Silenciosa, no quiso acompañarme hoy al desayuno. Subí al dormitorio, y tendido en la cama escuché que buscaba, sus nuevos aros de perla. Cuando nos casamos, escondía una mirada de niña, y su juventud rebosaba. Yo también la amaba, nunca andaba triste, pero hoy me pregunté: ¿Dónde van las mujeres cuando están tristes? Escuché un ruido, sentí su fragancia, la busque en el baño, dejó sonando el teléfono, bajé las escaleras despacio, era muy fácil caerse, inspire hondo, alcé la voz, grité su nombre, pero ella cerró la puerta, y no alcance a besarla.
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