La Tarta del Soborno

Resulto ser muy peculiar el día domingo, no había pasado nada particular. Solos nos encontrábamos Federioo y yo, teníamos mucho que estudiar. Los dos éramos amantes de las letras, queríamos convertirnos en perfectos letrados, así que los fines de semana nos sentábamos frente a nuestras computadoras por largas horas a estudiar. Algunas veces a realizar trabajos prácticos o escritos, otras veces no sentábamos a leer libros en formato digital, ya que no nos alcanzaba el dinero para comprarlos impresos en papel. La vista se nos cansaba, la pava del mate se enfriaba, pero era necesario continuar dela misma forma.

Los días anteriores no habíamos tenido tiempo de comprar o preparar pan para la merienda. El pan era indispensable, éramos ¡adictos de las harinas!.

Sucedía hace tiempo un malestar con mi papá, el vivía en el primer piso de la casa, yo había quedado sin trabajo en enero de ese año, ya llevaba ocho meses sin trabajo, por esa razón vivía en el piso de arriba. El enojo fundamental consistía en que ahora él tenía una novia. Mi mamá había fallecido exactamente hace un año, pero al parecer el ya la había olvidado.

Nunca lo regañe por esta situación, solo le dije que no quería conocerla. Sin embargo, a pesar de que el percibía las distancias, ya estaba gestionando la compra de un terreno en las cercanías de Bariloche. Su deseo era irse de nuestro lado, con alguien que supuestamente había conocido hace tan solo tres meses. Por lo tanto, solo me dedicaba a realizar mi vida sin pensar en él.

Ese domingo tranquilo y nublado estábamos tomando mate y resignándonos a la falta del pan, cuando de pronto, la puerta se abrió, sea abrió de la forma brutal y sin permiso como se habría siempre. Entro mi papá con dos porciones de tarta en la mano. Lo mire sorprendida y le dije: ¿Qué es? En mi pregunta se encerraba la duda sobre si la tarta no tenía algún tipo de hechizo, propiciado por “la novia”. El respondió ¿Qué va a ser? Tarta y agrego ¡la compre hoy! Como si estuviera adivinando mi pensamiento supersticioso.

El plato quedo sobre la mesa. Me alegró que quisiera compartir aunque sea un pedazo de tarta, aunque este compartir sea sin charla de por medio. Y bueno, pensé: ¡Por lo menos piensa en nosotros de alguna forma antes de irse muy lejos y a sus 76 años, con una extraña!.

Me entristeció pensar que su partida era inminente, quede mirando fijamente la tarta por unos minutos. Federico interrumpió mi pensamiento y dijo: ¿Querés un mate? Lo mire y acepte, realmente necesitaba un mate para pasar el trago amargo, luego pensé: me trae tarta para que se me pase el enojo, entonces algo debe quererme todavía. Tome un sorbo del mate y me sentí mejor. Fede me pregunto: ¿qué pasa? Le conteste riéndome Ja, ja, “La tarta del soborno”. Ambos nos reímos y así continuamos nuestro domingo.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS