Mi mundo

Mi mundo

Elvis

27/02/2019

Del mundo natural en que vivo, me fascinan aquellas mañanas cuando el sol aparece radiante luego de una noche tormentosa. Como el del día de hoy, por ejemplo, y teniendo, yo, la suerte de vivir en el campo. Es el contraste perfecto. Debido a lo funesto de la noche anterior, lo fastuoso de la mañana se vislumbra más que nunca: por arriba la tonalidad amarillenta y amable, el calor ligero y cálido, el aire suave y reconfortante; por abajo el olor de la tierra húmeda por la lluvia, la blandura de verdes praderas dispuestas al abrigo del sol, y por si fuera poco, todo ello acompañado por la armoniosa música de los pájaros que exaltan su esplendidez.

No obstante, esta belleza no es gratuita. En el día anterior, la tarde fue caótica, desde que el cielo comenzó a llenarse de nubes negras oscureciendo con prontitud el día, el aire arrecía con violencia tanto que la serenidad de los árboles vacilaba, los truenos cual tambores de hojalata anunciaban la tormenta y realzaban el terror, y ningún pájaro osaba ni a decir pío. Al caer con fuerza la lluvia sobre la faz de la tierra éste cedía ante su intempestiva convirtiendo sus caminos secos en causes para que las aguas se abrieran paso violentamente hacia donde les llevaba su brutal fuerza. Pues, tal es el acontecer que más temo de las tardes que vivo.

Sin embargo, creo que, cada uno de sus acontecimientos ocurre con justicia. Pues ¡el mundo natural se dirige tan bien a sí misma! y a la verdad, cada uno de sus acontecimientos son admirables: calmadas o voraces, destructoras o edificantes.

Sin embargo, en mi mundo ocurre todo muy diferente: las tardes tormentosas pueden durar eternamente y la esplendidez de la mañana puede nunca llegar. O bien, el sol puede aparecer y asentarse incluso hasta de noche y las fastuosas mañanas pueden darse incluso durante la tarde, pues, ¿quién dirige mi mundo?

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