Quién dijo que las madres no se divierten?

Quién dijo que las madres no suelen divertirse? Bueno, quien lo dijo además de mi persona? La verdad es que desde que soy mamá, mi rol más importante en la vida, y aunque me queje constantemente, el que más amo; la diversión tiene otra cara. Cuando antes se pintaba como una tarde de cafés y tes con amigas, o una noche de películas, palomitas y vino con mi pareja; ahora se pinta con la sonrisa de mi hijo en su rostro, lo que automáticamente se convierte en una alegría para mi. Pero también es una verdad inmensa que siempre deseamos volver aunque sea por instantes a aquellos momentos en los que no eramos responsables más que por nosotras mismas.

Pero la realidad supera la fantasía, por lo que hay que ir llevándola en la medida que todos logremos pasarla bien. Cuando los niños van creciendo, sus gustos, comportamientos y tiempos de diversión van cambiando, como suelo decir: cada etapa tiene su encanto. Así es,cuando están bebes están más manejables pero entonces toca salir con pañalera en mano y dentro de ella cuanto artículo se nos atraviese que pensamos pueda necesitar nuestro hijo en la calle. Cuando comienzan a caminar «viene lo bueno» quizá el bolso del pequeño ya no sea tan abultado pero llega la etapa de la inquietud y a perseguirlo por todos lados pues no quieren parar. Al poco tiempo controlan el arte del ir y venir y deseas que se vuelvan obedientes para que a la voz de mando: Cuidado! Párate ahí! No vayas allá! Deja eso! respondan en el acto. No quiero decepcionar a nadie pero esto pocas veces ocurre, al menos los primeros 3 años de su vida. O al menos en mi caso, por ahora.

En un abrir y cerrar de ojos nos volvemos perfectas malabaristas equilibrando lo que queremos como madres y lo que desean nuestros hijos, y eso que estamos sacando de la ecuación al «papá».

Días atrás compartía una salida de esas que solían ser de amigas pero que ahora son de amigas con hijos, si, es decir, salida de mamás pues, y decidimos que primero se divirtieran nuestros peques (de 2 y 3 años cada uno), los dejamos correr libres, agarrar y soñar que les compramos cuanto juguete había en la jugueteria del Mall y cerramos con helado y chuches, listo! Saciados! Ahora nos toca a nosotras.

– Vamos por un café? Pregunté yo

– Mi amiga dice: No!! Un café es para sentarse a disfrutarlo y con estos niños hasta que no tengan mínimo 12 años no podremos hacer algo así.

Por un instante me sentí desahuciada (risas de exageración). Yo que amo tanto tomar un rico café en un bonito lugar, tengo que esperar…. Déjame sacar cuenta… Si tiene 3, hasta los 12… Qué?? 9 años… Diossss!!! Madre mía!!!

Bueno, que no cunda el pánico, el tiempo pasa rápido y siempre tengo el comodín de el «papá» en caso de emergencia, además mi amiga quizá es tanto o mas exagerada que yo.

Luego de que todos esos pensamientos color gris pasaran por mi mente en cuestión de segundos, pregunto: Entonces qué hacemos?. Mi amiga sugiere unas cervezas pues recalca que esta bebida requiere de menos protocolo para su ingestión que un café, por aquello de que estamos con los niños.

Decidimos entrar en un lugar apto para todas (tampoco somos tan irresponsables) las edades a tapear un rato y tomar una de estos tragos con un poco de alcohol. (Tapear: término muy español o europeo que aplica a lo que en Venezuela conocemos como picar algo, o comer pasabocas)

A los niños les dimos un juguete y unas chuches más para garantizar un rato ameno para todos. Obvio, eso solo duro unos escasos minutos, lo que no calculamos en la ecuación es que dos niños de edades similares de seguro pelearían por algo, y así fue, la discusión entre ellos comenzó, entre jugando y no, se corretearon por aquel lugar abarrotado de jóvenes que disfrutaban un rato agradable de tragos y picatas, solteros o solos, claro está recalcar. Mi amiga y yo nos turnábamos para correr detrás de ellos mientras se metían debajo de las mesas de los demás comensales, y amagaban con salirse del establecimiento. No se cuánto tiempo duro nuestra estadía ahí, no se cuantas cervezas tomó cada una, ni en que momento se nos acabaron los quesos y fiambres, solo sé que al salir dijimos: nos merecíamos este momento, que se repita pronto.

Qué?? En serio?? Quieren repetirlo? Eso se preguntarán los que estén leyendo, sobre todo sino tienen hijos. Y si. La respuesta es SI. Así nos solemos divertir algunas madres.

Por muy alucinante que pueda parecer es la ley de la vida, cada madre carga con su cachorro. El truco quizá esté en aprender a aceptar cada etapa de la vida y disfrutarlo a su manera. Ya nos tocará querer salir con ellos y con seguridad nuestros hijos no nos llevarán a tomar unos tragos con ellos en la calle. Que vergüenza!! Con mi madre? Nada que ver!!

La maternidad se sufre pero se goza. Te brinda una vida caóticamente hermosa. Así que salud!! Por todas aquellas que nos atrevemos a tomarnos un trago (solo uno, pues no hay momentos para resaca) acompañadas de nuestros herederos.

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