Hola Diego; soy E, la mayor parte de la gente que me conoce, me conoce como Lena. Tal vez no me conoces, tal vez sí. Yo te conocí en una escena entre espejos, entre espejo en los que te vi y me viste.

Eres solo un niño de tres años, valiente, que a tu corta edad estuviste casi de ser robado por una chola «para cuidarte» que te llevo de la mano, una mano extraña, que te introdujo miedo y desataste en llanto. Una mujer conocida te rescato del desamparo y te devolvió a donde pertenecías, una mujer que no era una extraña.

Yo soy una extraña, tal vez como aquella chola. Una extraña que con conocerte en el primer momento me atraje por ti, que pensó que tomarte de la mano sería una buena idea; pero esta vez la que tendría que ser rescatada sería aquella extraña, para no perderse cuando no te viera.

Tal vez esto te suene confuso o incierto, pero a pesar de ser una extraña te puedo asegurar que crecerás a un hombre, a un hombre guapo y de porte, de aquellos hombres que las chicas queremos tener, de aquellos difíciles de entender su expresión, si llevan seriedad o serenidad, difícil de saber si tiene algún estimulo de dolor o de alegría, de aquellos que te bromean y te conquistan, aquellos que hacen que pierdas el discurso preparado con tan solo gozar de su presencia, serás uno de aquellos.

Diego, no te conocí cuando tenías tres, con tus ojos claros, cabellos rubios y piel rosada. Te conocí cuando eres un hombre de aquellos. Yo no te conocí de pequeño, pero escuchar de ti y conocerte en versión de hombre y de niño le dio el grueso atrayente de no perderte en el olvido. Cuando yo te conocí no tenia treinta, pero hoy estoy a punto de perderlos, a punto de perderlos como también a ti Diego, a ti cuando ya no tienes tres.

Hoy tengo un juicio, un juicio real, un juicio donde discutir derechos que me corresponden, donde todo eso es exigible, donde todo eso es tedioso, donde nada parece agradable; pero el génesis de ese juicio es para mí lo que agradezco, donde te conocí, el génesis de aquel juicio me dio la oportunidad de conocerte Diego, de conocerte con unos años más de los que tienes. Como no recordarte si formas parte de alguien importante para mí, de alguien que me cautivo en tan pequeñas dosis, cual salpicadero de escarcha solo bastaron pocas salpicaduras para que esto tome brillo. Aquel que logró tornear mi espacio de mujer, mi movimiento, mi actividad, desato mi pasión guardada, aquel que me dio la oportunidad de disfrutar su cálida compañía.

Un invierno cálido nos cobijó para encandilarnos, para sentir y para sentirnos. Rosas por la mañana y llamadas que hacían suspirar, guiños virtuales y etapas de silencio para descanso de cada protagonista fue el escenario de un cálido invierno. Este sentimiento soporto enseguida el verano, un verano no incendiario sino más bien uno tibio, un verano que a pequeños estímulos se valió de suficiencia para mantenerse, cual pequeños trazos de una pintura incompleta pero que son suficientes para ver la pintura en su plenitud, pequeñas dosis de coincidencia, de encuentros fugaces, de un tiempo limitado para un beso y suficiente. Ese fue nuestro verano tibio, tal vez frío al decirlo apropiadamente.

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Dejar la pluma y el papel fue una iniciativa propia, para evitar el hecho de buscarte para entregar un escrito, un escrito conteniendo mi interior, aquel contenido que no puedo pronunciar con los labios, que no puedo liberarlo en la voz, que solo mi mente lo recita, lo despabila sin duda, pero que no puedo desatarlo de la lengua.

Hoy no tengo más argumentos para perseguirte, no más posibilidades de verte, pero me valgo de la única posibilidad que me dejaste Diego «escribe y me envías». Un acto combinando mi escritura y tu forma de lectura, sin perder uno ni el otro, sacrificando solo una pequeña forma de lo suyo para dejar espacio al otro. No habrá más pluma ni papel, pero si habrá escrito. No habrá más papel que cargar, pero si contenido para leer. No habrán palomas mensajeras llevando mis notas, sino un hilo virtual será mi única opción para hacer llegar mis palabras, aquellas que no pude pronunciar, pero que nunca dejaron de estar aquí.

Te extraño! gritaba por dentro, te detesto porque no cumples tu palabra, te deseo cada mañana en mi cama, te lloro por olvidarte de mí cada noche. Cómo no sentir tantas cosas? acaso sentir todo esto por alguien no significa nada? significa mucho para mí.

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«Desperté y noté que el espejo me miraba… y en lento asombro me despedí del recuerdo que me mostró unas horas antes, un cuerpo sobre otro, dos rostros no felices ni tristes, dos rostros de cuerpos desnudos y asombrados al verse en su plena naturaleza, en la desnudez de su plenitud. Dos rostros no felices pero descargados».

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Recuerdas la última vez que hicimos el amor? recuerdas aquellos espejos testigos de nuestras miradas grabando aquel momento? aquellas miradas centradas en vernos, tu penetrándome y yo abrazándote como si quisiera desgarrar tu piel? lo recuerdas? lo recuerdas como yo en cada escena? lo recuerdas cada vez que escuchas tu nombre en el nombre de aquel niño de tres años que casi fue robado? lo recuerdas como yo te recuerdo? o lo olvidaste? o ahora solo quieres olvidarlo?

«Te recuerdo que eres mía» me quitó el aliento. Aquel estremecer de mi cuerpo, el suspiro y el cosquilleo en la entrepierna de querer volver a presionarte entre ellas, de ser presionada en mi interior por ti. Claro que quiero ser tuya! claro que quiero seguir siendo tuya, pero quiero que mi recuerdo en tu mente tenga esa fuerza de crear un estímulo. Es acaso el acto más difícil?

«Me cambiaste el nombre. No te lo perdono.» ¿Es una broma que no entendí acaso? es una verdad que me la dices con todas la letras? ¿Es una amenaza de un severo castigo que me darás? cuándo? cuando cumplas “pero voy a volver”? dejaras tu nombre aún más marcado en mi piel? un castigo de azotarme con tus besos y caricias y la innumerable cantidad de veces que me llevaras al clímax? es así como debería entenderlo?

¿Dudas de mí? ¿Tienes celos de tu propio protagonista? ¿celos de ti mismo? en verdad piensas que me confundí de nombre? acaso no debería recordarte Diego?, no debería recordar las cosas que me compartes? aquellos detalles de tu vida?. Ahora entiendo!… simplemente lo olvidaste. Pienso que así fue. Simplemente olvidaste lo que me compartiste, o peor aún olvidaste también aquella ocasión en la que me la compartiste.

No habría fechas especiales, no habría rosas por la mañana ni nunca, no habría más espacio cálido que aquella cabina móvil que nos cobijaba en nuestros encuentros, en nuestras esporádicas coincidencias. No habría nada más, sin embargo seguía queriendo eso.

«no necesito tenerte, no necesito tocarte… basta con cerrar mis ojos y saber que existes» me hacía respirar.

«no sé si hablo mucho o poco contigo, solo sé que cuando hablo contigo soy feliz», me conforme con eso.

Lo pensé y lo escribí en aquella ocasión “me sentí TU PUTA porque quería serlo” dije. “Te recuerdo que eres mía”, pero no sé si tú lo recuerdas siempre, o solo recuerdas eso de mí? Acaso recuerdas algo más? A pesar de decírtelo, no sabrías que mi celebración era tan cerca a la tuya, porque hay cosas que debían ser recordadas, pero tal vez esta no era una de aquellas, como tantas aquellas otras más que no han merecido ser recordadas.

“Veo que no atiendes mis llamadas, te fui a buscar a tu casa…. a buen entendedor incluso sin palabras, no te buscare más… buen camino… cuantas veces va a volver esa frase a refrescarse en mi mente? No tuve el crédito de la duda cuando no conteste, nunca pensaste que algo malo pudo pasar, realmente nunca lo pensaste. Este es el momento en que lo adapto a mi verso y me digo lo que no dije, me digo aquello que tal vez sea el momento de decirte “no entendiste mis últimas palabras, fui a buscarte a entregar mi contenido y mi pasión… a buen entendedor incluso sin palabras, creo que no debo buscarte más! te ira bien, eres un chico con suerte!”

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Lloré un mes, un mes cada noche, con tus palabras “pero voy a volver”. No quiero llorar más por aquel tiempo que no tiene fecha, por aquel futuro incierto, no quiero ahogar mis sentimientos en una almohada, quiero una vez mas liberarlos en el escrito, en el escrito que me conduces.

No tengo, hoy tampoco, aquella llamada que también prometiste.

Tenía que entender algo más allá de la claridad de tus palabras? Tal vez sea esta la única frase que coincidimos literalmente… El silencio es una forma de expresión.

Ahora pienso que tanto cursilismo simplemente no tiene cabida, que cada palabra plasmada nunca será tan intensa para nadie como para mí. Tal vez solo logro aburrir tu tiempo con mis reclamos, aquel tiempo agotado para mí.

Quiero entender algo mas allá de lo literal, pero también entiendo que no lo hay; tu eres de aquellos que hablan con claridad, que siempre dijiste mucho con pocas palabras, con frases cortas; ese antítesis a mí, de lo llano frente a lo cursi. Aquello no es un problema, es más bien una virtud, aquella que podría aplicar ahora mismo, para decirte también que Te quiero, pero que a estas alturas no puedo dejar de dudar si tú a mí.

Una vez dije: “no quiero más ser fuerte, ya no quiero! solo tuve que esperar el fin de la catarsis para darme una respuesta, una respuesta a mí misma porque no vendría de ningún otro. Hoy creo que pasará lo mismo, debería terminar mi catarsis y dejar ir esto, dejar de llorar cada noche en mi cama esperando la respuesta, una respuesta que no llegará, una respuesta que debo entenderla al final de una nueva catarsis.

Por qué nos comportamos así? es acaso parte de una danza de reconquista? o de una de quiebre? de unión o desenlace? alguna vez estuvimos separados? alguna vez estuvimos juntos más allá de dos cuerpos envueltos en placer? deberíamos evitarnos? deberíamos conectarnos?

Una vez más, tal vez, aquí calza tu afirmación anticipada… a buen entendedor incluso sin palabras.

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