El último beso.

El último beso.

Un viento fuerte y fresco soplaba en mi frente, en el rostro que me llevo a entender que posiblemente era alérgico el polen en el aire. Lo cual podría expresar que tengo alergia todo el tiempo. Entré en una cafetería, llegue con normalidad a trabajar en mi proyecto de investigación, el cual parecía un laberinto sin salida, pero me encontraba medio estoico y emocionado.

Tomé asiento en una mesa redonda, con dos sillas: una para mi mochila y otra para mí. Me acomodé con todo lo indispensable: copias de textos, lápices, laptop, servilletas para la alergia y un té para el tiempo frío…

Al momento de sentarme, a mi lado se encontraba una pareja de recién enamorados o por lo menos eso parecía. Una pareja que al estar juntos demuestran la novedad de tenerse y saberse amados, era una joven morena, delgada, con unos jeans que promovían su silueta; él era un joven con un chamarra de mezclilla, playera blanca, botas cafés, pantalones igual de mezclilla… el amor se sentía en el aire, con esas corrientes que teníamos en la ciudad, ese amor de los jóvenes los transmitían a todos, como si fuera un tipo de ventilador que promueve ese cúmulo de ser para todos. La plática era intensa, ambos no dejaban de hablar, de reírse y de manotear… como si no existiera un mañana. Ambos se veían a los ojos con la intensidad de la primicia, con la minuciosa caracteriza de lo nuevo. Haciendo de una charla eterna, con todos los temas y con ninguno a la vez.

Mientras yo me encontraba leyendo con mi espíritu de observador implacable, no me permitía dejar pasar los detalles entre la profundidad del texto leído y lo que acontecía a mi alrededor… ese siempre era yo. Un hombre que no podía estarse quieto, no tenía la capacidad de solo poner atención en una sola cosa, porque me aburría. Como siempre me acompañaba mi Ipod con todo el Jazz que me gustaba y haciendo de ese momento, un lugar único: la lectura, la narración, la escritura y mi imperiosa necesidad de ser un chismoso. Pero fue en ese momento cuando nuevamente su recuerdo me tomó preso…

El último día que pudimos besarnos fue el día en que nos dijimos Adiós…, fue un día después que regresé de una competencia: recuerdo perfecto que fue el 2 de octubre- con mi sentido de consciencia histórica y demás pensamientos de “izquierda” siempre el 2 de octubre representará algo importante-.

Ese día acordamos vernos por la mañana para resolver nuestras diferencias, nuestros problemas, que a mi parecer no eran graves, pero ella ya había tomado su decisión. Lo mejor era terminar nuestro noviazgo, dado nuestras diferencias “irreconciliables”. Ese día fue, uno de los más tristes que he tenido en mi vida, porque realmente la amaba y creo que aún la amo. Sabía el destino que me auguraba; aunque si nos veíamos las cosas medianamente podrían cambiar, siempre tener presente a esa persona hace del deseo y la necesidad o del recuerdo una posibilidad o una la esperanza.

Después de vernos a los ojos y ambos llorar, solo con vernos, creía que podríamos arreglar las cosas, pero las lágrimas era el mayor signo de honestidad entre los dos: No había forma de volver a juntar nuestro caminos, que había algo que ambos rompimos y era imposible reparar. Aún no sé qué fue eso que se rompió, pero algo se hizo pedazos. Luego de tener un momento de reflexión, llega la parte más cursi, pero dolorosa de todas: “los Agradecimientos”.

Gracias por tanto amor, gracias por todo lo enseñado; palabras que decimos para anestesiar el dolor y poder seguir adelante. Podemos estar o no agradecidos, pero es una fórmula que funciona para las relaciones humanas o por lo menos para “convivir”. Y fue ahí donde acabó la formula y quedó solo el silencio…

Ella se quedó pensando, con una mirada fija me dijo: Me das un beso

-Y yo sin más se lo plante en la boca. Fue uno de los besos más tiernos que me han dado, ambos teníamos lágrimas entre las mejillas cayendo por los labios, con lo que sellamos nuestro Adiós.

Recuerdo que después de ello, ella me abrazó fuerte. Ella tenía otras cosas por hacer y no podía quedarse más tiempo.

Yo deseaba hacer el amor y tener esa sensibilidad para decirnos hasta luego, entre nuestros brazos, canalizar la energía y sumergirnos entre nosotros…

No podré negar que adoraba mucho acostarme con ella, el sexo era maravilloso y mágico. Pero no fue así, ella simplemente tenía que irse, pero no tenía el valor. Se adelantó a la puerta, volteó la mirada, esa mirada infantil que me enternecía y yo le dije: No voltees, vete y si esa es tu decisión no voltees, se fuerte y sin más ya vete…

Y así pasó… ella se fue.

El recuerdo se fue, cuando alguien entro nuevamente en la cafetería y me percaté que miraba para afuera, poseído por el recuerdo y eché un vistazo a mi lado derecho y ahí estaban ellos: los recién enamorados.

Y pensé: Yo estaba como ellos, disfrutando de la novedad, apropiando del amor de ella… y sabiendo que todo lo que parece que acaba siempre tiene un nuevo inicio…

Y cuando los veo a ellos pienso en su último beso, ella era mi mejor estado de “Novedad”… donde en un café consolidamos los besos e hicimos una gran historia de amor, nuestra historia de amor… y de un largo adiós.

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