-Tú también estás cansado, ven a recostarte conmigo- dijo señalando el espacio vacío en la cama, el dudo por un momento, pero quería aprovechar cada instante a su lado, así que no lo dudo nuevamente y se recostó en la cama, lo más cerca posible del borde, para no acercarse a ella más de lo necesario por temor a incomodarla.

Ella enseguida se dio cuenta de los temores que invadían la mente de Gabriel, así que lo abrazo y lo atrajo hacia ella, al instante él se sorprendió, no podía creer que se encontrara tan cerca de ella pero disfruto inmensamente el sentir el calor de su cuerpo.

-¿Cómo puede ser posible tanta felicidad? – se preguntaba, pero pronto dejo de cuestionarlo y se entregó enteramente a los sentimientos que experimentaba en ese momento.

Y así se quedó recostado frente a ella, mirándola fijamente, con profunda ternura, sin pensar nada, con una tranquilidad indescriptible tan solo por el hecho de saberla a su lado, permaneció en silencio, mirándola hasta que el cansancio lo venció, y el sentir la calidez de su cuerpo lo arrullo hasta quedar dormido, sintiéndose la criatura más feliz y afortunada que existía y existirá, por sentirse completo.

Ella despertó, aún estaba abrazada a él, y le correspondía a su abrazo envolviéndola cálidamente con su cuerpo, sintió una gran felicidad de encontrarse ahí, pero a la vez la invadió un miedo terrible.

– Yo no le convengo a nadie- se recordó a ella misma.

Durante los últimos años siempre lo había sabido, nunca le había causado el más mínimo dolor o preocupación, pero esa tarde todo era diferente, incluso lo había olvidado y eso no podía permitírselo, menos frente a él.

-Tengo que salir de aquí- se exigió a si misma – y ahora mismo.

Pero cometió un gran error, subió su mirada para encontrarse con una solitaria lágrima que abandonaba el interior de los ojos de Gabriel. Caminando lenta y silenciosa por su mejilla, su rostro reflejaba un gran sufrimiento y ella sintió que seria capas de entregar cualquier cosa para borrar esa expresión y que fuera sustituida por una gran sonrisa que se reflejara también en su mirada, su rostro estaba tan próximo al de ella que cuando giro su cabeza hacia arriba su nariz rosaba la barbilla, lucho tiernamente contra los brazos que la rodeaban para subir un poco y quedar justo a la altura de su rostro, y sin saber porque seco la lagrima que corría por la mejilla de Gabriel dulcemente con sus labios, el terror que había experimentado hace apenas unos instantes había salido de su cabeza junto con la última pisca de razón que la acompañaba y habían sido remplazados por un sentimiento que aún no definía que era.

Decidió que ese momento era uno de los más bellos sueños que hubiera experimentando, ya había pasado bastante tiempo desde la última vez que se había dejado dirigir por la locura que causa una persona especial, y decidió que si esto era un sueño seguiría soñando, así que recorrió suavemente su cuerpo hasta que su cabeza se encontrara nuevamente a la altura del pecho de Gabriel, donde se recargo tiernamente, donde podía escuchar el latido de su corazón, era tan reconfortable estar de esa manera.

– Quiero quedarme aquí eternamente- se dijo así misma, y pronto se perdió en sus sueños nuevamente.

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