RAYITOS DE SOMBRA, NEGRO INMACULADO.

Ella llego tarde, aunque no a propósito, pero estuvo mucho tiempo

frente al espejo, se cambio veinte veces de ropa, se levantó el

pelo, se miró como por primera vez, con ojos desconocidos y lucidos,

no le gustó, busco el peine como quien busca a una amiga que le de

un consejo, se miró otra vez y se le agrandaron las pupilas de tan

llenas de lágrimas, se apuró todo lo que pudo, miró una

y otra vez el reloj que estaba en la pared, pensó en arrancarlo

para que no la delate, pero el miedo de ver el circulo en la pared

la paralizó, se paró junto a la ventana, la mirada se perdió turbia

y confusa, el la estaba esperando solo a unas pocas cuadras de

ahí, lo imaginó molesto y nervioso porque ella no llegaba, tenía

que definir ya!!, pero no recordaba como hacerlo. Por eso llegó

tarde, porque no quería llegar, no quería verse en los ojos de él

y que le pasara lo mismo que con el espejo, tenia miedo de no

reconocerse.

El estaba como siempre, con su cigarrillo eterno y ese rictus

entre triste y cínico que ella conocía y descifraba como nadie,

pero sabía perfectamente que si había algo que él no soportaba

es que ella lo adivine.

No se disculpó por la tardanza, para que? Solo hubiese servido

para empezar una discusión sin sentido, el ya estaba molesto,

solo necesitaba un motivo nuevo para distraerse del verdadero y

ella ya no tenia fuerzas ni ganas para seguir peleando, el no se

lo merecía, ella tampoco.

Se saludaron con un beso rápido, decidido, los dos bajaron

la mirada, los dos hablaron al mismo tiempo y se callaron al

unisono, ella pidió un cortado haciendo un gesto con el pulgar

y el índice e imitando una tijera, el sonrió, siempre le había

impresionado la rapidez con que ella hacia las cosas y la

precisión para expresarse con cualquier parte del cuerpo, sí

con cualquier parte.

Ella lo miró, así sin más, y sintió que se le caían todos los

argumentos , que nada de lo que tenía pensado decirle tenía

sentido alguno, él lo intuyó y le agarró las manos, se las

acarició como quien acaricia las propias, sin más intención

que provocar un contacto genuino y familiar, ella no pudo

evitar las lágrimas,el le soltó las manos, no podía soportar

el peso de esas lágrimas.

No podían hablar, estaban juntos desde siempre, desde antes

de ser ellos mismos, lo habían compartido todo, se habían amado

por todas partes en todos lados, habían comprado un montón de

cosas , eléctricas, a pilas, sin pilas y sin electricidad,

útiles,inservibles, discos, películas, porros, consoladores,

él le había comprado lencería erótica y ella parches para que

no ronque, habían intercambiado saliva, mocos, flujo, pelos,

semen y todo tipo de fluidos,habían ido juntos a todos lados

y solos a ninguna parte, habían adoptado parientes,perros,

canarios, habían vivido en muchas casas y en muchos

barrios hasta que finalmente construyeron un hogar, y él

le había sacado mil fotos cuando el primero de sus hijos se

instalo en el vientre de ella, el había disimulado cuando ella

no podía controlar los gases y le había sostenido fuerte las manos

en la sala de partos, casi tan fuerte como intento sostenérselas

ahora y sin embargo ahora no podía decirle nada, ella lo sabía

y también se acordaba como él cayó en picada cuando ella volvió

a embarazarse y el se quedo sin trabajo, ya no

podían mirarse a los ojos, los tenían como persianas entornadas,

las frases empezaron a ser como dardos envenenados, el sexo se

volvió silencioso, hostil, descarnado, no hablaban ni antes ni

después de hacerlo y tampoco se besaban en la boca, era como

hacer equilibrio, embocar sin tocar, los orgasmos se volvieron

espasmódicos débiles y desabridos, los ecos de otros amores

vividos por ellos, ahora sin ellos se acallaban con cada

embestida y así se fueron secando, hasta que un día el se volvió

una sombra y ella un sol opaco de ocaso que hacia que la sombra

se propague y se agigante con su sola presencia.

Ella no quería no amarlo y él odiaba amarla todavía, pero se hizo

imprescindible soñar con otras manos que no eran más que las

propias pero antes del diluvio que se llevó todo lo que eran el

uno en el otro, se hizo desesperante extrañar todo lo que eran

cuando eran sin forzarse a ser y empezaron a molestarles todas

las cosas que compraron juntos que no sabían ni podían compartir.

Se fueron consumiendo de amor, se arrancaron la esperanza,

se despellejaron hasta quedarse en carne viva, se recocieron

miserables, tacaños, hasta tal punto que un día el no se vio más

ni en su sombra y ella dejo de asomarse para proyectarla.

Entonces el se fue sin su sombra y se cogió a todas y a ninguna,

con premura, con rabia, con ira, buscando una y otra vez

encontrar lo que había perdido en ella, consciente de que

no la extrañaba tanto a ella como extrañaba lo que él era dentro

de ella.

Ella reacciono rápida y febril, cambio muebles de lugar, tiró ropa

y compró ropa, se mudó de barrio, se cambió el peinado, engordó

adelgazó y cogió poco y mal, los sueños se volvieron pesadillas

la cama le quedo grande, hasta que un día, por casualidad se dio

cuenta que el ocaso de su sol no lograba proyectar ninguna sombra.

Entonces ella lo llamó, se citaron en el café, ahí a unas pocas

cuadras de la casa que ahora era de ella, y por eso llegó tarde,

porque esta vez resultaba imprescindible darse tiempo, para que

él recuperara su sombra y ella la pudiese proyectar.

Después quien sabe no? Quien puede saber….

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