Diálogo con Pablo Zapata Lerga

Nacido en San Martín de Unx (Navarra) y afincado en Bilbao desde joven, Pablo Zapata Lerga es titulado en Magisterio, Diplomado en Filosofía, Licenciado en Filología Hispánica, y ha ejercido como profesor de Lengua y Literatura en distintos institutos de Vizcaya. Como profesor de Lengua y Literatura ha escrito mucho sobre su didáctica y el fomento de la lectura (ha montado personalmente más de 50 bibliotecas escolares por todo Euskadi). Como escritor, se ha centrado en el artículo periodístico, el ensayo pedagógico y el cuento. Ha publicado alrededor de 30 libros, especialmente en el campo de la novela juvenil.

En este diálogo, que se enmarca en el proyecto «La enseñanza de la educación», contesta primero las preguntas de Ramón Cañelles, director de la Fundación Escritura(s), y luego las de Gloria Fernández Rozas, responsable del área de Didáctica.


PRIMERA INTERVENCIÓN, DE RAMÓN CAÑELLES

Tu experiencia, Pablo, es grande y, a nuestros ojos, valiosísima: estudios de magisterio, filosofía y filología, profesor de lengua y literatura durante muchos años, autor de libros ensayísticos y otros muchos de temática infantil y juvenil, responsable de una red de bibliotecas escolares en el País Vasco…

Sin embargo, el aspecto para nosotros más decisivo para haberte propuesto un diálogo por escrito es que tu voz alcanzó una notable influencia en nuestra trayectoria, gracias a un artículo, rarísimo para su tiempo, publicado hace muchos años (Marzo de 1984) en el diario El País. Se titulaba “¿Adiós a la gramática?”. Lo reproducimos íntegro en la caja matrioska que se abre al clicar en este subrayado. Junto a las circunstancias muy particulares en que nos tropezamos con ese texto y el uso posterior que de él hicimos en nuestro primer taller Fuentetaja, que estaba dirigido a profesores de lengua y literatura, con todo eso se ancla bien el sentido de, 35 años después, disponernos a intercambiar aquí contigo, entre otros temas sobre ese viejo asunto, tan bien descrito en aquel escrito y la denuncia y reclamo que incluía: la necesidad de un cambio radical sobre la forma de abordar la enseñanza de la lengua y la literatura en la escuela primaria y secundaria.

Un tema que no ha perdido un ápice de su actualidad. Por una curiosa coincidencia, el mismo día en que escribo esto aparece publicado en El País un artículo con una reivindicación similar a la que hacías en 1984, titulado “Educación: En la clase de lengua” y firmado por Lola Pons, profesora de Historia de la Lengua de la Universidad de Sevilla. 35 años después, todo sigue igual. Estoy seguro que pocos en España tienen más elementos que tú para describir la conclusión de todo esto, que en definitiva ya me has expresado durante nuestra breve correspondencia previa a este diálogo público: te has sentido muy solo durante tus muchos años en esa lucha por quitar “la solemne tristeza de las aulas”, consigna de tu muy querido Antonio Machado, con la que cerrabas tu artículo y con la que nunca has dejado de ser coherente en tu trabajo. No deja de ser hermoso que, ya retirado de las aulas tras décadas de docencia comprometida, dediques tiempo a escribir un libro sobre él, Don Antonio Machado, maestro de maestros.

Tras este repaso de los motivos que nos han llevado a buscarte, con la esperanza de que nuestro diálogo resulte inspirador para nuestro equipo de Fuentetaja y de la Fundación Escritura(s), así como para el público en general y los usuarios de nuestro club de escritura — entre quienes nos consta que hay numerosos maestros y profesores—, pasemos ya sin más rodeos a la primera cuestión que quisiéramos plantearte.

De tu perfil, Pablo, nos ha atraído con un magnetismo particular, la recreación que haces de tu infancia, donde brilla, aunque sea de pasada, la figura de un maestro rural sin nombre que habría sido el principal responsable de inocularte el bendito vicio de la lectura. Hemos entendido que la escuela a la que aludes estaba inscrita en un entorno campesino, es decir en el marco de un tipo de cultura hoy prácticamente desaparecida, como muy bien supo contarnos el gran escritor británico John Berger en su soberbia trilogía literaria “De sus fatigas”, dedicada a hacer crónica de la desaparición del campesinado europeo. Se da la circunstancia de que, a pesar de haber crecido yo en un duro barrio arrabalero del Madrid de los sesenta y haber vivido en mis carnes y en mis meninges la violencia (estructural, socio-religiosa y docente, incluidos pavorosos castigos físicos por parte de los maestros) de las peores escuelas públicas del franquismo en los barrios de aluvión, tuve la suerte de, en paralelo, conocer ese tipo de campo y ese tipo de maestro al que tú aludías, gracias a las visitas a la aldea lucense de mi abuelo. Visitas al campo y su cultura que, visto en perspectiva, propiciarían las experiencias más felices de mi infancia. Durante algunas vacaciones que se se solaparon con el curso escolar, acudí allí a la pequeña escuela de la aldea de Pacios, donde pude respirar los beneficios de un método donde niños de todas las edades compartían un solo aula con un solo maestro capaz de dotar de armonía al progreso de todos ellos, haciendo que unos se ayudasen a otros, en una emulación inconsciente de lo que hoy conocemos como el método Montessori, y que hasta hace no mucho aún venían practicando algunos maestros rurales.

Quisiéramos pedirte que nos contases algo más de aquel maestro tan decisivo en tu vida, conocer cómo describirías su forma de trabajar en el contexto de aquellos tiempos escolares en un entorno rural. Y aprovechar para que nos describieses el contraste de cómo es hoy, a tenor de tu experiencia montando bibliotecas escolares, el trabajo de los maestros en pueblos como en el que tú creciste, en el contexto de las enormes transformaciones de todo tipo que han vivido esas poblaciones pequeñas (cada vez quedan menos), mientras, rapidísima, avanza la inquietante disrupción traída por el factor tecnológico-digital.


SEGUNDA INTERVENCIÓN, DE PABLO ZAPATA LERGA

Los recuerdos de la escuela de mi infancia se sitúan en los años 50 del siglo XX, en San Martín de Unx, un pueblo agrícola en la Navarra media. En aquel momento era un pueblo cercano a los 2.000 habitantes, afamado (entonces y ahora) por sus vinos y muy bien dotado por la Diputación de Navarra: colegio de monjas, donde estábamos de 3 a 7 años. Luego venía la escuela, donde había tres maestros y una maestra. Y la Iglesia, con tres curas. Por más que la asistencia a clase era obligatoria, a partir de los doce años muchos iban dejando para ayudar en las labores del campo.

Si bien estábamos en plena dictadura mental, en mi escuela no se daba lo que he sabido que sucedía en otros sitios. Por más que estaba la amenazante foto del dictador que te miraba desde la pared, yo no escuché en mi infancia cantos patrióticos, ni me inculcaron ideología fascista o falangista. Es que eran maestros que provenía de los famosos “maestros de la República”, que no habían sido represaliados, como sucedió con miles y miles. Y tampoco eran de los nuevos maestros adeptos al Régimen, muchos de ellos con el título regalado por el régimen fascista. No me dieron castigos físicos, que no fuera algún cachete suelto, nada que ver con las palizas que daban en otros sitios. (NOTA 1)

Mi maestro, Don Fortun Ameabe, un hombre sabio lleno de bondad, músico, me dio pequeñas novelitas con las que me aficioné a la lectura. ¡Y lo consiguió! Pero con lo que verdaderamente disfrutaba era con las lecturas de la Enciclopedia, aquel único libro donde había un compendio de todo. Si eran lecturas adobadas con el nacional catolicismo, yo no me enteraba. Así comencé a leer, ese fue el germen, si bien donde me aficioné a la lectura de forma apasionada fue a partir de los doce años, cuando fui a estudiar al Colegio de los Sagrados Corazones de Miranda de Ebro. Decenas y decenas de novelas juveniles pasaron por mis manos: Salgari, Mark Twain, London, Poe, Julio Verne, Stevenson, Agatha Christie, Cooper, etc., etc. Luego fue ascendiendo el nivel. Y todas esas lecturas de 11 a 16 años fueron sin tener ninguna obligación, era por el placer que había descubierto, lo que provocó que mi fantasía creciera, que se abrieran horizontes, que dialogará con cientos de autores. Mi curiosidad se abrió al mundo, y de ahí arranca mi pasión lectora. Ese disfrute es el que fue modelando y amueblando mi forma de pensar y estar en la vida.

Mi escuela, como la mayoría, era muy pobre, en medios y en ideología. Los inspectores estaban ojo avizor en todo momento, y una denuncia tenía consecuencias muy duras. No hay que olvidar que los maestros de los planes de la República, con sus siete cursos de bachiller, sus altas notas para poder acceder a las Escuelas de Magisterio, sus Prácticas remuneradas, etc., cambiaron el panorama mental de España, formaban ciudadanos. Pero vino el golpe militar y fueron asesinados o inhabilitados el 80%. Se persiguió con saña todo lo que oliera a la Institución Libre de Enseñanza y fue sustituido por los cantos al Imperio Español, la grandeza de España y los mil loores que inventaron Pemán y demás ideólogos, de una pobreza ideológica que espanta. La vigilancia ideológica era terrorífica en toda España. Y de aquellos polvos durante cuarenta años de inanición vienen los lodos de la situación actual: miles y miles que no leyeron hasta sus treinta años y han pasado otros cuarenta sin leer otras fuentes y siguen con aquella mentalidad de lo que les contaron durante cuarenta años. NOTA 2

En cuanto a los medios materiales, no salían de una Enciclopedia, escuadra, tiza, tinta, pizarra con su pizarrín (que compraban los padres), un cuaderno, unas pinturas y nada más. El retraso respecto a los años de la República fue catastrófico, y quien no lo quiera ver es que tiene sus antojeras o es un ignorante. Ninguna larga dictadura pare una democracia sana. Nosotros teníamos la “biblioteca del camionico”: un camión de la Diputación que venía cada quince días con libros de lectura, dejaba unas cajas y cogía otras que llevaba al pueblo siguiente. Una biblioteca itinerante, que, mirándolo desde ahora, era todo un adelanto.

Tengo la suerte de haber recorrido gran parte de España visitando todo tipo de escuelas y colegios, en mi faceta de cuentacuentos, fomento de la lectura, conferencias a padres o encuentros lectores con mis novelas. He visto de todo. Verdaderos gigantes, esos maestros de pueblos alejados, que con imaginación han hecho y hacen una labor impagable, de fantasía creadora. Eso sí que es hacer patria. Pero la escuela de pueblo prácticamente ha desaparecido. Cuando hay pocos niños los llevan a concentraciones rurales.

Y da pena que las promociones que han salido en los últimos veinte años de las distintas Escuelas de Magisterio muchas no sepan nada de esto. Lo irán descubriendo a base de darse golpes, si es que tienen capacidad de interrogarse, que por donde empieza la sabiduría.


TERCERA INTERVENCIÓN, DE RAMÓN CAÑELLES

Vaya, Pablo, disculpa, nos habíamos descaminado con nuestras suposiciones de esa escuela de tono muy ruralista en que te habíamos imaginado… Aún así, dejémoslas estar por si a alguien le evocan o iluminan recuerdos que quiera compartir en el espacio de comentarios de este diálogo.

Antes de pasar a temas más polémicos que nos preocupan de nuestro presente y en relación con las reflexiones que venimos desarrollando en Fundación Escritura(s) y Talleres Fuenteteja de unos años a esta parte, y para evitar un nuevo exceso de suposiciones en nuestras intervenciones, nos gustaría pedirte que nos sintetizases cual es a día de hoy, y a partir de tu experiencia, el método que aconsejarías a quienes se las tienen que ver con la enseñanza de la lengua y la literatura en las escuelas e institutos del presente.


CUARTA INTERVENCIÓN, DE PABLO ZAPATA LERGA

Antes de entrar en el tema, quisiera decir que para impartir lengua y literatura hay que sentirlo desde dentro (como en todas las artes). Lo que voy a exponer no le incumbe a quien está de profesor de oficio, a quien imparte la clase con aburrimiento, a quien desarrolla los programas oficiales sin hacerlos personales. Hay que estar enamorado de la palabra como esencia que vehicula nuestro pensamiento y como arte en la expresión.

Quiero señalar dos aspectos en cuanto a la creatividad literaria:

A.- Mi experiencia directa en el aula

B.- Mi experiencia como contacto momentáneo

A.- Creatividad en el aula a lo largo de mi experiencia:

Hay que plantear siempre principios muy claros de los que se parte, objetivos a los que se quiere llegar.

Objetivo:

que el alumno domine poco a poco mediante la creatividad la técnica para expresar su pensamiento de forma personal y artística.

Para mí es fundamental la metodología de “aprender haciendo”. “Nada hay más aburrido que un profesor de gramática”, decía el gran Unamuno. Vamos a hacer del leer y escribir una fiesta, donde entre la obligatoriedad de los programas oficiales y lo lúdico siempre procuremos que perviva lo lúdico, lo divertido, la creación personal. Si no hay placer en lo que se imparte, no hay provecho en el alumno.

En su momento leí lo mejor de lo que había sobre la creatividad literaria, hice muchos cursos en la línea del gran Rodari. En aquel momento lo personalicé dentro de mí y ahora no sé qué salió de mi interior y qué es lo que aprendí de otros. Pasados los años, hablo de lo que tengo personalizado dentro de mí como un todo conceptual. Por eso, en este momento, no traigo citas en las que apoyarme.

Lo que se aprende, con el tiempo se olvida. Puedes impartir la clase más maravillosa, con todos los medios, que salgan los alumnos encantados y tú con tu ego satisfecho como profesor…y no se ha trabajado el tema. Con el tiempo se olvida lo aprendido teóricamente. Así pasa en todos los conocimientos. Lo que queda es aquello en lo que se ha trabajado: aprender haciendo. Si estás estudiando el adjetivo, para fijarlo habrá que hacer trabajos creativos con los que se llegue a dominar su empleo. Lo mismo la relación ente el pretérito indefinido narrativo y el pretérito imperfecto descriptivo, que llegue a escribir:

Cuando llegó a Paris, no había nadie. Recorrió una calle y quiso entrar en un edificio. La puerta estaba cerrada, no había portero (….), la escalera aparecía solitaria, no había nadie. Penetró en la casa y entonces vio que…,

Si estudiamos El Quijote, con los años nos quedará el estudio que hicimos de aquellos tres capítulos que trabajamos; si estudiamos El Buscóny analizamos el capt. III:

Él era un clérigo cerbatana, largo sólo en el talle, una cabeza pequeña, los ojos avecindados en el cogote, que parecía que miraba por cuévanos, tan hundidos y oscuros que era buen sitio el suyo para tiendas de mercaderes; la nariz, de cuerpo de santo, comido el pico, entre Roma y Francia, porque se le había comido de unas búas de resfriado, que aun no fueron de vicio porque cuestan dinero),

con el paso de los años recordaremos aquel trabajo personal totalmente esperpéntico que hicimos parodiando ese capítulo trasladando el Dómine Cabra a los tiempos actuales. Ej.:“Lola Flores bailando con Fraga Iribarne” (lo recuerdo porque los alumnos lo hicieron de diez); “El político x estaba comiendo junto a mí”, con lo que puede poner adjetivos de brocha gorda (reír y aprender riendo) haciendo ejercicios para luego pasar al dominio personalizado. “Discurso del político X en la plaza del pueblo

Los alumnos tienen imaginación de sobra para que la clase de lengua sea sugerente y creativa, y no un aburrimiento. La fantasía juvenil, tanto en la lectura como en la escritura, no tiene límites si la sabemos desarrollar. ¿Por qué se corta cuando se llegan a bachillerato? Por los programas rígidos, por la ausencia de fantasía, por la gramática ausente de atractivo.

Todo depende de la iniciativa del profesor, de saber vehicularla. El alumno responde cuando se le dan carriles, ejemplos. Nunca, nunca, nunca se le puede decir a un alumno “escribe lo que quieras”, “lee lo que quieras”. No sabe cómo empezar, no sabe elegir. Hay que sugerir, ambientar, leer ejemplos de lo que se quiere explicar, ayudar, y luego vendrá ascendiendo la imaginación creadora personal. Si les digo que se fijen bien cómo lo hago yo y luego “copien” la técnica de las descripciones circulares en los cuentos de Pío Baroja, primero tengo que verbalizar la descripción delante de ellos, mostrársela. Cuando les he dado el ejemplo (no por escrito, para que no lo copien textualmente) y tienen la pista, ellos se lanzan a crear. Yo sólo le he dado la técnica y el ejemplo de cómo hacerlo. Luego ellos lo recrearán de forma personal, y muy bien. Si copian unas líneas de La lluvia amarilla,de Julio Llamazares, y luego siguen una composición libre imitandosu estilo, así aprenden y luego serán ellos los que escriben con su forma personal. Si quiero que dominen las descripciones como haciendo un zum, de lo más lejano a lo cercano (o al revés), lo puedo hacer sirviéndome de una película de vaqueros: viene el jinete de lejos (visión del valle; con poco detalle, poco adjetivo); más cerca (jinete con caballo, un poco más detalles); y ya más cerca, descripción de primer plano americano (el rostro con detalle, cuidado, adjetivo preciso). Una vez que lo he ejemplificado de viva voz (o mejor, lo traigo ya escrito y lo leo), son ellos los que van “copiando” la técnica descriptiva. Ha sido algo sugerido para que luego caminen de forma individual por la creatividad.

De la misma forma que alguien dijo, creo que Lope de Vega, “ríete del poeta que no borra”, se podría decir pobre del escritor que no se fija en modelos, para luego hacerlo de forma personal. Aprender de otros. Todo gran pintor ha aprendido de otro gran pintor, un maestro de otro maestro.

Y qué pasa si leemos y hacemos el esquema descriptivo de uno de los fragmentos más plenos de la literatura española de La Celestina:

Pero, ¿quién te podría contar, señora, sus daños, sus inconvenientes, sus fatigas, sus cuidados, sus enfermedades, su frío, su calor, su descontentamiento, su rencilla, su pesadumbre, aquel arrugar de cara, aquel mudar de cabellos su primera y fresca color, aquel poco oír, aquel debilitado ver, puestos los ojos a la sombra, aquel hundimiento de boca, aquel caer de dientes, aquel carecer de fuerza, aquel flaco andar, aquel espacioso comer? Pues ¡ay, ay, señora!, si lo dicho viene acompañado de pobreza, allí verás callar todos los otros trabajos, cuando sobra la gana y falta la provisión, que jamás sentí peor ahíto que de hambre.

Tomando este modelo pueden “imitar” la descripción de un anciano que conoce, de un vecino, de un borracho de taberna, riéndose de sí mismo, describirse uno a otro, en plan positivo o negativo, describirse delante de un espejo, etc. Imaginemos la conferencia de la Celestina en el salón de una parroquia a varias parejas que se van a casar:

“De las ventajas e inconvenientes de casarse pronto e joven”

“… espero que los mancebos aquí presentes no anden todo el día con el aguijón enhiesto y sepan manejarlo con prudencia, que luego vendrán los abultamientos de la esposa, y vendrá nuevos churumbeles, y allí será el no dormir de noche, allí el limpiar rosarios de culos infantiles, allí el no ir de juergas solteriles, allí el trabajar día y parte de la noche, allí el ver que el dinero no llega. ¡Ay!, aquel tener la mujer barrigona, aquel escuchar berridos de criaturas, aquel sin vivir, aquel no poder ir al fútbol con los amigos…”

Conclusión: una clase en la que se leen cuentos y leyendas a lo largo del año, escriben decenas de redacciones, cuentos de terror, sopa de letras, amaneceres poéticos, cartas a la novia o novio, poesías, y todos, a lo largo del año, escriben una novelita con sus distintas etapas: guión, borrador, corrección impecable, paso a limpio, encuadernación. ¡Con qué orgullo te presentan su primera obra, y encuadernada! (con que esté hecha con esmero, trabajada y presentada, ya tiene un notable). Esta forma de entender los objetivos y su metodología no tiene nada que ver con las tediosas clases trabajando las subordinadas, con decenas de ejercicios cansinos para distinguir las concesivas de las adversativas, con análisis arbóreos complicados de la más alta especialidad de lingüística. Todo esto genera hartazgo, monotonía, aburrimiento. No pretendo vivir en las nubes, no soy antisistema. Sí a una gramática elemental, clara y precisa cuyos conceptos sirvan de base para que los puedan aplicar a cualquier idioma. A escribir se aprende escribiendo, y no sólo dominando la gramática. El saber gramática no lleva de por sí a saber escribir ni expresarse mejor, por más que hay eminentes lingüistas que sostienen lo contrario (pero son teóricos alejados de las aulas juveniles, alejados de la realidad). Estas ideas las intuí allá por el principio de los años ochenta y, después de toda una vida entregado a esta materia, cada día estoy más convencido de lo que he expuesto. Es mi verdad.

B.- Mi experiencia como contacto momentáneo: cursos de creatividad.

Estos cursos de escritura creativa han sido impartidos en distintos colegios e institutos para alumnos de 3º y 4º de la ESO y en Bachillerato. Al principio me invitaban para hacerlo con una clase entera, y a veces a dos juntas en un salón. Pero pronto me di cuenta de que no servía, de que la mayoría lo veía como una obligación, una chapa, a muchos les importaba un bledo y no cooperaban. Así es que a partir de un momento lo anuncié así:

Taller de literatura creadora de tres horas (en dos sesiones) exclusivamente para aquellos que les guste. Absténganse los que no les interesa. Máximo 25 estudiantes

Esto me dio un gran resultado. Primero, porque no es obligatorio y solo viene el que quiere, el que tiene sensibilidad, el que está motivado. Segundo, porque acude lo más selecto, un grupito que quiere aprender. ¡Y hay que ver cómo te lo agradecen! Con ellos haces lo que quieres porque tienen una gran receptividad y observen como esponjas. Sobre todo cuando les dices que estas cosas inútiles que amamos unos pocos y que no dan dinero son las más importantes para el pensamiento y el cultivo personal. En estas tres horas se pueden lanzar a escribir un diario personal, a plasmar el embrión de una novela, hacer romances como rosquillas (la técnica formal), hacer redacciones focalizadas, iniciarse con le endecasílabo y muchos con los alejandrinos. Para ellos es un reto, y se asombran al ver que no es tan difícil, que para la ejecución de un poema (en este momento no es cuestión de fondo sino de estructura formal) no hacen falta inspiraciones celestiales. Y se asombran cuando juegan con la coma divirtiéndose y se dan cuenta de su importancia y su elegancia.

Como conclusión de todo ello, habría que decir que estos cursos los tendrían que recibir previamente los profesores antes de entrar en las aulas para así poder transmitir lo que ellos previamente han hecho en la práctica. Porque muchos profesores salieron de la universidad llenos de conocimientos teóricos pero sin haber estudiado una línea o hecho prácticas en todos estos aspectos que nos habla Rodari en su Gramática de la Fantasía…que la inmensa mayoría de los profesores de bachillerato ignora que exista, no han oído hablar de ella. Son muchos los que no te saben decir una mínima lista de autores de literatura juvenil actual (españoles y extranjeros), y desconocen a M. Ende, Hinton, Roald Dahl, Reiner Zimnik, etc., etc. Son muchos los que no hacen ni una lectura agradable durante el curso, sino solo la literatura clásica. Trasmiten lo que les dieron en la universidad, teoría, y lo que hacen luego es aburrir a los adolescentes a base de quince días con el puro y duro Mío Cid, leer más de diez cuentos (o todos) de Don Juan Manuel, leer entera la Celestina, el Quijote (todo o en parte), y estos alumnos de los tiempos modernos no tiene hambre de esos autores ( y lo digo yo, que soy un enamorado de la literatura clásica)… y estamos siendo profesores de contraliteratura porque estos alumnos juran y perjuran que nunca más volverán a leer esos textos. Y esto justifica que cientos y miles de exbachilleres que estudiaron literatura, luego no lean nada ni escriban nada por el placer de leer, salvo cuatro raros que se sienten inclinados a ello, pero no por lo que se les ha dado. Con lo cual no digo ni una palabra contra los profesores en su preparación, ellos desarrollan los programas. Y no digo que yo tenga exclusiva razón, sino que lo que afirmo es que habrá que hacer una reflexión de por qué en España se lee tan poco y así lo confirma machaconamente el informe PISA desde hace treinta años (vamos a hablar de antes de la llegada de los móviles, ya que este fenómeno es como un sarpullido que ha hecho bajar el nivel lector en todo el mundo). La literatura clásica de los programas es para ser estudiada y leída en pequeños fragmentos; la literatura para ser leída placenteramente, la que genera hábito lector, es otra, es “su” literatura, es la que se lee por el placer de leer. Y esos pocos libros que les gustan hay que saber buscarlo para dárselos. Si la lectura no da placer, no engancha. Como profesor, no hay que imponer nunca, pero sí hay que saber sugerir y orientar con obras con las que se puedan enganchar(cómo me gusta esta palabra en este contexto). Y me caigo de espanto cuando en algún instituto veo que un profesor ha tenido la gentileza de recomendarles algún libro que se salga del programa y ha puesto obligatorio para todos El Jarama, de Sánchez Ferlosio en 3º de la ESO y Los pilares de la tierra, de Ken Follet, en 4º a unos alumnos con un nivel lector muy elemental. No quiero reproducir las opiniones de aquellos adolescentes sobre estas lecturas tan divertidas. Cada edad tiene su lectura, es mi principio sagrado.

Y lo que acabo de afirmar lo he sacado de mi experiencia directa en los distintos centros en los que he estado ejerciendo mi labor como de las decenas de colegios e institutos que he visitado como escritor haciendo libroforums, donde hablo con los alumnos, pregunto y escucho sus sinceras opiniones.

Quiero transmitir una faceta mía personal. Cuando, ya jubilado, me encuentro por la calle con mis ex, la mayoría me viene a saludar y me agradece que les invitara e incitara en su adolescencia a leer entre 10 y 15 libros a lo largo del curso por el placer de leer y sin obligatoriedad alguna. Porque como eran adolescentes, aquello no fue una lección más, sino que captaron el hábito lector, y ese DURA PARA TODA LA VIDA.


QUINTA INTERVENCIÓN, DE GLORIA FERNÁNDEZ ROZAS

Me gusta mucho lo que cuentas de tu vida como alumno y profesor. Mucha gente tiene como referente un profesor que le hizo emocionarse con alguna asignatura, o que le enseñó a encontrar en los libros alguna respuesta o algún consuelo o sencillos ratos de placer. El problema es que solo sea uno, y que no le pase a todo el mundo. Así parece que casi es cosa de «suerte» que aparezca en tu camino ese maestro que estimule el placer del aprendizaje.

Leo tus escritos y estoy básicamente de acuerdo contigo en el análisis del problema. Y por lo que cuentas y por las experiencias de otros maestros parece que habéis conseguido llevar adelante un tipo de docencia que ha permite unos buenos resultados.

Aunque mi experiencia con los alumnos se basa sobre todo en los talleres de escritura, a los que asisten de forma voluntaria, son alumnos adultos y jóvenes que muestran ya un interés por la escritura, también su experiencia lectora es mínima, salvo muy pocas excepciones.

Dices bien en tus escritos cuando comentas que se ha antepuesto el «saber» al «placer», como si hubiera otro modo de acceder al conocimiento que no parta de ese placer y del deseo de aprender que el placer genera.

Visto así, la misión que la enseñanza tiene por delante es precisamente recuperar ese deseo de aprender, el placer de saber, cuestión ya de por sí bastante complicada, y más cuando quienes deben llevarlo a cabo o bien no son conscientes de la importancia de ese trabajo, o no están preparados para hacerlo, o están ya muy cansados de afrontar dificultades, o tienen que trabajar demasiado solos, como cuentas que trabajabas tú.

No sé si se puede enfrentar el problema frontalmente, creo que se van poniendo parches con las diferentes reformas de la ley educativa, pero que no se termina de afrontar la situación. De esta etapa, que Recalcati llama «Escuela Narciso», habrá que empezar a salir, vistos los resultados, y solo la reflexión sobre los aciertos y fracasos de este modo de entender la enseñanza puede que lleve a otro tipo de escuela que haya aprendido algo de las experiencias anteriores.

Sin duda esta escuela que tenemos es la reacción a un sistema de enseñanza autoritario, que consideraba la educación como un enderezamiento moral de las distorsiones individuales, el pensamiento crítico individual se veía como una insubordinación, una enseñanza sólida y piramidal en la que existía una alianza entre padres y profesores, que buscaban un mismo objetivo. Una escuela que también se olvidó del deseo, del placer, a los que veía como un obstáculo para cumplir la Ley, que no tuvo en cuenta que sin el deseo la ley se vuelve algo estéril, un saber algo muerto.

Pero la reacción de esta Escuela Narciso, llena de planes de innovación pedagógica, tan permisiva, a la escuela anterior, más autoritaria, tampoco parece que haya sido la solución. Entre otras cosas por los grandes cambios que se han producido en la sociedad, por la ruptura de la alianza entre padres y profesores y la alianza nueva entre padres e hijos, algo que deja a los maestros más solos, con menos autoridad, enfrentando todos los cambios que nos ha traído la ruptura del paradigma que representa internet.

No sé qué importancia le das tú a las nuevas tecnologías en relación a este problema. Para muchos profesores de Lengua y Literatura, con quienes mantengo un diálogo sobre estos temas, el aspecto negativo de las nuevas tecnologías está en que sirven como pantalla que ayuda a esconder la gravedad de la situación.

-La pantalla del PC o del móvil se convierte en un espejo vacío donde solo se ve uno mismo, un espejo que, en vez de abrir ventanas al mundo, los encierra a los chicos en su propio pensamiento.

-La pantalla que no propicia el diálogo o la reflexión o la confrontación de ideas, sino que busca un simple like, sentirse aceptado, que puede darse sin necesidad de leer el contenido.

-La pantalla que permite decirlo todo, sin límite, cuando esta nueva libertad quizá desvía del objetivo de la formación del individuo porque pierden el nexo ético que une las palabras a sus consecuencias.

-La pantalla que vincula el aprendizaje al plagio, que cambia la investigación por el corta y pega de esa enciclopedia infinita que nos ofrece google, que facilita el camino más corto frente al largo camino del aprendizaje y la búsqueda.

-La pantalla que pide rapidez, límite de páginas, información fragmentada y que va dificultando la capacidad de atención en el tiempo, añadiendo una dificultad más a la actividad de leer libros, actividad ya complicada en un mundo que ofrece la posibilidad de actividades atractivas y que no requieran esfuerzo.

Extraigo estos párrafos de un libro de este autor citado que se titula La hora de clase. Por una erótica de la enseñanza, que señala, como algo a añadir al problema, las condiciones de los alumnos a los que hay enseñar.

«El malestar de actual de la juventud no estriba en la oposición entre sueño y realidad, sino en la ausencia de sueños. La desazón de los cuerpos –el cuerpo hiperactivo, el inadaptado, el aburrido, el anoréxico, el deprimido, el distraído- ha ocupado el lugar de la palabra crítica que animó a los jóvenes en otro tiempo.

{…} La protesta, la rebelión, la crítica, pasan a través de la desazón y del sufrimiento de los cuerpos. Por lo tanto, es fundamental que los docentes –sin necesidad de convertirse en psicoterapeutas- se esfuercen por traducir la hiperactividad o el déficit de aprendizaje, el aburrimiento o la frivolidad sin responsabilidad como si fueran consultas inconscientes dirigidas al saber, dirigidas al Otro encarnado por el profesor. En la práctica pedagógica de cada día, se trata de intentar transformar el callejón sin salida en una ocasión de relanzamiento y de renovación».

Leo en el periódico de estos días que la mala ortografía lastra la calificación de un número no despreciable de profesores. Faltas de ortografía, problemas gramaticales, exámenes escritos como si fueran mensajes de móvil, o en el registro coloquial de los adolescentes. Si esto es así, doy por hecho que la lectura no forma parte de la vida de esos profesores. Habría que preguntarse si se puede acercar al placer de leer a los chicos desde ahí, si tienen algún futuro los planes de animación a la lectura dirigidos a chicos y jóvenes cuando la actividad lectora no forma parte de quienes tienen que poner en práctica estos planes.

En una charla que impartió este verano en nuestro taller Alberto Manguel, una mujer, bibliotecaria y madre, le preguntó qué podía hacer para que sus hijos leyeran. «Nada», le contestó Manguel. «Solo leerán si son capaces de ver en tus ojos el brillo del placer que tú sientes leyendo». Otra vez el placer.

Parece ser que los países que mejor resultado tienen en los informes PISA son aquellos que valoran, pagan y exigen más a sus profesores. Desde la premisa de la docencia como una vocación, a una formación continua. Habrá que preguntarse por dónde empezar a cambiar las cosas, cómo implantar esa manera nueva de enseñar que haga que no sea cosa de «suerte», sino un derecho, el que un chico tenga la lectura y la escritura como actividades que enriquecen sus vidas. ¿Qué formación y qué condiciones deberían tener los profesores o maestros para que después de 30 o 40 años los recordemos? ¿Qué aspectos habría que potenciar en su formación?

Bueno, Pablo, me gustaría que me contaras cómo ves estas cosas. Mil gracias.


SEXTA INTERVENCIÓN, DE PABLO ZAPATA LERGA

Estamos en un momento de crisis, siempre estamos en momentos de crisis, y eso plantea nuevos retos, unos constantes y otros puntuales, que son los que han hecho que la humanidad avance. Sin retos no hay avances. A nuevos problemas, nuevas soluciones. Lo que habrá que analizar será cuáles son los componentes que se dan hoy día y que llevan a un conflicto. Crisis viene del griego krinein, que significa “separar”, “decidir”, “analizar”. Y de la misma raíz vienen crítica y cribar, que es separar la hojarasca del trigo, lo superficial de lo esencial, el discernir. Y voy a la etimología porque en el étimo está el alma de las palabras y su historia.

Los momentos en los que la Humanidad ha progresado han sido cuando, por distintas circunstancias, el hombre ha sentido la curiosidad por el conocer, afán de aprender. La curiosidad es el principio de toda sabiduría, nos dice Aristóteles. El humanismo nace en Grecia cuando unos hombres burgueses se pueden dedicar al “ocio”, a pensar (“filosofare”), ya que tienen la vida asegurada, el nec-ocio (“vivere”). Y de ese preguntarse, de ese ser curioso, surge el saber, el conocimiento. Y lo mismo sucedió en la Roma clásica, el Renacimiento y la Ilustración. Si no hay deseo de conocer, afán de saber y determinadas circunstancias sociales, no puede darse un avance en las disciplinas del pensamiento.

Pasa lo mismo en la gran política mundial. Mientras muchos países europeos están cansados anímicamente, fatigados, con falta de perspectivas, llenos de confort y haciendo lo posible por mantenerse en el estatus adquirido, los países emergentes tienen futuro prometedor porque proporcionan ideas, deseo de cambio, innovación.

Hemos entrado en un momento utilitarista, donde lo que se busca, lo que interesa, es lo que es útil, lo que proporciona dinero. Y que sea de forma rápida. Riadas de jóvenes estudiando informática para tener un buen puesto que les proporcione una vida acomodada. Como si para esa gran mayoría fuera más atractiva la computación que los saberes humanísticos. Habrá de todo, no tengo nada contra la informática, pero muchos, pobrecillos, muchos de ellos no quieren saber nada de cultura, cuando ésta es la expresión de los valores esencialmente humanos. Da pena ver científicos, en cualquier campo, ausentes de humanística. Esa no es una antropología completa.

Y en ese utilitarismo empobrecedor, se quita la filosofía de bachillerato, la literatura se poda hasta dejarla raquítica y la lengua se queda en un galimatías gramatical para aprobar una selectividad. ¡Qué aburrida hacen la lengua! Así pues, con ese utilitarismo se introduce cuanto antes la informática, el dominio técnico, las tecnologías, en lugar de alimentar previamente los cerebros con lectura y cultura (que viene de cultivar), de hacerlos empedernidos lectores en la Enseñanza Primaria, y que la especialidad venga luego, en su momento. Una cosa son los cimientos y otra, el tejado. Sin humanismo, no hay progreso que merezca la pena.

Cualquier padre o madre con estudios universitarios, y sin ellos, te hablará de lo importante que es la labor docente, la transcendencia de un buen maestro… pero no inclinan a sus hijos a seguir una carrera educativa. El ser profesor, para ellos, es de rango inferior. Lo de siempre, están confundiendo el tener con el ser, valor con y precio. “Todo necio confunde valor y precio”, nos dice don Antonio Machado, que de esto algo sabía. Y no les atrae la profesión más hermosa, que es la de saber educar, trasmitir saberes, hacer mejores personas, buenos ciudadanos y hacer patria (la de verdad, no la de la charlatanería política y banderitas omnipresentes). Que levanten la mano si hay una profesión más hermosa y necesaria, que detrás de todo investigador, de todo sabio, de todo salto científico, hay un profesor que encaminó a su alumno para que fuera más que él.

Y en todo este rompecabezas, el maestro es la muralla contra la que chocan todos: los problemas familiares, niñitos consentidos, la desculturización, el escaparate de la televisión, la propaganda nihilista adorando el tener, el placer, el famoseo de insulsos superfamosos. Y al pobre maestro se le exige, como un llanero solitario, que arregle todo teniendo tantos elementos en contra de una buena educación. ¡Y, encima, sin el prestigio social requerido!

¿Hacia dónde habría que ir, tratando de llegar al fondo de la cuestión y mirando al futuro? La cultura. La cultura es lo único que transforma un país: educación, educación y educación. ¿Y de dónde hay que partir? De la escuela. Siembra escuelas y tendrás universidades; siembra universidades y tendrás Renacimientos; siembra Renacimientos y vendrá el progreso. No hay otro camino.

Para intentar mejorar la Educación de un pueblo, aunque luego lo derivemos especialmente el área de Lengua y Literatura, estos serían, a mi entender y en un nimio bosquejo, los pasos a seguir.

A.- Las Escuelas de Magisterio

B.- Los licenciados universitarios

C.- Un Plan Nacional de Educación

D.- Las nuevas tecnologías

A. –Formación del profesorado de Magisterio:

Los maestros de la República transformaron el panorama educativo de España. La Institución Libre de Enseñanza se funda en 1876 e influye en los sucesivos programas educativos de tal forma que en los años treinta España cuenta con figuras de altura europea en distintos campos. En aquella España llena de analfabetos, la carreta cultural de Europa en los siglos XVIII, XIX y XX, en cincuenta años se cambió el panorama educativo. Y fueron las sucesivas hornadas de profesores educados e inspirados por los principios educativos de la ILE las que transformaron el país. Porque aquellos maestros de la República eran los mejor preparados, ingresaban en la Escuela de Magisterio los que tenían las más altas calificaciones en un bachillerato superior de siete años, más luego tres años de estudios y uno remunerado de prácticas. A esto había que sumarle el ideal de hacer ciudadanos libres. Se les subió el sueldo, multiplicaron las escuelas y las bibliotecas escolares, y con buenos maestros se produjo el milagro. Un niño con un buen libro y un buen maestro tiene el futuro asegurado.

Hay que reformar las escuelas de magisterio, donde con frecuencia hay profesores, a veces vetustos, que han ejercido durante decenas de años y que nunca han estado practicando en las aulas. Los profesores de las E. de Magisterio deberían ser seleccionados en concurso público entre aquellos maestros y maestros-licenciados que han ejercido durante varios años (mínimo cinco) la enseñanza directa en el aula. Maestros, con la máxima preparación, y que hayan demostrado su valía, que hayan hecho trabajos de investigación, publicaciones, etc. Y acceder por concurso público con unos baremos ante un tribunal justo (una de mis frustraciones es no haber estado unos años en una Escuela de Magisterio transmitiendo toda mi experiencia). Es inconcebible que no se impartan, y a fondo, cursos de literatura juvenil, constantes literarias de acuerdo a las distintas edades, cómo desarrollar un cuento, cómo lanzarlos a la creatividad, cómo analizar un libro, teatro creativo (¡que es fantástico!), hablar y leer en público (que es importantísimo). He hablado más de una vez con mis exalumnos que estaban cursando Magisterio y me decían que estaban estudiando las transcripciones fonéticas, El Quijote y altísimos análisis sintácticos, y nada de lo que acabo de señalar. En todo programa educativo que quiera mirar el futuro de un país, ésta es la piedra angular: el formador de los formadores. Así sí, así la educación es la palanca que cambia el mundo.

B.- Los licenciados universitarios

He sido unos diez años profesor de Primaria y cerca de treinta profesor de Bachillerato. Tengo la riqueza de las dos experiencias (pero donde de verdad aprendí fue cuando estuve de maestro: había que emplear sobre todo metodología).

En cuando a los licenciados, se presentan en el aula sin haber recibido ninguna preparación pedagógica. Todos sabemos que un cursillo de CAP no capacita. Y el recién licenciado se encuentra con que de poco le sirve lo que le dieron en la universidad, mucha teoría, mucha altura lingüística y literaria. Y cuando se enfrenta al aula no sabe nada de programación, metodología de exposición, objetivos, sistemas de evaluación, etc. Y si alguien piensa que esto no es importante, entonces que se supriman las facultades de pedagogía, psicología y magisterio. El saber no es todo, se requieren metodología. Para la universidad se requiere sabios, profesores de altura que formen a los formadores. Para Primaria, Secundaria y Bachillerato, sobre esa licenciatura ya supuesta, se requiere la metodología, el saber transmitir, la didáctica, el enamorar a los alumnos en la materia que se les da. Todo licenciado que vaya a dedicarse a la educación, debería hacer, como mínimo, un curso entero tutorado de capacitación donde aprender a programar, a llevar la clase, sistemas de examen, sistemas de evaluación, etc. No es lo mismo se “licenciado en”, que “profesor de”. No es el mejor profesor el que más sabe, el erudito, sino el que mejor sabe transmitir (el “partear” de la mayéutica socrática).

He asistido a decenas de cursos de verano para animarme y especializarme en dinámica de literatura creadora. Nos juntábamos cientos de maestros, y no llegaban a diez los profesores de bachillerato, tal vez porque pensaban que ya sabían bastante, que lo otro no era necesario. Allí se hablaba de Pestalozzi, Rodari, de los grandes autores clásicos de literatura juvenil, más Roald Dahl, Wels, Ende, London, Hinton… Y de los españoles como Sierra y Fabra, Gloria Fuertes, J.M. Gisbert, Lalana, Gomez Cercá, Ricardo Alcántara, Monserrat del Amo…y no quiero seguir para no herir susceptibilidades de nombres ausentes (¡ojo con los egos de los artistas!, que muchos son un ego con dos pies). Y puedo afirmar que con frecuencia se me acercó un profesor de bachillerato y me dijo “no tengo ni idea de todo lo que se está hablando aquí. Yo estudié una carrera en la universidad, donde no se me dijo ni una palabra de todo esto que estáis tratando, con la realidad.” No le habían dicho nada de la maravilla de los cuentos en el aula en todas las edades, de cómo contarlos, del teatro, de la teatralización de la literatura clásica en el aula (aprender divirtiéndose), de cómo analizar un libro, de cómo enamorar con la lectura, de cómo impartir la literatura clásica haciéndola divertida (¡esos sí que es difícil!). Y todo esto se puede aprender en un curso impartido por personal experimentado y comprometido.

C.- Un Plan Nacional de Educación

Un país que ha estado dominado durante cuarenta años por una dictadura que estuvo transmitiendo día tras día una ideología, no puede partear una democracia sana. Se requerirán dos generaciones, como mínimo, para que entandamos lo que significa democracia, participación cívica, sentido de la función pública, autocrítica, derechos ciudadanos, etc. Miles y miles de no lectores con una única visión de la historia (por tanto, distorsionada). En la España del siglo XXI hay una tremenda carencia del sentido de la democracia.

Desde la llegada de esta democracia coja, creo que ha habido siete cambios educativos. De la clase política española podemos esperar poco, muy poco. Habrá unos cuantos de gran valía (son los que están más callados), pero hay una gran mayoría con un nivel mediocre, mal preparados, arribistas sin sentido de lo que es la función pública. Da vergüenza ver algunos ministros que ha habido de Educación, y cada uno tiene el prurito de dejar su estulta huella.

Cuando se enfrenta la Política con la Educación, siempre pierde la segunda, porque para que navegue bien este barco tan importante requiere de verdaderos guías que sepan pilotarlo (Giner de los Ríos, Unamuno, Ortega, Marañón…)

Habría que hacer un proyecto nacional lejos de la política. Yo, en mi humilde opinión, pero muy meditada, tengo un plan: cada provincia selecciona dos profesores de cada especialidad, elegidos por concurso y tribunal público donde se examina la trayectoria de los candidatos. Reunidos todos ellos en El Escorial (p. e.) tenemos cien especialistas de cada área, y a trabajar por equipos dirigidos por unos pedagogos didactas que entienda de propedéutica y unos diez intelectuales, en este caso podrían ser Ángel Gabilondo, Sabater, Anguita, José Antonio Marina, etc. (por citar algunos). Estos intelectuales serían elegidos por los propios profesores y serían como los guías. Así podrían elaborar un Plan con lo mejor de nosotros, copiando lo bueno de otros países, y el político más próximo que estuviera a doscientos kilómetros. Así podrían hacer un Plan Nacional de Educación sólido, a larga vista y bien fundamentado que tuviera largos años de vida.

D.- Las nuevas tecnologías

Los tiempos cambian, y los cambios suelen ser a mejor. Cuando se inventó el coche, casi lo excomulgaron; cuando llegó la electricidad, pensaron que era algo del diablo; cuando vino el video, parecía que se acababa el cine. De nada sirve decir “cuando yo era joven”. Yo creo que los tiempos van a mejor, pero son distintos, a veces con altibajos, unas pro-gresando y otras re-gresando. Difícil para los que mamamos la intensidad ideológica de Mayo del 68, llena de ideales y ganas de cambiar el mundo.

La adquisición de los hábitos educativos (trabajo, disciplina, orden, sistema de estudio, enamorarse del leer…) se debe comenzar desde los primeros cursos de tal forma que se asiente y se haga eso, “hábito”, y luego, progresivamente, vendrán los conocimientos puntuales, que se podrán ir insertando en distintos momentos. Si un alumno, teniendo todos los medios de hoy día, no adquiere el hábito lector para los diez-doce años, luego es casi imposible que lo adquiera (en esto tengo larga experiencia). Si a eso sumamos el imperio de lo audiovisual, tan estimulante, el cuidado deberá ser mucho mayor. En Japón, hasta la llegada omnipresente de la informática, la gente iba leyendo en el tren en un 95%. Ahora la mayoría va con el móvil en la mano, y no todos leyendo (por lo menos, como es un país elegantísimo, está prohibido hablar por teléfono en los trasportes públicos). Incluso nos ha afectado a los que hemos sido empedernidos lectores toda la vida. ¡Qué no será para un adolescente con mil estímulos si no ha adquirido el amor a la lectura!

En muchos sitios han dejado de escribir a mano, con la importancia que tiene para el sistema neurológico; en otros han quitado los libros y han sido sustituidos por tabletas donde todo se da animado y atractivo. Pues no. No es que niegue los avances, lo que digo es que los inicios deben ser algo básico, íntimo, placentero, manoseable, que tenemos toda una vida para ir adquiriendo las tecnologías… pero no los hábitos de estudio señalado antes, esos hay que tenerlos ya previamente adquiridos. “Habito” viene de habere, lo que se tiene como habilidad. Si no, vamos a la inanidad cultural… que es la que va triunfando: en las ferias del libro lo que más se vende son libros de cocina, todas las cadenas (¡hasta la TVE 2) nos llenan de programas de cocina, niños de menos de diez años concursando en los fogones, nada de suplementos de literatura en los periódicos (como hace años), niñitos adolescentes cuyo ideal de vida es ir al peluquero unisex cada semana, el último móvil y afición narcótica y estulta al futbol espectáculo. Qué pobres, les hemos quitado la capacidad de soñar y los adultos les hemos dado el monotema del fútbol: un país hablando única y exclusivamente de fútbol…tal vez porque quieren hablar y, como no hay otras ideas que compartir hablan de fútbol (esto es de una transcendencia difícil de calibrar: no leen ni el periódico, mentes planas).

Desde chiquitines hay que crear espacios sin tecnología donde se disfrute leyendo, hablando en público, escribiendo un cuentito superfantástico, contando cuantos de viva voz porque el cuento no tiene edad (¡pero si se quedan embelesados de siete a setenta años!)

Como conclusión: el problema más grande que tiene este país es la ausencia de lectura en todos los niveles, y en el profesorado también. Es un país donde la inmensa mayoría no lee NADA, opinan como un repetidor de lo que oyen en la televisión, pero no lo tamizan con otras opiniones y contrastes. Así el que más grita es el que más arrastra. La única solución es invertir en hacer lectores empedernidos hasta los diez años, que el leer sea una fiesta; si se consigue esto, luego será fácil continuar. Y para lograrlo, creo que hay que hacer lo que he señalado arriba.

De cómo hacer lectores…hablaremos otro día.


SÉPTIMA INTERVENCIÓN, DE GLORIA FERNÁNDEZ ROZAS

Leer es aprender a entrar en la vida y en la lengua, así la literatura nos ofrece su misterio porque al permitirnos entrar en otro diverso, al incluirnos en su mundo e incluyéndolo en el nuestro, nos abre nuevas experiencias de contacto con el sufrimiento, el asombro, el dolor, el regocijo o la maldad; a la vez nos ofrece la curación de esos sentimientos (…) La literatura es generosa con nosotros, profundamente democrática porque nos permite ingresar a su universo desde nuestra peculiaridad; nos permite a cada uno de nosotros encontrar un camino propio entre sus letras.
M Teresa Andrueto, La lectura, otra revolución

Muy interesantes tus reflexiones, Pablo. Te las agradecemos mucho.

En mi carta anterior hacía mención a una visita que nos había hecho Alberto Mangel. Recojo uno de sus comentarios para dar inicio a esta nueva carta. Mangel contó que por sus manos habían pasado cientos de planes de animación a la lectura y que el único que había dado resultado, según sus datos, había sido un proyecto de animación a la lectura para profesores.

Así las cosas, parece que es por ahí por donde es lógico empezar. Maestros lectores, profesores lectores, capaces de contagiar a los niños y jóvenes el gusto por los libros.

Aparentemente, esta actividad de contar y oír parece responder a una necesidad ancestral. Dicen que la humanidad se aficionó a las historias por pura necesidad de supervivencia. Que el goce de oírlas y comprender su significado es un recurso que la naturaleza, por medio de nuestro cerebro que descarga dopaminas u otras hormonas del placer, precisamente para asegurarse de que la humanidad siguiera contándose y escuchándose. Objetivo, pura supervivencia, aprender a sobrevivir a través de las experiencias ajenas. Puede que siga siendo así y sea esa la razón por la que aún nos mantenemos atados a tantas narraciones, que nos ayudan a ver cómo otros resuelven los problemas que la vida va poniendo delante. Leyendo, escuchando y contando historias la humanidad aprende. Necesitamos saber y las historias nos enseñan. El texto es un mapa a interpretar y la lectura y la escucha el descubrimiento del mundo, de otros mundos, viajar por el universo o comprender la naturaleza del amor. «Leer para situarse, para saber cómo y dónde está uno parado», dice Zaid.

Las historias están ahí y nos responden en la medida que nos hacemos preguntas. Por eso será importante el momento existencial del lector para acceder, aprovechar y disfrutar de algunas obras literarias. El nivel de implicación del lector o el oyente variará de acuerdo a ese momento. Todos hemos tenido que dejar algún libro alguna vez por falta de interés y lo hemos retomados, años después, deslumbrados por su sabiduría. Pasa con frecuencia con el Quijote o la Celestina cuando se leen demasiado pronto.

La empatía, tener la sensación de pertenencia a ese mundo, es el motor de nuestra lectura y nuestro placer.

Pero el momento actual es complicado. El propio proceso de relación con las historias parece complicado. La implicación del niño con los cuentos lo vemos en las primeras edades, esas primeras historias que escuchan mientras entran en el sueño. O los primeros cuentos, todo imágenes, que los niños ven. Pero en algún momento de su vida de escuela, la lectura se convierte en una actividad menos atractiva, no solo por la dificultad de estar pendientes de descifrar los signos, sino por la complicación de comprender a la vez lo que los signos cuentan.

La desconexión entre lectura y placer se hace más evidente cuando la lectura se asocia a la obligatoriedad de conseguir los conocimientos a través de los libros de texto. Ellos no piensan que la lectura será buena para su futuro, simplemente la disfrutan si les divierte, se les distrae, si les hace soñar y les permite vivir otras experiencias.

Promover esta actividad en las escuelas se complica además por la cantidad de distracciones que rodean a los chicos hoy y que también responden a necesidades, aunque sea de un modo superficial, de manera más rápida y más cómoda.

Es inevitable preguntarse cómo sortear las dificultades de mantener el placer de la lectura teniendo que seguir los mandados de un programa de lecturas más o menos establecido. Cómo compatibilizar el gozo con un plan de lectura programado y más o menos obligatorio.

Para poder cumplir con los objetivos del aula supongo que los maestros y profesores deben emplear toda su creatividad y estrategias. Puede que una de ellas sea precisamente seguir contando oralmente, como bien indicas en tu carta. Hacer de las historias una diversión, el teatro, el juego, el compartir la experiencia por medio de la oralización de la comprensión de las historias, llevar al papel después esas emociones que las historias provocan. Al menos, de vez en cuando, mantener esa hoguera encendida en medio de la cueva.

Supongo que en manos del maestro o profesor (y también de la familia) está hacer compatible lo obligatorio y lo placentero.

Y aquí te planteo lo que me gustaría que nos comentaras. Tú, Pablo, que has trabajado tanto con este objetivo, ¿cómo lo llevabas a la práctica en tus clases? Cómo eran esos puentes que tendías para que esas lecturas «obligatorias» fueran vividas con placer y comprendidas. Podrías contarnos algún ejemplo práctico de cómo trabajabas en tus clases la lectura y la escritura y cómo resolvías estas cuestiones que comento.

Mil gracias


OCTAVA INTERVENCIÓN, DE PABLO ZAPATA LERGA

Después de leer tu epístola educativo-lingüística Ad Paulum, paso a contestar algunos de los asuntos que son de tu interés.

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1.- Cursos de animación lectora:

Se dan muchos, he asistido con frecuencia, y tengo mi opinión personal. Pocos son efectivos. Hay cursos de animación lectura en los que se hacen muchas actividades, mucha fiesta, mucho autolucimiento, pero que no llevan a lo que es fundamental: la lectura personal. Y si no concluyen en el leer, puede quedar en una fiesta, que no está mal que se festejen los libros, pero no es ese el objetivo. Para que se consiga hace falta toda una propedéutica:

-un acercamiento afectivo

-que genere estima afectiva hacia la lectura

-objetivos:

-que el no lector descubra el libro como algo fantástico

-que no solo lea, sino que fabule

– que descubra el placer de leer.

-de ese placer lector vendrá el HÁBITO LECTOR

-de todas las estrategias, un único objetivo: que lean por gusto

-tres conquistas:

-que pueda gozar

-que pueda comprender

-que llegue a reflexionar

Requisitos para una animación lectora:

-depende de la edad y del nivel lector

-debe hacerse dentro de un juego, una fiesta, fuera de la monotonía.

-debe ser lectura completa de un libro, no fragmento.

-jugar para adentrarse en la lectura, que sea participativo.

-en cada libro emplear distinta técnica o cambiarla algo para que no sea siempre igual

-para ello:

-buscar libro adecuado a la edad

-preparar antes las estrategias a seguir

-pensar en todo momento en el receptor

-crear el clima adecuado

-marcar unos objetivos precisos

-la lectura gustosa parte de una información previa (no leemos sobre lo que desconocemos o no nos interesa)

Qué no es animación lectora:

-cuando se queda en fiesta y no lleva a leer

-cuando se hace sobre fragmentos solo

-cuando se queda en oropel

-cuando se obliga insistentemente.

2.- Formación del profesorado:

Me refiero no tanto a la preparación teórica-académica que reciben cuanto a la metodología. Es imprescindible convencer al profesorado de que la lectura no es una materia más, sino la base de todas las demás ya que todos tienen que leer, comprender y escribir. Quien lee mal no puede estudiar bien y en la mayoría de los fracasos escolares hay un previo fracaso lector. Si un profesor no está convencido de la importancia de la buena lectura y del hábito lector, no sabrá cómo hacerlo. El profesor debe tener como objetivo del área de lengua y literatura que el alumno logre el HÁBITO LECTOR. Y como muchos quieren y no saben cómo hacerlo, de ahí la importancia de los cursos de formación.

Maestro de Primaria: puede que en alguna Escuela Normal les hayan dado algo, pero

muchos salen sabiendo sólo gramática

Profesores Licenciado: la mayoría no sabe nada cuando empiezan a ejercer la docencia, de ahí que sea imprescindible darles curos de didáctica, que sepan

que no saben, que no solo es saber teoría (esa se presupone). No les han hablado de cómo leer un libro juvenil, de cómo hacer un buen libroforum, de los mejores autores de literatura juvenil, de títulos señeros.

Es imprescindible hacerse con buenos listados orientativos con lo mejor de lo mejor que hay en literatura juvenil, o a los que pueda acercarse el joven, y que cada uno vaya orientando de acuerdo a las circunstancias del aula.

Para todo esto es imprescindible una mentalización previa. Si un profesor no ve la necesidad, no hará nada por cambiar…que es lo que predomina: una mentalidad antigua que no sabe salir de la literatura clásica y que no quiere saber nada de la literatura juvenil…porque -muchos lo dicen- “eso no es literatura”. Y eso conlleva al aburrimiento general que hace que muchos exuniversitarios sean no lectores. ¿Para qué ha servido tanta literatura clásica? Pero cuesta “bajar del burro”, piensan que lo suyo es lo mejor y no se ponen a pensar que algo estamos haciendo mal para que el panorama sea tan desolado.

3.- Lectura libre- lectura obligatoria

Es el gran problema, el armonizar los programas oficiales que hay que desarrollar con esas lecturas deseadas. Son la mayoría lo que no salen de programa marcado por las editoriales… y pensando en la Selectividad, en enriquecer cerebros, en que el colegio tenga premiso de calidad. Cuando la obligatoriedad mata el gusto, hay que cambiar. Siempre tiene que vencer el placer sobre la obligación, porque lo que no gusta no entra dentro de nosotros (son los exámenes obligatorios para luego olvidar). Cuando se hace agradable, se crean hábitos y vendrán los beneficios: eso es educar. Es difícil, pero se puede conseguir (o intentarlo).

Lengua: gramática altísima, lingüística pura, no hay tiempo para cultivar la expresión escrita, gramática esclerotizada.

Esto genera que se vea la gramática como un ladrillo, algo teórico, conceptos que luego se olvidan, no se les lanza a escribir-crear. Habrá que cambiar por un aula donde se diviertan en redacciones en la línea de Rodari, que haya divertimento en escribir cuentos de terror, misterio, aventura, amor, intimidad, etc. Que la fantasía creadora sea la reina:

“Lo que yo compraría con diez euros”

“Lo que me puse para ir a un desfile de carnaval”

“Mañana se termina el petrolero en el mundo”

“Lo que hice por aquella chica/o que me traía loco”

Literatura: lecturas de literatura clásica, amplias lecturas y análisis, solo “estudio de”.

Consecuencias: la litª clásica leída extensamente no lleva a generar lectores sino, con frecuencia, al aburrimiento, a coger antipatía a las grandes obras. Con la literatura clásica es difícil que los jóvenes de hoy día gocen. Tenemos que tener en cuenta que “lectura impuesta igual a lectura rechazada”. Cuántos odian de por vida el Quijote a la Celestina porque les obligaron a leerles enteras (o casi). Hay que dar litª clásica, sí, pero con lecturas ambientadas en la época, muy fragmentarias, y “bajo manga” a lo largo del curso, con distintas metodologías, que se lean gozosamente entre 10 y 13 libros: sus lecturas queridas. ¡Y sin obligar! Así en un curso se compagina la literatura de obligación, de bagaje cultural necesario, con la lectura personal de disfrute.

Placer + fantasía= habito personal

Partir de lecturas sencillas e ir ascendiendo de acuerdo a los gustos, a la edad, etc. Ir compaginando los programas oficiales con el placer lector, de tal forma que un día “leer a Quevedo sea amar a Quevedo”.

Para qué tanto dar clases de lengua y literatura si luego no les gusta. Pregunto en decenas de colegios a alumnos de 12 a 16 años si les gusta leer un buen libro y la respuesta sincera de una gran sincera mayoría es NO ME GUSTA LEER. ¿No habéis leído algún libro que os haya gustado? Y son muchos los que te dicen que no, que no han leído ninguno. ¿Podríais decirme cuatro títulos de buenos libros? Y no saben dártelos. Son muchos los profesores que te llaman para tener un libroforum con un libro que has escrito porque está de moda llevar autores para que los conozcan. Y te das cuenta de que no ha sabido explotar ese libro, de que los alumnos no tienen ni una pregunta preparada, de que no han hecho ningún trabajo creativo… de que en muchos casos ese profesor ni ha leído el libro. Tristísimo. Por eso he dicho a veces que hay profesores que son de “contraliteratura” porque lo que hacen es que los alumno coja rechazo al libro.

Hasta los doce años leen mucho si se sabe dar buena literatura y ambientar un poco. Pero luego dejan de leer. ¿Por qué? Porque se les quita la capacidad de fantasear y se les inicia en extensas lecturas de literatura clásica a una edad en la que no están preparados para saboarearla. ¡La castración de la fantasía! Viene el aburrimiento. Mejor nos iría si a los quince años siguieran leyendo a Ende, Zimnix, Verne, Stevenson, London, Poe, Mark Twain, Conan Doyle, Agatha Chistie, los Harry Potter y tantos y tantos otros. La solución es que sigan leyendo literatura fantástica en todas las edades, que tengan lecturas plurales y vayan ascendiendo de acuerdo a los gustos personales (novelas policíacas, de amor, históricas, sentimentales, juveniles, fantasía, etc). Sin buenas lecturas no puede haber buena literatura; estudio de la literatura sin estar acompañada de buenas lecturas, fracaso seguro. ¿Os imagináis una Escuela de Bellas Artes donde los alumnos no manejaran un pincel? ¿Una escuela de música donde los alumnos no tocaran instrumentos? Pues hay muchos cursos de literatura donde los alumnos no leen ni escriben. ¿No parece un absurdo? Así de terrorífico es el panorama. He estado en centros donde los alumnos no leían ningún libro ni hacían una simple redacción, sólo literatura clásica y ejercicios y ejercicios de lengua (lo marcado por cada editorial). Es la tristeza de las aulas con profesores tristes que hacen alumnos tristes. La realidad -y creo que la conozco un poco- es muy dura. Pero parece que muchos profesores se han olvidado de hacer constantes encuestas a sus alumnos al final de curso donde les pregunte lo que más y menos les ha gustado de la materia, qué grado de felicidad han encontrado, qué quitarían y qué potenciarían, etc. Muchos tendrían que aprender cómo se lee un libro, cómo se incentiva y cómo hacer la puesta en común de un buen libroforum. Porque eso no se aprende en la universidad, la universidad, tal como se imparte hoy día, no prepara para el trabajo del aula, que es la metodología. Qué pocos hacen de la literatura una fiesta de la fantasía.

NOTA: y no quiero ahora hablar de teatralizar todas las obras, todas, que se estudian o aprender de memoria “fragmentos de oro” a lo largo de todo el curso.

4.- En las aulas deben reinar los cuentos:

Cuando los señores inteligentes, instruidos y burgueses se juntaron para pensar, inventaron la Filosofía. Cuando la gente de pueblo se puso a pensar, partiendo de sus experiencias inventó los cuentos. Los cuentos son la filosofía de andar por casa, de la gente sencilla. En todas las culturas han existido los cuentos, leyendas, fábulas, parábolas, mitologías, cosmogonías, alegorías con las que intentar explicarse qué hace aquí este mono vestido de incertidumbres, de dónde venimos, adónde vamos, y que a su vez son una forma de entender y transmitir costumbres y conceptos (filosofía de pueblo). Así ha sido a lo largo de la humanidad y en todas las culturas, desde los Vedas sánscritos a las leyendas de la Pachamama inca. En Occidente lo hemos ido perdiendo, o perdido del todo, mientras que en los pueblos de Oriente y África todavía se mantiene la tradición oral y el sentido de los cuentos. La televisión ha ido matando poco a poco de la tradición oral.

He escuchado y recogido personalmente cuentos en África, en América, en Asia. He participado escuchando cuentos fantásticos debajo de los grandes árboles de la sabana africana y he visto a gente de todas las edades soñar. El hecho de contar de viva voz, en contacto próximo, mirándose a los ojos y modulando los gestos es algo que tiene magia. He contado cientos de veces cuentos por las aulas, en todas las edades. ¡Cómo me pedían los alumnos de COU que les contara cuentos! Y no les daba vergüenza. Puedo afirmar que el cuento es algo que atrae, que tiene un imán especial que hace que guste a todas las edades. “Un buen cuento, bien contado, no tiene edad, y gusta a niños de 8 a 80 años”. Los cuentos del mundo entero se parecen unos a otros como un huevo a otro huevo porque responde a las mismas necesidades del ser humano: la orfandad, los celos, el miedo, los peligros, los temores del campo, la viudedad, los celos, la entrada en la adolescencia, la madrastra, etc. Y he visto en todos esos países miradas absortas ante un cuento con una cara que lo decía todo: puro placer. Así lo he visto en las plazas de Tombuctú, Marrakech, pueblos de la India, en el desierto.

No nos damos cuenta de que todos guardamos en aquel rincón de la alacena íntima un trocito de la infancia. Todo escritor es un niño que fue lector. ¿Cuántos profesores cuentan cuentos y leyendas en el aula? Rara avis, rarísima en el panorama de nuestras aulas, no he conocido a casi nadie.

Contar a diario:

No se improvisa, sino que hay que preparar bien, aunque luego parezca espontáneo. Y si lees en clase, hay que tener en el cajón de la mesa la selección de cuentos bien preparada para que en todo momento se pueda echar mano de ellos: cuentos de Baroja, García Márquez, Rodarí, Las mil y una noches, Calvino y mil más.

De contar a escribir:

Todo escritor es un niño que fue lector, he dicho antes y lo repito. La mejor forma que conozco es esa: leer o contar cuentos y de ahí invitar a escribir otro similar, cambiando el espacio o el tiempo pero con la misma estructura. Es una forma inmejorable de empezar. Los grandes escritores no se iniciaron con las grandes obras, sino que comenzaron por pequeños cuentos. De leer con gusto se pasa a querer escribir por ósmosis natural.

Cómo contar:

Hay que contar un cuento de la forma más sencilla, pero no hay reglas. He visto de todas las formas, gente que hacía mucha parafernalia y los escuchantes estaban completamente ausentes, gente que se creía importante y lo hacían verdaderamente mal, y otros que una enorme sencillez encandilaban a la audiencia. Y he visto a un anciano analfabeto contando debajo de un árbol con total maestría. No hay reglas fijas. De cualquier forma que se haga, de la que cada uno se pueda servir, pero con el objetivo final: que encandile, que atrape, que les haga estar en otro mundo. No importa el medio si se consigue el fin. Pero en general es importante la forma de estar, el entorno narrativo, la cadencia de la voz, los gestos de las manos, los silencios, la mirada, los momentos sorpresivos, el clímax, la sorpresa narrativa, etc.

La mejor forma de aprender: fijándose en otros que lo hacen bien e imitándolos.

5.- Proceso lector ascendente

Cada edad tiene su momento lector y cada lector tiene su ritmo personal. El gran disparate es romper la escala ascendente. Tengo que partir de los libros más elementales e ir peldañeando de tal forma que al terminar la escolaridad se atrevan con Unamuno, Baroja o Vargas Llosa. No se improvisa.

a.- los más pequeños: todo el día contarles cuentos. Lo importante al leer es la cadencia, el tono, los silencios, el gesto. Por cualquier cosa y como premio: os voy a contar un cuento

b.- de contar pasamos a leer:

Todos los días y como premio: porque es cumple fulanito, porque habéis trabajo muy bien, porque estáis cansados os voy a contar un cuento. Es decir, leer es un premio, como lo mejor, que se lo han ganado (que el algo muy diferente a castigar a uno sin recreo y mandarlo a la biblioteca)

Y también que ellos luego lean en voz alta y también que ellos luego cuenten cuentos. ¡¡Tienen que aprender a hablar y leer en público!!…algo que no se hace

c.- invitar a leer personalmente:

El fin de todo tipo de lecturas es que lleve a la lectura personal, silenciosa, íntima, en SILENCIO.

Lecturas variadas, con posibilidad de elección. Orientar sin imponer, pero hay que saber dar pistas, gustos. Así cada uno va hacia su autodescubrimiento, que es lo que nos enseña en la vida. Al final de cada libro (no durante) se puede hacer juegos, dibujos, fichas personales, diagramas con el número de libros leídos, etc. Y si un alumno está leyendo un libro y hacia la mitad no le gusta, que lo cambie y coja otro.

d.- lecturas ascendentes:

Cada uno tiene su ritmo, lo que uno lee en una hora otro necesita una semana. Por eso las lecturas personales deben ser individuales. Si se hace lectura de aula, todos al mismo ritmo, eso ya es otra cosa, es como una explicación, como estudio de la lengua, pero el acto lector deber ser personal para que sea al ritmo de cada uno (si bien esto con los muy pequeños no lo tengo muy claro, para eso están los maestros especialistas, que son lo que lo dominan). Lo que quiero decir es que no pueden ir todos al mismo ritmo y no podemos igualar a la baja porque los buenos lectores se aburrirán.

………………Y dejo para otro día el Plan completo de lectura o Cómo hacer una buena redacción.




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