Había una vez un País.

Había una vez un País.

Ricardo Aponte

05/02/2019

Nací en una tierra cálida, donde el olor a comida y el alto volumen de la música te empapa por completo. Nací en una tierra donde tus padres y abuelos te enseñan a pedir la bendición desde pequeño, donde una arepa puede ser desayuno, almuerzo o cena.

Nací en un país donde se ayudaba a quien lo necesitaba, donde aunque las cosas se hicieran difíciles había oportunidades para todos. Era una tierra en donde familiares y amigos te rodeaban todo el tiempo y se recibía a quien llegaba con ilusión y mucha alegría.

Nací en una tierra conocida como Tierra de Gracia, la Pequeña Venecia. En la ciudad que se conoce como La Sucursal del Cielo, donde reina una majestuosa montaña que ha inspirado pinceles, plumas y orquestas. Mi ciudad llena de edificios, casas y ranchos fue la ciudad de mis primeros pasos, nunca hubo que preocuparse por la comida y mucho menos por si se llegaría con vida en la noche.

Nací en un país lleno de tradición. Era un país donde el cuatro, arpa y maracas animaban cualquier esquina; donde el sonido de las fulías, cumacos, curvetas y tambores rompían caderas y hacían sudar; donde la salsa y el merengue eran obligatorias en cualquier fiesta y donde en las navidades nunca faltaban las tradicionales gaitas.

Nací en una tierra en la que crecían las frutas y los vegetales más deliciosos, donde se hacían millones de arepas al día, donde era casi sacrilegio comer empanadas sin una malta. Donde la comida era alabada a nivel mundial y algunos de los mejores chefs fueron formados.

Nací en una tierra donde todos éramos hermanos, donde se enseñaba a respetar y dónde la educación era de calidad, una educación que presumía de tener la mejor escuela de medicina, algunas de las mejores universidades y un buen nivel de básica y secundaria.

Ese país en el que nací me ha sido arrebatado,esa tierra bendita fue dividida por un mensaje de odio por el cual las personas ya no están hermanadas y las familias ya no están juntas. En ese país en el cual vivo reina la desidia, el hampa, el hambre y la desazón. Pareciera que los males que hace siglos aquejaron al mundo por culpa de Pandora retornaron nuevamente pero a diferencia de aquel entonces cada vez que abrimos la caja no podemos ver la esperanza.

La fe, el instinto de supervivencia y la necesidad nos permiten mantenernos con vida, cada día lo vivimos como si fuera el último sin saber si podremos llegar a casa y expresar que amamos a nuestros seres queridos y donde cualquier momento puede ser nuestro último. Nos quitaron la sonrisa de la cara y cada Navidad es más triste que la anterior, somos una bomba de tiempo andante o la crónica de una muerte anunciada que a diario se va engordando y no termina de explotar.

Solíamos estar a la vanguardia en múltiples ámbitos y ahora somos la tira cómica del mundo, una vez fuimos ejemplos de tesón ahora somos ejemplo de fracaso.

Devuélvanme a mi país, devuélvannos la sonrisa de la cara, permítanme abrazar a mis familiares y a mis amigos.

Devuélvanme a Venezuela.

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