos de contestar un mensaje a otra persona que no está ahí. Asimismo, evitar que nos aísle el celular cuando estamos en fiestas o reuniones familiares.

Pregunto… ¿Será mucho pedir?

Cuando terminó de leer, Susana aspiró profundamente y pensó: “No cabe duda que las redes sociales nos están distanciando de quien deberíamos estar más cerca”.

El fin de semana siguiente estuvo lloviendo desde muy temprano, lo cual frustró una posible salida con Alan. Y por si fuera poco, estaba fallando el internet en su casa.

—Hoy de plano no me hubiese levantado de la cama, —murmuró Susi.

Con todo este panorama sombrío, buscó qué hacer. Así es que empezó por guardar su ropa recién lavada en el clóset y que ya llevaba varios días en el cesto de ropa limpia. Posteriormente, bajó su colección de muñecos de peluche que tenía en un armario exclusivo para ello a los cuales acicaló de manera muy especial a cada uno porque cada uno representaba una historia muy particular para ella.

Asimismo, su colección de zapatos recibió toda clase de atenciones como nunca antes. Y es que ante la falta de tecnología en ese momento Susana “tenía tiempo” de sobra.

Mientras sacaba los zapatos del clóset para limpiarlos y luego acomodarlos por pares, entre éstos encontró un juego llamado “Turista Mundial”. Dicho juego, había sido por mucho tiempo el promotor de tardes y noches de convivencia familiar y dicho sea de paso, ella tenía el record familiar de más juegos ganados.

Pero eso había sido hace mucho tiempo ya, ahora dicho juego yacía olvidado entre zapatos, revistas y otros cachivaches.

Más tarde, cuando terminaron de cenar, Susana pidió a su familia que no se levantaran de su lugar, que la esperaran pues iba por algo a su cuarto.

Ellos se vieron entre sí de manera sorprendida puesto que eso no era algo normal después de cenar. Ya que la rutina era que Javier se fuera a su cuarto a mensajear con su novia, su mamá aprovechaba la hora para bajar recetas para preparar cup cake y en cuanto a su papá era dirigirse a su sillón favorito para leer el periódico.

Cuando ella regresó, llevaba el juego del Turista Mundial. Con ello creció más la sorpresa de su familia. “De qué se trata todo esto. Qué mosca le habrá picado a mi hermana” pensaba Javier.

—Vamos a recordar viejos tiempos—expresó Susana.

Acto seguido, quitó de la mesa los trastes que se habían ocupado para la cena, y con un trapo húmedo, la limpió para poner el juego sobre la superficie limpia y comenzaron a jugar. Sobra decir que las siguientes horas para la familia fueron muy placenteras.

Aunque resulta imposible, parecía como si quisieran recuperar el tiempo que habían dejado sin convivir. Pues hacía tiempo que ya no reían juntos, que se miraran a los ojos. Sobra decir que la ganadora en el juego fue Susana, pero eso no era tan importante. Habría revancha para el próximo sábado.

Al día siguiente que era domingo, la familia decidió salir a desayunar fuera y eligieron un restaurant que tenía poco en la ciudad que lo inauguraron y por referencia de algunos conocidos valía la pena visitar.

Al llegar al lugar les llamó la atención un letrero a la entrada del inmueble que decía así: “AQUÌ NO CONTAMOS CON WI FI, PLATIQUEN ENTRE USTEDES”, esto causó risa y asombro entre ellos ya que sus papás y Javier ya traían el celular en la mano para que al sentarse se pusieran a platicar con alguien que no estaba ahí.

Para el cumpleaños de Yaya la abuela de Susana, se reunió la familia y amigos para celebrárselo y siendo una familia muy numerosa, la fiesta se llevó a cabo en un centro social de la ciudad. Eran sus primeros ochenta años y no sólo se había dispuesto de un rico mole para significativo suceso, sino que además se tenía preparado un programa alusivo al acto.

Para esto, cuando las personas llegaban al salón, se les pedía atentamente que dejaran como si fuera su abrigo, un paraguas o el sombrero, el celular en resguardo, éste se pondría en cajas de seguridad y al mismo tiempo se les daría un recibo para que cuando el dueño se fuera pudiera recogerlo.

Cabe decir, que muchos se mostraron un tanto desconcertados por tal petición pues parece que ya se está haciendo indispensable tal artículo. Incluso, otros “justificaban” que no lo podían dejar porque iban a tomar película y fotos de la fiesta. Lo que no sabían es que se había contratado a una persona para realizar vídeos así como un fotógrafo ambos profesionales en su ramo, los cuales serían los encargados de captar en imágenes todo lo que aconteciera ahí y posteriormente se les haría llegar en vídeo a los asistentes. Ante esto, no tuvieron más remedio que dejarlo en resguardo.

Llegaron familiares que vivían en el puerto de Veracruz, San Luis Potosí, D.F. Tampico. A Susana y su familia les tocó sentarse junto con sus parientes que vivían en Tampico a los cuales no veían hacía mucho tiempo. Como no tenían celulares en las manos pudieron estrecharlas así como abrazarse libremente. Era increíble el murmullo en todo el salón producto de pláticas, risas que la velada se alargó por muchas horas.

Pasaba el tiempo, Susana casi no extrañaba su celular, raro en una joven de su edad, Pero si no hubiese ocurrido aquella pérdida, jamás se hubiese dado cuenta de que algo más valioso estaba desaprovechando: Su familia.

El día de su cumpleaños llegó y con él los regalos. Pero esta vez, la tradición familiar que consistía en recibir tres regalos, uno de su papá, otro de su mamá y por último de su hermano, tuvo una variación. Esa mañana la despertaron con las tradicionales mañanitas lo cual arrancó una sonrisa de Susana. Después le pidieron que apagara las velitas de un rico pastel de chocolate. Finalmente le entregaron una bolsa finamente decorada con un listón rosa que cuando pudo sacar el contenido fue grande sorpresa al verlo: un nuevo y moderno celular.

—Ya es hora que el cacahuatito regrese a su caja—comentó Javier provocando la risa en todos.

—Gracias familia los quiero mucho—dijo Susana mientras sacaba de su caja a su nuevo compañero.

Y por fin, sus amigas recuperaron a Susana en el Whats app. Ahora, ella iría a la escuela sin sentir pena por sacar su nuevo equipo. Sin embargo, las noches de los sábados de Turista Mundial siguieron siendo momentos valiosos e inaplazables. Así como las visitas al restaurant que no tenía WI FI y que fue testigo de grandes charlas familiares.

Por último: qué extraño resulta este final: la comunicación entre esta familia surgió, cuando un celular en una cubeta se sumergió.

FIN

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