Me rehúso a creer en la existencia de un poeta lleno de actitud positiva, listo para complacer a sus oyentes –lectores– con rimas suaves, versos de regocijo, consejos de amor y palabras de salvación para el prójimo. Si algo así llegase a existir no podría considerarse un auténtico poeta, pues para serlo hay un requisito: estar hundido hasta el cuello en la miseria humana. Para conectarse con el ideal poético es necesario observar los más tenebrosos y oscuros pozos de maldad, saborear la tristeza como si fuera ambrosía, sostenerla en las manos, palparla fría y rasposa para finalmente moldearla a la propia imagen y semejanza de quien busca destrozarse a sí mismo para convertirse en intermediario entre lo sublime y el papel, que bien resulta apreciado o escupido por la humanidad. Para ser poeta, para nacer en la Poesía, se necesita una boa constrictor rodeando el pecho hasta desquebrajar los huesos, perforar los órganos, reventar la mente y exprimir las últimas gotas de sinceridad.

Los talentosos son aquellos quienes han perdido las ganas de seguir con sus irrelevantes vidas, o peor, de amar, y aun así continúan por la acera admirando todo cuanto perciben, el sol, las nubes, la noche, la luna, la muerte.


Me salió el tiro por la culata. Solía pensar que la idea de este joven de poner un cartel escrito a mano que clama “¿Tienes problemas? Platica conmigo” y después “Se venden poemas a $10 c/u” era algo absurdo, una completa pérdida de tiempo, el pavoneo de un animal en pleno cortejo; sin embargo, no resultó como lo pensé, pues semejante tontería te atrajo público y admiradores, incluso dos sujetos para entrevistarlo mientras escribo estas palabras, con cámara, micrófonos, anunciando su nombre y elogiando su revolucionaria idea.

Barbaridad, estupidez, porquería es lo que vende, lo que atrae a las masas por generar curiosidad en el mercado. No hay algo más excitante hoy en día que una idea sobre ser un recipiente para los problemas ajenos, mejor aun cuando tu situación puede inspirar cuatro o cinco versos insípidos y falsos por su falta de verdad. Decepción y deshonra para el oficio de la poesía. ¿Quién se preocupa realmente por los problemas de segundas o terceras personas? ¿Quién es tan iluminado, tan ligero de alma, como para no enaltecer al yo antes que cualquier otra cosa?

Puras patrañas y mentiras con ninguna otra intención más que vender y tener fama momentánea. Un verdadero poeta vive sin querer, se ahoga en su desgracia, la sufre y la goza, se pierde en el alcohol, el tabaco u otras sustancias estupefacientes para distorsionar su visión de la realidad y negarse al verdadero –y monstruoso– rostro del mundo. Nadie busca ser un bálsamo sanador de almas si no es por conveniencia, acabo de ser testigo de ello; pero lo comprendo, hasta lo envidio, más cuando un grupo de jovencitas suspiran por un momento al leer las dulces palabras amarillas contrastando con la cartulina negra.

Ahora me levanto entumecido después de algunas horas en el frío suelo.
Hay una papelería tres cuadras arriba, casi en la esquina de la avenida, donde probablemente tengan los gises y el papel que necesito ahora.

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