Arnold, el marinero del Nordstjarnan de Malmo

Arnold, el marinero del Nordstjarnan de Malmo

Alicia Farina

19/03/2019

El Nordstjärnan, de Malmö estaba anclado en el Dique 3 de Puerto Madero, en Buenos Aires, aquel sábado dieciséis de enero de 1922.

Arnold Aires, joven marinero sueco, formaba parte de la tripulación. Se había alistado hace cinco años atrás. Era el único sitio perfecto para su estatura, más o menos baja, y modales rústicos. A sus padres les gustó la idea “Quizá encaje en este sitio” se dijeron. Estaban cansados de las llamadas cotidianas de los directivos, de las instituciones donde asistía a instruirse, para informarles de algún infortunio que tenía a Arnold como protagonista principal.

El navío partió del Puerto de Suecia en la madrugada del primero de Enero. La temperatura era baja al extremo. Todo el personal a bordo debió guarnecerse en sus respectivos camarotes y arroparse bien; de lo contrario, y con ayuda del océano cómplice,el frío podría congelarlos.

Después de unas semanas de navegar y anclar en puertos de varios países, donde entregaban los productos de carga, la embarcación llegó al puerto de Buenos Aires. A Arnold le gustó, en primer lugar, el ambiente; la gente se trasladaba con poca ropa y se asemejaban a hormigas que acarrean alimentos. Un millar de marineros y civiles realizaban distintas tareas; unos bajaban productos y otros hacían lo contrario.

Arnold había escuchado que las mujeres argentinas eran muy bonitas, elegantes y finas; olían bien y vestían de igual modo. Tenía la esperanza de hallar una, que le transmitiera estos dones y, dejar de avergonzar a sus padres con su falta de control corporal.

Ese sábado a la mañana el oficial a cargo les anunció que debían seguir camino. Con el fin de conocer un poco más de este país occidental; salió a recorrer por los alrededores del muelle. De pronto la ve; errando, indiferente y triste por la recova repleta de varones. Caminaba con pasos lentos como si estuviera contándolos uno a uno. A pesar de ello, pudo observar como el cuerpo se meneaba con cada movimiento de sus piernas largas y bien contorneadas.

“¡Bonita! Jamás se fijará en alguien como yo” Pensó. La siguió con la vista por un largo rato. Cuando la joven baja al muelle, camina rápido a su encuentro. Se siente inseguro en abordarla pero, cuando se dirige hacia su compañero de cuarto, se hace ver e intenta llamar su atención. No tiene que hacer mucho pues; quizá por los nervios o por su propia naturaleza; tropieza con elementos que están en el suelo, olvidados por algún trabajador cansado, y logra su cometido; la mujer se dirige a él con una dulce sonrisa, apenas dibujadas, en el rostro.

Arnold comprende lo que andaba buscando. No lo puede creer; ella no pertenece al grupo de mujeres que hacen el favor por dinero. ¡No, ella no!. No obstante acepta la muda invitación y salen en búsqueda del placer.

-Arnold, y tú? – Le dice en un castellano fluido. Tenía la firme convicción de que no debía tener una relación con alguien sin conocer el nombre. También sabía que podría mentirle pero se arriesgó.

– Emma, Emma Zunz – La respuesta fue rápida y precisa.

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