Dolía.
Dolía el interior, devastadoramente hasta perturbar cada idea, pensamiento y sentimiento.
Amar es hermoso, pero también doloroso. Pero de forma retorcida y compleja, como siempre había sido su personalidad, estaba contenta de una oscura y perturbadora manera.
El dolor era bueno, mejor que la nada. Prefería que doliera a sentirse vacía y seca por dentro. La nada era abismalmente terrorífica, no había punto de comparación con el dolor. La nada la arrastraba a una espiral de espejismos de emociones falsas dada por cualquier cosa que le pudiera presentar una fantasía momentánea, pero cuando la fantasía terminaba, la nada a su alrededor se ampliaba llevándose más cosas a su paso y dejándola más vacía, si acaso eso era posible.
En cambio, el dolor como veneno en sus venas, como paralizante en su cuerpo, era tan real que le hacía recordar que estaba viva, que sentía y que había amado como pensó no amaría nunca.
Y vaya que había amado, no, aún lo amaba como la primera vez que descubrió que sus ojos la estaban mirando a ella, no a su belleza, no a su personalidad, sino a ella, a lo que llevaba por dentro y nadie veía. Sin embargo, como todo lo bueno de la vida, se había acabado, más bien ella lo había matado, estrangulado con el veneno que había acumulado toda su vida.
El verdadero amor le llegó tocando sus puertas cuando sus raíces se secaban y sus hojas se caían y sus espinas, punzantes lastiman la suavidad de su amor.
No había persona que aguantará la crueldad con la que se había vestido a lo largo de los años, ni la rabia acumulada en sus palabras.
Una rosa llena de espinas lastimaba las manos del principito, que trataba a pesar del dolor de sus espinas enterradas en su piel, sostenerla sin importar que, hasta que sus manos cedieron y su amor retrocedió ante el veneno de las espinas, alejándose de la rosa.
Cuando las manos del principito la soltaron, la rosa sintió miedo,un miedo que le paralizo hasta que sus espinas se cayeron, rogando por recuperar el amor que había perdido, pidiendo sin las espinas puestas que las manos de quien le habían entregado solo calidez la sostuvieran de nuevo, prometiendo esta vez, que solo la suavidad de sus pétalos acariciarían las manos del principito.
Pero el principito ya no creía en la rosa, es más, ya no veía sus ojos brillar cuando la miraba ni sentía el cariño que tantas veces le profeso. Entonces, la rosa comprendió que había perdido el amor que siempre había esperado, y con el dolor del poco corazón que le quedaba iba aceptando la verdad, la realidad nueva que se presentaba ante ella.
Pero el principito al irse de su lado, nunca supo que le había dado a la rosa algo que nadie le había dado jamás, ganas de expulsar todo su veneno y vivir de la mejor manera posible, pues el recuerdo del principito y su bondad, paciencia y amor la seguirían toda su vida.
La rosa recordaría la mirada y el amor del principito como el hombre que amaba pero no supo como amar.
Dentro de toda la tristeza que embargaba a la rosa, había una lucecita que la alumbraba y volvía su dolor en un dulce duelo, ella había amado, por primera vez en su vida, había amado de verdad, había sentido el amor que creyó no iba a sentir y eso la hacía sonreír con la esperanza que la próxima vez que el principito apareciera en su vida o en otra, ella estaría sana para recibirlo, para sanar todas las heridas que ella había causado…y la rosa supo que, tuviera, lo que tuviera que esperar, esperaría por quien había esperado y por fin, encontrado.
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