Al salir del entrenamiento era ya de noche. El olor a ozono era el presagio de una tormenta eléctrica, que amenazaba con sorprenderme antes de llegar a casa. Agotamiento y sobre todo enfado, con el entrenador, con mis compañeras, con el mundo en general… Dejé suelta mi mente, sabiendo que me llevaría a un hoyo oscuro de tristeza y melancolía adolescente. ¿Era feliz? ¿Acaso no lo tenía todo? Cualquiera diría que sí: familia bien, buenas notas, novio, amigas… Lo tenía todo, y no tenía nada.

Las amigas del equipo… Me caen genial… Algunas. Como equipo, reconozco que dejamos bastante que desear. Cada semana una riña, insultos por la espalda, rencores y envidias. Lo gracioso de todo es que yo envidio a quienes me envidian, supongo que porque son normales. Yo quiero pensar que soy normal, pero en el fondo se que no lo soy, para bien o para mal. Para mal, por supuesto. Si me pongo a pensar… Estoy enemistada con Claudia por lo de Juan y con el grupo de Juan por lo de Claudia.

Por suerte no estoy sola, tengo a mi grupo de amigas, las Gyals. Es el sitio donde tengo el control, cuando hay cualquier movida, siempre están ahí para defenderme, excepto esa vez que me pelee con… Ah claro, es que ella también estaba en el grupo. Tal vez soy la líder, por lo menos fundé el grupo, y me rodee de amigas, que trajeron amigas… En general me caen todas bien, aunque…

Tengo un problema. Me estoy dando cuenta de que mis amigas no son… Mis amigas.

Tragué saliva, para darme cuenta que se me había hecho un nudo en la garganta. Qué asco.

¿Quien soy yo? No sé. ¿Soy? Sí. ¿Soy con mis amigas? Soy, pero no soy yo, entonces no soy.

Me doy cuenta de que me estoy haciendo preguntas en plan Marce en sus chapas de una hora. Qué asco.

Relámpago y trueno. Voy a llegar a casa como una fregona.

Entonces, no tengo amigas. Soy una falsa. ¿Es eso? Y Juan… Tampoco hay nada. ¿Dije novio? Todo el mundo sabe que no somos más que un puto lío. Definitivamente estoy en la mierda. Quiero llorar.

Lluvia.

Me estoy calando, qué sorpresa.

No tengo nada. Y al mundo le da igual. Una lágrima resbala por mi mejilla, o eso, o la lluvia, aunque lluvia y lágrimas… son lo mismo.

Abro Whatsapp, entre montones de mensajes de grupos, uno de Víctor Prieto. Ni le tenía agregado.

Oyeeeee

Que el sábado tengo casa libre, y que si te quieres venir.

Y porfa, no lo sueltes que no quiero que se me vayan de madre las copas.

Qué inoportuno. Me apetece contestarle y mandarle a tomar por culo. Que yo sepa, es un friki egocéntrico, y seguramente esté de coña, porque yo no pinto nada en una de sus fiestas, ¡Si prácticamente solo nos conocemos de vista! Casi ni me entero que está en clase. Aunque… pobrecillo, no se siquiera si tiene amigos, aunque a mi… Me da igual, supongo.

Recorro las últimas callejuelas hasta llegar a mi urba. Me abre mi madre, subo a casa y me voy directa a la ducha. Treinta y nueve grados centígrados durante 15 minutos y habré tocado fondo. Salgo de la ducha, y ya no me queda pena, estoy en mi fondo emocional, pero neutra, con ganas de cenar y arroparme en la cama. Cojo aire y suspiro aliviada. No es para tanto

¿Y si voy? Debería ir, pero como yo, como yo de verdad. Y si no me gusta algo, ¡lo digo y me voy! Si me ha invitado, será que puedo ir, digo yo, será que me quieren allí. Va a haber gente nueva y gente del cole pero… no puedo ser yo en ambiente de cole, ¿qué pensarán de mí?

Voy a ser yo. Se acabó. He tenido suficiente. Voy a ir para ser quien soy, y voy a conocer y a dejarme conocer. No me voy a engañar, se que no me va a cambiar la vida, pero por algo se empieza.

Ese día mi vida cambió.

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