Me he convertido en un libro abierto, un libro con una historia difícil de contar; »al que pretendía que no tenía fin» ¡la tinta se acababa, poco a poco…!
Eran miles y miles de hojas…arranque unas por cuestión de prudencia, arrugue otras por cuestión de madurez, otras tenían tachones porque no iba con mi intelecto, otras me decían que la puntuación no era así y paraba, algunas palabras sonreían de felicidad porque tomaba muy suavemente la pluma y escribía sobre ellas, otras veces dañaba la hoja y utilizaba la pluma con mayor fuerza para que quedara oscuro, las palabras se tornaban silenciosas y sumisas; otras veces escribía palabras que no significaban nada y a la vez todo, muchas veces ponía problemas y caóticos laberintos, que solo yo entendía.
Las historias no se plasman en versos ni en líneas, se siente con el alma y se escribe con el espíritu.
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