Por más que intento evitarlo no dejo de volver al mismo asunto. Es un sueño repetitivo, taladrar constante de la mente.

He huido de la soledad con mucho vigor porque tengo miedo de acompañarme a mí mismo y, por consiguiente, de escucharme hablar, darme cuenta, doblegarme ante el crujir y el lloro. Evito dormir. No he usado mi cama llena de recuerdos, esa cama moldeada a su figura, con su aroma impregnado, sus palabras pintadas con tinta roja sobre las paredes y en el techo; mantengo conversaciones vacías que me guían a través de otros caminos, aparentemente lejanos a su recuerdo, aunque al final me muestren un fantasma con sus ojos, o con su cabello, o con su voz. Me rodeo de personas y ocupo mi tiempo en seguir respirando, aun cuando un trozo de mi alma se escapa entre suspiros cada tantos minutos.

A pesar de todo, sigo vivo.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS