Dicen que la tristeza es como una droga, la cual te sumerge en un nuevo mundo totalmente diferente al visto con anterioridad. Un mundo dónde ya no importa lo que hagas o dejes de hacer, donde al final todo te sabe igual, no encuentras el misterio qué tanto intriga y maravilla a los demás, no disfrutas de las pequeñas cosas que tanto nos aportan.

Esta adicción te consume lentamente sin poder hacer nada, deseando cada vez más y más. Aislando y bloqueando lo que una vez fuiste, dejando a la luz, la encrucijada dónde el ser se une con la verdad que tanto duele, la verdad que nos libera, la verdad que nos dice que no está bien el camino el cual hemos recorrido.

¿A caso elegimos mal o simplemente tuvimos mala suerte con nuestras acciones?

La vida no entiende de acciones, la vida no entiende de oportunidades o suerte. Vivimos con un único fin, ser felices. Nos aferramos a la vida injusta que tanto nos golpea, dejándonos mal heridos y débiles, pero siempre nos levantamos, unos días más alegres, otros más tristes, pero siempre nos levantamos, siguiendo adelante sin importar que pase o como suceda. Avanzamos hacía delante sin pausa alguna, pues no podemos parar. Corremos, perseguimos el tiempo fugaz que como arena se resbala de nuestras manos para regresar a un conjunto mayor que somos incapaces de comprender.

Buscamos todo tipo de ayudas, excusas y mentiras para sobrellevar mejor nuestra vida, nos centramos en nosotros olvidando que no estamos solos, luchamos contra aquello no satisfactorio y nadamos contracorriente en un intento de no ser arrastrados por esta hacía un destino inhóspito. En el trayecto cerramos los ojos y hacemos ver que nuestro alrededor está yermo, dejamos que las injusticias ocurran, que las maldades se apoderen del entorno por miedo, porque nos aterra la idea de no poder cumplir el objetivo primordial, por el cual nacimos, perder la ocasión de conseguir el legado soñado y acabar siendo diferentes, teniendo miedo por no ser aceptados convirtiéndonos en una gota de aceite en un mar de agua cristalina y homogénea. Una gota de aceite que por mucho que se hunda siempre resurge de la profundidad, la cual por mucho que sea empujada siempre vuelve a flote, una gota que tal vez sea reconocida por sus acciones, por su vida. O tal vez solo una gota que huya y se esconda afligido porqué no logró ser igual.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS