Su nombre e imagen
viven trazados con tinta imborrable
unos ojos ambarinos que aún seducen el alma atribulada de un imbele
pese a haber pasado meses
vuelve febrero a encalcar en sacos rotos promesas llenas de hojarascas
desperdigadas en tierras legionenses.
Eres la preciosa memoria inmortal que sostiene la fe en quien como niño dócil aguarda paciente
susurrando a través de los árboles
el recuerdo perecedero como un sentimiento y el ocaso.
Eres aquel primer amor inextinguible de quien con rostro inerte dice adiós justo en el apeadero
aunque pase el tiempo no sin hacer aspavientos
le extraña en silencio.
Dócil seducción,
Carlos Triviño
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