1º ESO: Perdidos en el tiempo

1º ESO: Perdidos en el tiempo

RaRa

05/03/2019

Raúl era alto, delgado, de pelo oscuro, de 30 años. Solía vestir con unos pantalones vaqueros y camisas aparentemente muy caras. La gente le describía como una persona ocupada y poco sociable.

Se levantó un día por la mañana, intrigado porque había escuchado en su trabajo un rumor que decía que se había inventado un objeto llamado “máquina del tiempo”. Se decía que podía transportar a las personas a cualquier lugar del espacio tiempo.

Fue a trabajar como de costumbre. Cuando llegó al trabajo le llamaron para asistir a una conferencia que justo trataba de la importancia y el cuidado que se debía tener con dichas máquinas del tiempo. Pretendían sacarlas a la venta y a precios muy altos. Muchos creían que era una locura y podían ser muy peligrosas. Eligieron un voluntario para probar la máquina. Raúl salió como voluntario.

La máquina era una especie de cápsula esférica, de cristal y aparentemente frágil. Tenía un teclado que servía para marcar la fecha y el año dónde la maquina se iba a dirigir.

El objetivo de la prueba era llegar, comprobar que la máquina funcionaba y volver.

Raúl se metió en la máquina, introdujo la fecha, le dio al botón y todo se puso en marcha. De repente, la máquina desapareció y volvió a aparecer 20 años más tarde. Enseguida, Raúl pensó en volver, tal y como habían pactado, pero prefirió curiosear cómo era el mundo dentro de 20 años. Se decepcionó mucho al no ver coches volando y demás cosas extraordinarias que se esperaban para el futuro. Vio todo muy parecido a lo que él conocía en el presente, aunque hubieran construido edificios nuevos.

Ya de regreso, terminó por confirmar que la maquina funcionaba bien.

Días más tarde, las primeras máquinas del tiempo salieron al mercado tal y como estaba previsto, pero los precios eran tan altos que solo dos personas en todo el mundo se pudieron permitir comprarlas. Una de ellas era un empresario chino, que tenía una gran fortuna y que había decidido abrir un negocio para transportar personas al futuro y al pasado.

El negocio fue un éxito. El propietario se compró más maquinas porque el negocio iba muy bien, pero estas máquinas tenían un inconveniente: solo podías estar en el pasado o en el futuro un máximo de 48 horas. Si las superabas te quedabas en ese momento del tiempo para siempre.

En el primer año de funcionamiento, unas 900 personas se habían quedado atrapadas en el pasado y otras 250 en el futuro, pero al principio nadie se daba cuenta pues el inconveniente no estaba detectado y la gente viajaba sin límite de tiempo.

Raúl fue uno de los que se quedaron atrapados en el futuro y el primero en darse cuenta de que la máquina volvía al presente pero el cuerpo humano se quedaba atrapado en el tiempo.

La gente viajaba a días y años distintos, muy pocos coincidían y no se podían avisar del fallo. Mientras, el empresario no decía nada, para seguir ganando dinero sin importarle si la gente volvía o no.

Allí en el futuro, a Raúl se le ocurrió buscar a los mejores científicos y pedirles para volver una máquina del tiempo, pero había un problema: estaban ya prohibidas porque las personas que viajaban al pasado cambiaban el presente y el futuro y provocaban enormes desastres.

Raúl preguntó, de todas formas, cómo habían resuelto el problema de la gente atrapada en el futuro y en el pasado y le contestaron que esas personas se habían quedado allí para siempre, sin importarles si nuevas personas seguían viniendo del presente al futuro y quedando, como él, atrapadas.

Desgraciadamente, nadie de los que luego habían viajado en el tiempo, pero hacia periodos anteriores al suyo, había conseguido solucionar este problema mejorando la máquina del tiempo y, por tanto, nadie estaba cambiando el futuro de tal manera que hubiera una máquina del tiempo adecuada.

A Raúl no le gustaba el futuro porque no era su tiempo, la gente que conocía del presente ya no tenía su edad o ya había muerto y la vida era muy parecida y muy aburrida. Además, nadie le echaba de menos en el presente y nadie le buscaba.

El negocio del empresario chino se hundió cuando al final se descubrió que la gente se quedaba atrapada y ya nadie quiso viajar por el tiempo, excepto algunas personas que, desesperadamente, buscaban a sus familiares o soñaban con una vida mejor.

Esas personas lo primero que hicieron fue buscar a la otra persona que había comprado una de las dos primeras máquinas. Pensaban que podría ayudarles, pero para su desgracia había desaparecido en su primer y único viaje. Eso sí, la máquina había vuelto y allí estaba vacía en su casa.

Idearon un plan para viajar por el pasado y por el futuro rescatando a todos los desaparecidos, pero ¿a dónde habían ido exactamente? ¿Quién sabía a qué hora, de qué día, de qué año había viajado cada persona desaparecida? ¿Cómo encontrarles?

El tiempo corría además en su contra, porque poco a poco empezó a notarse en el presente los efectos de la gente que viajaba al pasado. Muchos familiares poco a poco dejaban de existir o cambiaba su existencia. Los desaparecidos fueron olvidados.

Pero Raúl no se terminó de rendir y todos los días visitaba el lugar donde le había dejado la máquina del tiempo. Quince años después, de repente, apareció un viajero del tiempo que había salido casi a la vez que él del presente, pero que había decidido viajar a un futuro algo más lejano. Nada más verle, desesperado, Raúl le contó el inconveniente de la máquina y cómo había funcionado cuando había vuelto enseguida en su primera prueba.

De inmediato, los dos se metieron en la máquina y lograron volver al presente.

Mucha gente no tuvo la misma suerte y se quedaron atrapados para siempre. Raúl regresó pero, eso sí, quince años más mayor. Jamás recuperaría su verdadero tiempo.

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