Sr. Vecino, que hablas lento y pausado, ya no recuerdas las palabras, cada oración contiene más aire desesperado que sentido. Extraño conocido que siempre te ignore, que me molestaban tus charlas sin coherencia, me contabas lo que recordabas, desempolvabas lo poco que te permite tu edad.

Sr. Vecino que me dibujadas en tiza y pizarra, que me regalas monedas antiguas, que me mostrabas tus tesoros recogidos en el césped verde del parque donde trabajabas. Recuerdo los regalos, tus fotos instantáneas, producto de cómo te ganabas la vida en esta época tan actual. Tu dedicación y tu amor me hicieron siempre preguntarme como es que esas cámaras aun existían, cuando el tiempo y las personas las extingue, pero en las paredes de tu cuarto y en tus manos siguen vivas.

Tú, de la sonrisa cálida, que sin tener nada lo perdiste todo. Que viviste con tus padres y que ahora vives solo, sin hijos, sin esposa.

Sr. Vecino que no tienes que comer, que no puedes caminar bien, tú de los ojos tiernos, de la voz pausada, de la risa reservada, con un pasado picoso, que no se refleja en tu aspecto encorvado, te confunde esta nueva vida en la debes caminar, difícil de adaptarte estas.

Con tu ropa con el mismo olor día a día, con tu ropa llena de huecos, zapatos de goma, sin correa que sujete tus pantalones, cabellos despeinados, pordiosero, mendigo, indigente, así pareces.

Me haces preguntarme Sr. Vecino que hubieses querido tú, ser quizás un gran doctor, un afamado camarógrafo, un cronista o un historiador. Te imagino el James Dean del pueblo, el rebelde sin causa, el mayor de todo tus hermanos.

¿Viviste tu vida como querías? ¿Alguien aplasto tus sueños o los truncaste tu? Empecinado, oportunista, travieso, dedicado te describen. Que aun a pesar de toda la ayuda extendida, necio y terco eres, vives tu vida a tu manera.

En estos días veo como la vida se escapa de tu cuerpo, como las palabras se traban tu garganta, tu piel arrugaba delata tus años de experiencia, pero tus ojos siguen igual, gentiles, jamás me fije en ellos como lo hago ahora. Oh tío, ¿como no me di cuenta? y ahora es tan tarde para incluirme en tu vida y mejorar tu día a día, o simplemente estar. Solo estabas en ese lugar, a escasos 20 pasos de distancia, tío cuanto lo siento, me falto ver, me falto oír, me falto corazón para entender que debí estar para ti, atender tus conversaciones fluidas pero repetitivas que ya no puedes tener, te veo con tus cortadas y moretones por las veces que te caes y no hay nadie que te ayude a levantar y me siento tan mal.

Tío, lamento mi egocentrismo y mi superioridad, debí aprender más de la humildad de tus actos, de tus palabras. Quien diría que siendo incluso tus últimos días aun tendrías algo que enseñarme. Me enseñas mas de mí misma, mas de la repetida historia de la humanidad, que siempre esperamos al final para entender lo que no apreciamos.

En tu aspecto tenaz a pesar de la edad y de la situación en la que estas, me haces preguntarme tío, esperas a la muerte, o la muerte te espera a ti.

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