Desprecio

Desprecio

Laura

13/03/2019

Caímos sin cesar en sus garras, eso pensábamos mientras la caída no nos resultaba nada plácida, dolía, no nos estabamos olvidando, nos negabamos, era mucho mayor el desconsuelo, ya no había desahogo, sólo desprecio.

Los momentos eran tan desesperantes que sólo el desprecio absoluto, abundante, nos condenaba a existir, no había miradas, no había palabras, solos y en silencio nos despreciabamos.

Calma, no queríamos consuelo, el desprecio nos lo daba, en esa casa era el dueño. Ese maldito, quemaba y todo ardía vigoroso, no había nada más que enfrentar.

Desencadenarnos de su agonía, de su fuerza, de su egoísmo suponía que ya la caída tocaba a su fin, empezaría a ser libre, el desprecio dejaría paso al olvido sensato y su amargura.

Soltar su ancla era demasiado difícil, era vencer y ser vencido, qué potente, qué omnipresente, que doloroso eras Desprecio.

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