En silencio, los dos nos ubicamos listos para un beso. Inaudibles aullidos de mi loba desesperada nos piden por unirnos, como dos mitades rotas de un plato o una ánfora.
Deseo dejar mis ojos sobre tu piel, resbalando como vaselina por tu silueta.
Quemas mi cuello con tu lengua joven, virgen, llena de impulsos y poco control. La busco, no sé dónde ha quedado… Mi boca, perdida toda la noche entre tus piernas, entre lo grueso o lo duro de lo que tienes para mí…
Cómo decirte que no, si eres lo que quiero para esta tarde, y para cada día.
Cómo decirte que no, si ya hablas desde dentro, susurrando tu nombre por entre mis labios…
OPINIONES Y COMENTARIOS