EL Hombre en el Sofa

EL Hombre en el Sofa

matias olivares

25/03/2017

Ella observaba un cuadro sobre la mesa de retratos de la entrada, cuando el interrumpió…

¿Bailamos?…

Debería marcharme. –Respondió incómoda-

Él se apoyó sobre la pared mientras miraba el tocadiscos, y le habló…

-Recuerdo una vez cuando era más joven, regresaba del cine, viajaba en el metro de la ciudad, había una mujer sentada frente a mí, llevaba un vestido abotonado hasta el cuello, era la chica más bonita que había visto en toda mi vida, yo era muy tímido en ese entonces, de modo que cuando me miraba, yo apartaba la vista, después cuando yo la miraba, era ella quien la apartaba, llegué a mi estación, me bajé y las puertas se cerraron. Cuando el tren empezó a moverse me miró directamente, y me dedicó una sonrisa increíble. Fue horrible, quería forzar las puertas, regresé cada noche a la misma hora, durante dos semanas, pero ella nunca apareció. Eso ocurrió hace treinta años, y no creo que pase un solo día sin que me acuerde de ella, y no quiero que eso me vuelva a ocurrir. –Expresó con la garganta apretada-

Se acercó, y le pidió un solo baile. El cielo de esa tarde era de un azul plateado, nada perturbaba aquel momento, esperó junto al balcón, y abrazados bailaron hasta la última nota de esa bella canción. La tomó del brazo, la besó tímidamente, la miró un momento, y la besó otra vez, ella se aferró a su cuello, y se dejó vencer completamente.

Tantas cosas se dijeron durante el camino de regreso, en sus ojos expresivos se observaba el paisaje a través de la ventana, él podía proporcionar una mejor vida, un mañana lleno de sueños, pero el amor por su esposo tomaba profundidad en ese momento, y nadie lo podía sustituir. Desde esa noche decidió nunca más verlo, a pesar de todos sus intentos, y acosos de parte de aquel galán, ella volcó todo su cariño, todo su amor, a su hogar, a su intimidad, al padre de sus hijos. No fue fácil, pero nadie se merece una traición así, se decía, su corazón pertenecía a un solo hombre, y sabía que no podría amar a nadie más, como lo amaba a él, con sólo mirarse era capaz de saber que pasaba entre los dos, lo demás eran fantasmas que conducían al vacío.

Ahora cada noche dormía en los brazos de su verdadero amor, cuando se amaban demostraba la pasión que sentía por él, se conocían de toda una vida, de niños notaron una conexión entre los dos. Cuando jugaban en los prados él siempre la cuidaba de cualquier peligro, ella contaba a sus padres que era su mejor amigo, y que el color de sus ojos era de un azul asombroso. Frente al lago vivieron su romance aprobado por sus padres. Al tiempo él se convirtió en constructor, y ella en diseñadora, decidieron formar su propia familia, tuvieron dos hijos, pero uno de ellos, el más pequeño, murió al nacer. Varios años después compraron una propiedad en el centro de la ciudad, el quedó luego sin trabajo, y nunca pudo recuperar lo que tenía. Así pasó el tiempo, y cada momento en la vida de Raquel, a pesar de las dificultades de cada de día, sentía que era una mujer feliz. Sin embargo, en la intimidad de su corazón, en los atardeceres invernales cuando se quedaba sola en casa, la melodía de esa canción, ese cielo azul plateado con el sol escondiéndose, el retrato sobre la mesa de caoba, y la figura de un hombre caminando que se aproxima, la toma del brazo, y le pide un sólo baile, la besa tímidamente, la mira con dulzura, le pregunta si alguna vez le ha dicho que la ama, mientras ella sin palabras, se aferra a su cuello, y se deja vencer incondicionalmente.

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