Me encanta contemplar
Este paraíso tan hermoso.
Miro cómo vuela un ave,
Que de cuerpo en cuerpo no deja de volar,
No importa en cuál esté, es curioso,
Pues amaré todos en los que acabe.
Amo ese fénix que renace
Una y otra vez, que desde las cenizas de hace
Un nuevo sol, cálido y glorioso.
Amo a aquella alma que cambia de casa
Constantemente, que deja decoroso
Cada hogar al que entra.
A veces es ese terciopelo que ella llama piel,
Lo que no me deja ver su inconmesurable belleza,
Que en tan fino recinto de adentra.
Amo aquella brillosa y dulce miel
Que de ella rebosa con alegría,
Es ese oro de su espíritu perfecto
Que bajo cualquier carne y hueso ella tendría.
Amo, adoro, admiro, aprecio, en efecto,
Todo de ella, de esa radiante ave, de ese fénix, esa estrella,
Que me irradia felicidad, es su sonrisa tan bella
Lo que me llena de vida, que me quita lo amargo.
Si se va, también yo me largo.
Si me quedo en un jardín sin la única flor que tenía,
¿Reír otra vez yo podría?
Una vida de sufrimiento yo tendría.
Despiadadas lágrimas afiladas no se detendrían.
Los océanos se vacían,
El fuego se enfría,
El sol se niega a salir,
La luna se oculta,
El viento no sabe a dónde ir,
El cielo se torna gris,
Los arcoiris se quedan si matiz,
Las aves dejan de cantar,
Los peces dejan de nadar.
Caigo en un abismo en todas direcciones,
Se hacen inútiles todas mis acciones
Para intentar ser feliz.
Mis sueños duelen,
Respirar se hace sufrir,
Las demás flores a basura huelen,
Pensar, sólo me recuerda que para el dolor estoy hecho,
Se hace un mártir saber que sigo vivo al despertar en mi lecho.
Eso ocurre cuando ella no está.
Cuando lejos la llevan,
Cuando no la veo,
Ardo al saber que mis sentidos sin ella se quedan.
Es todo lo que creo,
Es todo lo que sé,
Que sin ella, vida no tendré.
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