Solo quería besarte, y en ese momento olvidar lo que era para centrarme en lo que estábamos siendo.
Desestructurarme de forma puntual, como los puntos suspensivos por los que caminan esas parejas que ignoran los pasos de sus vidas pero que comparten botas y camisetas al amanecer; discretamente, como los primeros abrazos de los amantes a contracorriente que se esconden de los prejuicios ajenos; de forma cuerda y alocada como los encuentros pasajeros de quienes están en eterno contacto virtual y se ven y se tocan cada demasiado tiempo; incondicionalmente, sin pretéritos ni futuros, sin formas verbales, sólo tu lengua y la mía.
Desestructurarme al besarte, dejar de ser ese monstruo que se fustiga cada noche debajo de la cama. Volverme otra cosa, la que tú quieras inventar cada día al verme marchar. Y que cuando me rehaga me quieras volver a conocer, desde mis miserias más brillantes a las más oscuras virtudes, como la contradicción de la sístole y la diástole de un corazón que late sin saber por quién.
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